El humo

Uno hace mucho oficio de peatón, y también mucho oficio de usuario del taxi, alcaldesa, y dicen los amos del volante que bajar la velocidad en la M-30 desde los 100 kilómetros a los 70 kilómetros es hacer poco o nada. Yo sospecho que usted ya le ha pedido en su momento un estudio de causas contaminantes a los cátedros al respecto, pero los que viven a pie de obra del motor insisten en que poner los coches al ralentí , o casi al ralentí, es apaño de poca eficacia, porque el aire se limpia más de otro modo, y mejor. Intuyo que estas objecciones, acaso discutibles, no nos llevan sino a la convicción de que aquí lo que necesitamos es un menú de medidas mayores, y más duras, y no el recurso de poner el parque móvil a paso de velocípedo.

No vamos a ponernos ahora a discutir que Madrid tiene un cielo, a ratos, de gran urbe contaminada , porque para eso vale un reojo, pero parece cosa de poco arreglo la limitación de la velocidad, porque lo cuentan a menudo los taxistas, los de camiones de mudanzas, los vocacionales del buga y dos señores muy enterados que llevan el taller del barrio del Parque de las Avenidas, donde yo llevo mi bólido. Lo que vengo a decir es que ya va siendo hora de que se nos diga, de verdad, lo que hace falta para que respiremos menos veneno . Porque igual no arreglamos nada bajando la velocidad y, encima, soportamos un atasco extra.