Análisis
Un Rey emocionado para una nueva etapa marcada por la cercanía
El «gracias papá» con el que la Princesa sorprendió a su padre en público destapó un Monarca cercano, uno de los retos de futuro de una Corona que coge velocidad de crucero
Madrid
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Iniciar sesiónNo es fácil ver a un Rey emocionarse, pero es enormemente impactante, y enormemente efectivo. ¿Quién no recuerda las lágrimas de Don Juan Carlos en el funeral de su padre en un ya lejano 1993? Por eso, el momento más importante de los actos ... de celebración del décimo aniversario de la proclamación de Felipe VI fue, paradójicamente, el único que el Monarca no controlaba: el instante en el que la Princesa Leonor y la Infanta Sofía rompieron el guion para decir públicamente a sus padres: «gracias papá, gracias mamá». Y el Rey, viendo a sus hijas juntas y pizpiretas, como cometiendo una travesura, pues se emocionó y no lo ocultó. Era una emoción distinta, mezcla de alegría, sorpresa y paternalismo, pero emoción al fin y al cabo. Hasta les lanzó un beso.
Esta anécdota está llena de significado porque es una excelente metáfora de lo que va a ser la Monarquía española en la segunda etapa del reinado de Don Felipe: más cercanía, más apertura, más comunicación, más humanidad.
Otro símbolo: en el almuerzo de gala ayer en el Palacio Real los 19 ciudadanos premiados, uno por cada comunidad y ciudad autónoma, se sentaron intercalados con los altos cargos: un voluntario de Cáritas, un profesor o un médico entre los presidentes del Gobierno o del Consejo de Estado y el Defensor del Pueblo. Y, otra novedad, fue el Rey quien lo explicó de modo improvisado antes de brindar formalmente. Un Rey que no lee, que repentiza unas palabras previamente preparadas.
Nada es casual, porque la Monarquía española, y más aún la de Felipe VI, tiene sentido cerca de la sociedad. El Rey de España es proclamado ante las Cortes, la representación del pueblo, a diferencia del Monarca inglés, que es coronado en la Abadía de Westminster, ante Dios. Hay una notable diferencia entre proclamación y coronación, porque el Rey español se debe al pueblo, ese mismo que ayer se sentó a la mesa en palacio. Se cumplen, pues, diez años de la proclamación de Felipe VI y la Monarquía española, constitucional y parlamentaria, lo celebró ayer con todo el peso de la Historia, con toda la austeridad del siglo XXI, y con un medido acercamiento a la ciudadanía.
Antes del almuerzo, el Rey renovó el discurso de proclamación y utilizó una expresión que no sólo es cierta, sino que incide en lo emocional: el «coste personal» que ha supuesto para él algunas de las decisiones que ha tenido que tomar y que enlazan con su compromiso: nadie está por encima de la institución, ni su hermana ni su padre. Ambos son la demostración práctica de que el Rey quiere cumplir su compromiso con la ejemplaridad y la transparencia.
Los 19 premiados son una foto transversal de la sociedad española y sus 19 banderas autonómicas (incluyendo aquí Ceuta y Melilla) lo son de la España autonómica. Otro símbolo: el Rey autonomista que es Don Felipe, un Monarca que el día más difícil de su reinado pronunció un discurso en defensa de las instituciones catalanas que habían sido tomadas por sediciosos.
Y así, Don Felipe reivindicó sus diez primeros años, que le han obligado a mostrar su rostro más institucional, y anticipó sus intenciones para los diez siguientes: cercanía, comunicación, naturalidad. En esta faceta el Rey no está solo, cuenta con dos activos que ya les gustaría a las grandes compañías e instituciones del mundo: la Reina y la Princesa.
El proyecto de Felipe VI está cogiendo velocidad de crucero. Las líneas de su reinado ya están marcadas, en la senda constitucional, y el destino es claro, como resumía el titular de aquel discurso de 2014: una monarquía renovada para un tiempo nuevo. Ayer fue el fin de la primera parte. Empieza una nueva etapa, igualmente institucional pero más emocional. Es la hora de conocer a Felipe de Borbón y de enseñar a los españoles, especialmente a los más jóvenes, la utilidad de la Corona. Ése es el reto.
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