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Soledad de Dios

«En los prolegómenos de su juicio y condena, Jesús oraba solo, se entristece y se angustia, me muero de tristeza afirma mientras cae rostro en tierra»

César Nombela

En el poema de Unamuno al Cristo de Velázquez, inagotable fuente de meditaciones sobre el Crucificado, se lee: «Abandonado de tu Dios y Padre, que con sus manos recogió tu espíritu, te alzas en tu trono congojoso de soledad…». Son muchos los momentos de esa ... soledad que evoca nuestra Semana Santa, acudamos a los innumerables pasos que discurren estos días por la calles de toda España, en esa renovación anual de la demostración de religiosidad que alienta en nuestras gentes. En los prolegómenos de su juicio y condena, Jesús oraba solo, se entristece y se angustia, me muero de tristeza afirma mientras cae rostro en tierra. La última apelación es la del Hijo a su Padre, Abba, ¡padre mío¡. Es la soledad ante lo que pudiera parecer el triunfo del mal. Es el abandono de quien sabe que se enfrenta a la muerte, un trance al que estamos abocados todos los humanos, aunque algunas voces traten de alzarse en estos tiempos negando su inevitabilidad.

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