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Juan Seara, arquitecto: «La buena arquitectura mejora la vida de la gente»
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Nominado en la próxima edición de los premios del COAG, por una vivienda unifamiliar levantada en Coristanco, el experto reflexiona sobre el regreso al rural, la integración de las edificaciones con el medio y el respeto por la tradición
Su estudio, Seara y Peleteiro, con sede en Allariz, lleva varios años acaparando nominaciones por sus proyectos en la Comunidad gallega
Galicia
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Iniciar sesiónLa conversación con Juan Seara traspasa los límites de su disciplina. Porque para este alaricano y su pareja, del estudio Seara y Peleteiro, la arquitectura es una herramienta para mejorar la vida de las personas. Ellos, desde su estudio de Allariz, tratan de ... poner su grano de arena en la construcción de hogares respetuosos con las necesidades de sus habitantes y, también, del medio en el que se yerguen. Sus trabajos les han valido ya varios reconocimientos, entre ellos el premio del COAG de Rehabilitación en 2016, que este año ha vuelto a nominarlos por una vivienda unifamiliar levantada en Coristanco (La Coruña). Y ya van cinco ediciones seguidas. Esta edificación es la excusa perfecta para charlar con Seara de ruralidad, de integración con el medio y de filosofía de trabajo. «Nosotros decidimos quedarnos en Galicia en plena crisis, en el año 2010, porque creemos en que la buena arquitectura puede mejorara la vida de la gente, aunque sea de manera humilde», arranca el experto para poner los cimientos de su labor diaria.
«Aquí, en Galicia, hay posibilidades de hacer buena arquitectura y por eso siempre aspiramos a hacer proyectos de alta calidad arquitectónica, aunque estemos hablando de proyecto modestos, como esta casa en Coristanco», asume. Con un perfil de cliente de entre 30 y 45-50 años, Seara no pasa por alto los condicionantes económicos, lo que no implica, dice, que «no podamos hacer arquitectura buena aquí». «Nuestra filosofía, independientemente de que sea rehabilitación o vivienda nueva, siempre se basa en un respeto escrupuloso a la construcción». De ahí que la pareja defienda estudiar la historia arquitectónica de la comarca en la que van a construir. «Eso no significa hacer casas de piedra y teja», aclara el arquitecto sobre las reflexiones con las que inician todos sus proyectos, siempre de la mano de los futuros moradores. Un buen ejemplo es su relación con los dueños de la casa nominada en esta edición, la menos espectacular de las que presentaron, pero en la que destacan las sinergías entre vivienda y trabajo. Es decir, hogar y agro. «Aquí el valor productivo de la tierra sigue estando presente», matiza sin ocultar que este encargo en Coristanco fue «un regalo».
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La conversación avanza y deriva en la funcionalidad que sale de todos los proyectos gestados en su estudio. Porque cuando un cliente toca a la puerta de Juan y Berta, el diálogo es abierto. «Para mí es la parte más bonita de nuestro trabajo, aunque manejemos lenguajes diferentes. Hay una labor de desbroce, muy didáctica, en la que unos aprendemos de los otros, para ver los valores intrínsecos de nuestra arquitectura y de la sensibilidad con la que se hacían las cosas», argumenta. De esta interacción nacen sus primeros bocetos, la espina dorsal de lo que serán los futuros hogares en los que cada detalle está medido al milímetro.
De faroles y grillos
En su trayectoria profesional, este gallego detecta la vuelta al rural de muchos jóvenes y la búsqueda de casas que respondan mejor a sus ideales de vida. «Es un tema complejo. Hay nuevas generaciones que están eligiendo dónde hacer su vida y que huyen de las ciudades. Se nota una querencia por volver al campo, pero también existe el riesgo de idealizarlo e incluso se han dado casos de gente que se arrepiente». Más allá de la cuestión económica, Seara detalla que nuestras actuales urbes «son duras de vivir» y eso conecta con una nueva generación que está heredando muchas propiedades en el rural, lo que anima a un cambio de contexto. Sobre el momento actual, y en el plano arquitectónico, el experto se muestra «optimista» y rescata una reflexión del arquitecto Pedro de Llano, a través de una frase de Lorca: «Se apagaron los faroles y se encendieron los grillos». Es la metáfora del fin de la época de los proyectos megalómanos y del renacer del trabajo 'paseniño' y delicado de arquitectos humildes que, como Seara y Peleteiro, miman su trabajo.
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