4-M a la hora del cierre: bula al último de la fila 

Una «incidencia» reseñable sí sería que faltara gel hidroalcohólico, papeletas, o que se le hubiera ido la luz a un presidente de mesa nervioso y primerizo. A Gabilondo sí que se le fundieron los plomos del recinto antes del recital de la urna, pero ya sabemos que el boicot, humano o mecánico, viene de mucho antes de la campaña y que tiene su epicentro en el cableado del Zendal. Volvieron las luces, y el candidato socialista pudo ejercer su derecho al voto con todas las luces y todas las distancias. Como debe ser.

Lo que es cierto es que antes, mucho antes, de las nueve, la España que madruga de unos y otros formó unas filas ordenadas y que guardaban las distancias a la vera de los respectivos colegios electorales. La imagen de flechitas, de separadores, de geles sobre las papeletas, era la viva imagen de que pese a la batalla de Madrid que se dirime este martes se ha vivido -y se vive- en pandemia. 

Con esa misma «normalidad» que consagraba la Delegación del Gobierno , habían acudido a las urnas los candidatos Ayuso, Bal, Iglesias, García (que votó en su día y acompañaba a su padre) y Monasterio. Votaron, quizá, bajo la admonición hecha por el director del CIS en las vísperas, según la cual parte del censo de la Comunidad de Madrid es una suerte de bombo sociológico de «tabernarios» y de cierrabares. Porque como en la frase de 'Por un puñador de dólares', por un lado está la Ley Electoral, por otro el votante, y por otro Tezanos. 

A Tezanos, en eso de ganar méritos sobre la bocina, sólo le ha faltado pintar las urnas y acompañar amorosamente a las viejecitas del brazo.

Más allá de las apenas «incidencias», las franjas de edad recomendadas por el Covid se han ido pasando por alto en cuanto que es día laborable , y el votante no puede solazarse después de la ranura y celebrar "esa fiesta de la democracia", sino volver al "duro bregar" unamuniano del mandil, el andamio y la oficina. Ayuso, por su parte, tras votar se dejó fotografiar en la terraza de la marisquería gallega Ni subo-ni bajo en García de Paredes. (La participación, por estos momentos, iba subiendo).

Como no ha habido «incidencias» según 'Gobernación', las riñas entre apoderados en el Colegio El Quijote de Congosto quedarán como sanas confrontaciones entre los eslabones más fundamental de los partidos a cuenta de un 'quítame de allá' esas banderitas de España en la mascarilla . La mañana, pues, un tira y afloja con amenazas cruzadas de llamar a la fuerza pública. Y en mitad del guirigay, el sano pueblo del cinturón obrero de la misma Capital aprovechaba para hacer un acopio de sobres con la consigna de que, borrando el lema de 'Elecciones a la Asamblea de Madrid' , 'y pegándole un sello', podían reutilizarlos para juegos postales. Y darle un nuevo sentido al concepto de voto por correo. 

El otro protagonista de toda esta historia, Pedro Sánchez , votó en el Centro Cultural Volturno, de Pozuelo, pasadila la hora del aperitivo. Tampoco es que madrugara en perspectiva de lo que vino después: pataleo y abucheo general que, dependiendo del televisor, semejaba un concierto de vuvuzelas en el Mundial de Sudáfrica.

En el fragor del piterío s alieron lindezas de todo tipo , alguien sacó a las componendas del Gobierno con Bildu. Al sol, Sánchez avisó que iba a hacer unas breves declaraciones, algo impensable habida cuenta del micrófono fijo de atril que le llegaba al presidente a la altura del diafragma. Apretó las quijadas, con lo que eso significa. Y cifró la inmunidad de España, ahora, «al final del verano» . 

Poco después del publirreportaje de Moncloa, acaecía una riña a cuenta de 'la delincuencia' en el Colegio Electoral Núñez de Arenas, en Vallecas. La policía intervino, y, detrás de las verjas del recinto, algunos apoderados, soprendidos, no perdían comba de lo que sucedía . La agenes solventaron la cosa que quizá, y por ser fuera 'sensu stricto' del recinto electoral, no llegara a incidencia. 

La entrada de la tarde electoral, a eso de las 16.30, mostraba a Isabel Natividad Ayuso venida a arriba y preguntando a 'los sus' tabernarios que «qué tal» llevaban «la jornada». Ironía y aldabonazo a la hora de la siesta. Cuando las colas empezaron a aligerarse en espera de los rezagados y los sintomáticos, que toman las calles a eso de las 19.00.

Claro que la cosa fue por barrios (en Vallecas todo se ha animado por la tarde) o por municipios. En una zona de edad avanzada como el Argüelles auténtico, la cola más larga y más longeva era la del Rodilla de Princesa. 200 metros más abajo, en Martín de los Heros, el Colegio de los Sagrados Corazones tenía imagen de fin de jornada. El encargado electoral, con su peto fluorescente, confirmaba que la «fila es la que se ve»; lo que se veía en lontananza: él, un apoderado y la pareja de rigor de la Policía Nacional. Algunos merendaban , otros se permitían una latita verde, y por las redes iba triunfando un meme previsible. El de 'Tabernia' con las siete estrellas de la Comunidad. Y la participación disparada.

Se sabía que quien se quedara en mitad de la cola tenía el bonus y la bula para votar, aunque ya dieran las ocho pasadas. Un 4-M con prórroga.