Sucesos
En la pista del asesino de Déborah Fernández: «Hay uñas que analizar»
La joven viguesa, desaparecida hace 19 años, fue exhumada el pasado martes 18
Diecinueve años después de su crimen, el cuerpo de Déborah Fernández podría tener la clave para resolver el caso y señalar, indubitadamente, a la persona que la mató . En un intento a la desesperada por salvar una instrucción que ... durante dos décadas ha dado palos de ciego, la familia de la joven viguesa desaparecida en 2002 en Vigo logró la semana pasada que su cadáver se exhumase . El objetivo era localizar signos de defensa y comprobar si bajo las uñas de Déborah podría haber ADN de la persona que la asfixió antes de arrojar su cuerpo, perfectamente lavado, a una cuneta. Y las primeras noticias son halagüeñas. Según fuentes de la acusación particular confirmaron a ABC tras el análisis de los restos mortales, «hay uñas que analizar».
En manos de los forenses del Imelga queda ahora apurar esta carrera contrarreloj a apenas un año de que la instrucción prescriba. Se trata de encontrar restos de la lucha que la víctima y su verdugo debieron mantener a la luz del informe forense que determinó que Déborah se había defendido . «Mi hermana era una luchadora. Era una mujer de armas tomar, y estoy segura de que se defendió, y el forense nos lo dice, que tiene lesiones de haberse enfrentado », confiesa la hermana de la joven, Rosa Fernández, pendiente del informe definitivo de una prueba que «ha tardado diecinueve años en realizarse».
Durante la exhumación llevada a cabo el pasado martes 18 en el cementerio vigués de Pereiró, los participantes comprobaron que el féretro se encontraba «en buenas condiciones». Un punto a favor que facilitará el trabajo de los especialistas del Instituto de Medicina Legal y Forense de Galicia (Imelga) que participan del examen, y que además de esta prueba practicarán otras de relevancia para saber qué le pasó a Déborah, como radiografías de los huesos y un TAC con el que intentarán identificar todas las lesiones ocasionadas durante la agresión que acabó con su vida.
Dispuestos a rastrear cuantos vestigios puedan ser de interés científico, antropológico o criminalístico, los expertos llevan días volcados en el cuerpo, aunque no se sabe con certeza en qué momento llegarán las conclusiones. Entre tanto, la familia mira de reojo el volcado del ordenador de mesa de la joven , al que sorprendentemente nunca se accedió. De extraer las últimas conversaciones que Déborah mantuvo con su círculo de allegados, entre ellos con su expareja, se encarga la empresa Lazarus Thecnologic, la misma que se responsabilizó en su día de analizar el teléfono móvil de Diana Quer. Uñas y ordenador son, a estas alturas del caso, las dos bazas de la acusación para avanzar en una investigación en la que las negligencias se fueron encadenando sin que se llegase nunca a detener a nadie.
Esta falta de acierto por parte de los siete fiscales y los tres jueces que pasaron por la causa, además del puñado de equipo de investigadores, no impidió que la familia echase el resto para dar con el culpable de la muerte de Déborah, de 22 años en el momento del crimen. Para atar los cabos del suceso los Fernández llegaron a contratar a un investigador privado y, de un tiempo a esta parte, trabajan mano a mano con un equipo de abogados, del despacho Amoedo, que tienen claro que por el camino quedaron muchos flecos de los que tirar.
Uno de los más llamativos fue el episodio protagonizado por el exnovio de Déborah y un agente de la Policía que lo contactó después de que un testigo advirtiese del mal olor que salía de su vehículo. Fue al poco tiempo de la desaparición de la joven, que tardó diez días en ser arrojada a una cuneta, pero el agente nunca llegó a abrir el maletero porque dio credibilidad a la versión del dueño del coche, que dijo que se le había podrido dentro una caja de langostinos. La familia tampoco se explica por qué en los primeros momentos de la desaparición la Policía no puso el foco en el entorno más cercano de la chica y por qué nunca llegó a comprobar si la coartada de su expareja era cierta , a la luz de las contradicciones en las que incurrió su círculos de amigos, y sobre las que la instrucción ha vuelto recientemente.
« No alarguemos la enorme chapuza que ha sido la instrucción de este procedimiento; si se hizo todo mal durante 18 años, hagámoslo bien el tiempo que queda » llegaron a exigir los letrados el pasado verano ante las negativas de la instructora a practicar nuevas pruebas, que tuvieron que se refrendadas por el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia a petición de la acusación particular.
Pero las críticas de la familia tienen una notable excepción, la del trabajo desarrollado por la unidad que se encargó del caso en 2010. A ellos les reconoce haber sido los únicos que lograron ponerle nombre y apellidos a ese sospechoso , en dos atestados a través de los que pidieron más pruebas para apuntalar su versión. Lo lamentable es que el intento quedó en nada porque el mismo día que esos informes llegaron al juzgado de Tui, la causa se archivó y vuelta a la casilla de salida. Una década después, y en tiempo de descuento, la acusación apura para conectar todos los indicios que están sobre la mesa y que indican en una misma dirección.
Resolver el caso dependerá de si tras la exhumación es posible rastrear restos biológicos que desenmascaren al asesino, pero también será preciso reconstruir los pasos que dio Déborah desde que desapareció mientras hacía deporte por la playa de Samil hasta que transcurridos diez días unos vecinos la encontraron desnuda y con el cuerpo cubierto estratégicamente por unas hojas, al lado de una carretera.
La autopsia determinó que en su interior había semen que habían introducido para fingir una violación, y que el cuerpo permaneció en un lugar seco y oscuro que impidió su rápido deterioro. Pero casi dos décadas después nada se sabe de los lugares en los que estuvo la joven viguesa durante los días de su desaparición ni cuál fue el escenario de uno de los crímenes más enigmáticos de las páginas de sucesos de los últimos tiempos.
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