Silencio por extinción

Las fiestas de San Froilán, las más populares de Galicia, confirmaron lo que se daba por inevitable: Lugo se ha quedado sin banda de música. Por fin, gracias al denodado esfuerzo de la señora Méndez y sus melofóbicos concejales, se han alcanzado los últimos objetivos musicales: la banda ha terminado. La señora Méndez y su tropa, toda ella incompatible con cualquier sonido que no sea el del regüeldo intestinal, han consumado el propósito por el que vinieron trabajando desde hace algunos años y para cuya conquista desplegaron un amplio repertorio de miserias presupuestarias, torpezas políticas, intrigas sindicales y, sobre todo, necedad a tiempo completo. Y a mayores, maquinaciones, empujones, amenazas y visitas al juzgado.

La banda de música de Lugo muere recién estrenado su siglo y medio de vida. Hasta que empezó a declinar de forma alarmante supo ganarse la admiración de toda Galicia, por calidad, trayectoria y repertorio. Fundada en 1868 (cuarenta años antes que la de Madrid), tuvo como primer director a Juan Montes, a quien sucedieron algunos de los nombres mayúsculos de la bandística española del siglo XX, entre otros Manuel Sariñena, muchas de cuyas piezas figuraron en los atriles de las bandas de Galicia antes de que la cursilería y la pretenciosisad de unos cuantos incompetentes las sometiesen a un galopante proceso de desgalleguización. Como consecuencia, estas agrupaciones, que antes interpretaban dignamente una composición de Montes, de Freire, de Veiga, de Chané, de Baldomir, de Bernardo del Río o de Álvarez Cancio ahora ejecutan inmisericordemente obras de Shostakovich o de John Williams, que ni alcanzan a entender ni pueden con ellas. Resulta paradójico que entre los pioneros de esta desgalleguización figuren muchos musiquiños sedicentemente nacionalistas, unos hipotéticos y otros militantes.

Estaremos atentos al chorreo de promesas publicitarias que se avecina. Será interesante comprobar cuántos de los candidatos a la alcaldía de Lugo incluyen en su programa electoral una propuesta, sensata y meditada, para la refundación de una de las instituciones más arraigadas, más queridas y más representativas de la ciudad. Veremos si hay alguno que se atreve a comprometerse con la famosa petición de Bal y Gay en la revista ‘Cruz y Raya’: «Con la música a esta parte!.