Y los ecologistas, callados
Acabo siempre impresionado al comprobar lo irrefrenable de tanta vocación literaria
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Iniciar sesiónEn la ciudad donde habito no hay día sin Letras, ya sea presentación de libro, ya recital poético, ya docta conferencia, ya soporífero coloquio. Aquí, el censo municipal es ilustradísimo. La Atenas de Pericles era una tribu ignara al lado de esta ciudad circundada por ... ilustres piedras romanas, torreones de silencio.
No sé si por suerte o por desgracia, unas veces mediante pago y otras por obsequio, el caso es que casi toda publicación aquí escrita o aquí sacada a plaza acaba cayendo en mis pecadoras manos. Y a todas ellas, ya por curiosidad ya por cortesía, les dedico algún tiempo y algunos pecios de mi naufragada vista. Acabo siempre impresionado al comprobar lo irrefrenable de tanta vocación literaria, porque bien seguro estoy de que si hubiese ronzal que la embridase la mayor parte de nuestros letraheridos guardarían sus retóricos desahogos en un cajón o los evacuarían retrete abajo, avergonzados de la torrentera de simplezas, idioteces, incorrecciones y solecismos que se descarga desde la insustancialidad del estro a los puntos de la pluma.
Desde que el gallego se ha convertido en idioma hegemónico, pontifical y retribuido, las gentes entregadas al cultivo de la propia vanidad no dan abasto. Saben que cuanta sandez les sobrevenga tendrá acogida en la ventanilla de los subsidios. La tortilla diglósica se ha dado la vuelta. El canon lingüístico imperante en el Parlamento, en la Xunta, en corporaciones, en el Doga, en medios públicos, en boletines, en pancartas, en hojas volanderas, en todo alivio, en fin, escrito o hablado, ha convertido a Galicia en capital del mundo editorial. Lo más enojoso no es el idolátrico culto a las deyecciones literarias, sino la indiferencia con que los ecologistas asisten a la devastación de bosques y a la tala de árboles que cada día hay que perpetrar para fabricar tanta pasta de papel como demandan esas deposiciones no tanto sublimes cuanto excrementicias y pestilentes. En fin, lector amigo, resignación, caridad y silencio.
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