Cachimbas eléctricas para sobrevivir a la ley antitabaco

«Las cachimbas a lo mejor solo suponían un tercio de mi volumen de negocio. Pero es que los otros dos tercios de caja los hacíamos precisamente porque estaba la cachimba», comenta Mohammed, propietario de la tetería «Habibi», en Lavapiés. Hamza, copropietario de «El Basha» , analiza la situación bajo los mismos parámetros. «La cachimba era el reclamo, el imán para venir a este tipo de locales. En estos días nuestra facturación ha bajado alrededor de un 70%.»

Los orígenes del narguilé no están claros del todo, pero se cree que fue creado en la India hace unos 500 años. Su consumo en los países árabes es todo un rito social, ya que suele fumarse en compañía durante una prolongada conversación. El tabaco aromático utilizado en los narguilés, denominado «Mu'essel» en árabe, poco tiene que ver con el utilizado en la fabricación de cigarrillos. El «Mu'essel» se prepara a base de finas hojas de tabaco lavadas concienzudamente para conseguir un sabor más suave. A esta preparación se le añade miel o melaza, agua destilada, azúcar y esencia del sabor que quiera conseguirse (fresa y manzana son los más comunes aunque los hay hasta de refresco de cola).

Ahora, sin el narguilé, las teterías buscan fórmulas para sobrevivir. «Nosotros al menos tenemos cocina y, aunque ha bajado la clientela, seguimos dando comidas», comenta Mohammed. «Pero hay otros locales que solo son tetería, que solo tienen cachimbas para vender y ahora no venden nada los pobres», añade. «Nosotros si seguimos así tendremos que recortar personal, pero estoy seguro que habrá muchos locales que cierren porque los alquileres en el centro de Madrid son muy caros», analiza Hamza, en cuyo local también se pueden degustar platos típicamente árabes.

En su búsqueda de un «plan b», los propietarios de «El Basha» encontraron recientemente un posible sustitutivo del narguilé. «Mi tío, el fundador del local, se volvió loco buscando una solución. Un día oyó a unos amigos que existían unas cachimbas eléctricas , como los cigarros que venden en la farmacia, y ahora mismo tenemos cuatro funcionando en pruebas», comenta Hamza. Estas sishas eléctricas funcionan generando vapor de agua y los sabores se consiguen incluyendo una pequeña carga de esencia del sabor que se le quiera dar, algo similar a los típicos quemadores ambientales.

«La aceptación ha sido dispar. Hay gente a la que no le gusta y echa de menos las cachimbas tradicionales, pero luego te encuentras con clientes que incluso prefieren estas nuevas», asegura Hamza. Al funcionar por baterías -los narguilés se cargan como un teléfono movil- el tiempo de consumo de una cachimba de estas características es notoriamente superior a una tradicional de carbón. «Si no tenemos a muchos clientes en el local, le dejamos el narguilé hasta que se cansa. Si hay más gente, hacemos turnos de 20 o 30 minutos», añade.

En cualquier caso, las cachimbas eléctricas no van a ser la panacea para salir de la crisis abierta por la reforma del marco legal del tabaco en España. Mientras que una sisha tradicional puede adquirirse en el mercado a partir de los 30 euros, los modelos eléctricos cuestan hasta 200 euros. «Creo que están sobrevaloradas, pero ya se sabe... Hay gente que en estos momentos de crisis sale ganando, como los vendedores de estufas para las terrazas», señala Hamza con cierta sorna mientras muestra el funcionamiento de sus nuevas adquisiciones ante las cámaras de ABC. «Veremos si funciona», concluye esperanzado.