La dura carta a Carmena de una víctima del derrumbe de Carabanchel

«EL DÍA QUE LA VIDA CAMBIÓ EN CARABANCHEL:

El 3 de agosto de 2015 que podía ser un día más de verano nos cambió la vida para veinte vecinos del barrio de Carabanchel de Madrid.

En pleno sueño y a las tres de la mañana un gran crujido de las casas cambió nuestras vidas para siempre. Desde el primer momento intuimos que algo muy grave pasaba y más viendo cómo, poco a poco, las paredes se iban agrietando. Imposible no sentir miedo, más cuando estás atrapado en tu propia casa sin posibilidad de salir ni por puertas ni ventanas.

Tras el enorme susto, miedo casi rozando el terror y con la única certeza y dando gracias de salir vivos, llegó la peor de las noticias que se confirmó posteriormente: un derrumbe inminente que hizo que ante nuestros ojos se esfumara y desapareciera nuestra vida. Todos los recuerdos, vivencias, pertenencias, posesiones…

Era el comienzo de la peor de las pesadillas que nadie puede imaginar.

Después de tres meses aún seguimos conmocionados por lo sucedido, haciéndonos a la idea de lo ocurrido e intentando reconstruir nuestra vida.

Pero el camino no es para nada fácil porque nos tenemos que enfrentar a instituciones y organismos que solo entienden de leyes y no de sentimientos. Que lejos de ayudarnos no paran de ponernos trabas y hacer aún mucho más complicado nuestro resurgir de las cenizas.

Después de no haber podido rescatar nada de nuestros recuerdos, después de que no se nos permitiera decidir siquiera qué hacer con nuestros escombros y después de encontrar abandonados en un solar y a la suerte del tiempo y las miradas indiscretas documentación y objetos personales... Después de todo eso se nos reclama el importe de esas labores de desescombro y recuperación de enseres.

300.000 euros, pero la ley es incuestionable y a pesar de ser un caso excepcional, extraordinario y sin precedentes (repetido y catalogado así por nuestros políticos) no existen excepciones para nuestro caso.

Así que estamos sin casa y sin perspectiva de tenerla solo con la certeza de que en febrero volvemos a estar en la calle. La única ayuda con que contamos cuando se acabe la limosna del Ayuntamiento (seis meses de alquiler) es el dinero aportado por los seguros y que por “humanidad” han decidido concedernos y no todas las compañías.

Si a esa ayuda humanitaria hay que descontar el pago de los desescombros, demolición y gastos urbanísticos la verdad que nuestras posibilidades de rehacer nuestras vidas quedan muy mermadas.

A todo esto hay que sumar la decepción ante una Alcaldesa que prometía ser muy humanitaria y que en todo este proceso ha sido una gran ausente, inaccesible para los vecinos e imposible de comunicarnos con ella. Tal vez tiene cosas mejores que hacer y resolver que preocuparse por veinte vecinos que ha abandonado a nuestra suerte.

Gracias Señora Alcaldesa.»