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Luis Ojea - LA SEMANA

En modo precampaña

Su mal calculada ambigüedad sobre Cataluña amenaza con acelerar el declive de Podemos

El suflé se desinfla. Las contradicciones internas y su mal calculada ambigüedad en relación con el desafío soberanista en Cataluña amenazan con acelerar el declive de Podemos. Preso del pánico, Pablo Iglesias ha ordenado a sus tropas retirarse a los cuarteles de invierno. Fía el futuro de su partido a que escampe la tormenta y el debate gire hacia otras coordenadas. Mientras tanto no está dispuesto a perder más batallas. Por eso anuncia Carmen Santos que en Galicia apoyarán las candidaturas rupturistas en aquellas plazas donde ya gobiernan. Apenas van a mendigar un poco de protagonismo. Poca cosa. Esta vez no habrá que esperar a un tuit a las once de la noche para confirmar su integración en la confluencia. Quieren a cualquier precio apuntarse como propio cualquier eventual triunfo de ese espacio político. No están en condiciones de echarle un pulso a sus socios. Solo amagarán con darlo en aquellos ayuntamientos donde se sientan netamente superiores. Casos aislados. La orden es aplazar la guerra.

De la debacle de Podemos podría beneficiarse el PSdeG. Otra cosa es que esté dispuesto a hacerlo. A nivel nacional parece que los socialistas se han quitado últimamente ciertos complejos de encima. Pero en Galicia han vuelto estos días a sostener al gobierno de Martiño Noriega en Santiago facilitándole la aprobación de los presupuestos. Gonzalo Caballero tendrá que pasar en algún momento de las naderías a la acción y marcar un rumbo. Que haya saltado a la palestra el nombre de Sánchez Bugallo para la candidatura en Compostela, el simple hecho de que alguien se lo plantee como una posibilidad, es una demostración de lo perdidos que están en ese partido. Lo cual tampoco debe extrañar demasiado dado que su secretario general todavía piensa que se puede liderar una fuerza política en los ratos libres.

El BNG lo tiene más claro. Su objetivo es desgastar a En Marea. Ya en varias ocasiones han conseguido evidenciar en el Parlamento las discrepancias internas de los rupturistas. Y en esa táctica van a insistir, porque su estrategia es sobrevivir hasta que implosione la confluencia. A poco que incremente su porcentaje de voto lo interpretarán como un éxito extraordinario, sobre todo si retienen Pontevedra y consiguen recuperar representación en plazas donde quedaran fuera en 2015.

Con una izquierda tan fracturada y a la deriva, los comicios del próximo año podrían representar una oportunidad para que el centroderecha recuperase parte del poder local que perdió hace cuatro años. Pero eso solo será posible si se concentra ese voto en una única papeleta. Las encuestas parecen apuntar, en cambio, hacia una fragmentación de ese espacio político, disparando las expectativas de Ciudadanos. No es la primera vez. El partido de Albert Rivera consigue casi siempre mejores resultados en los sondeos que en las urnas. Y además corren el riesgo de seguir el mismo camino que Podemos. Porque en esa formación que se levanta liberal y se acuesta socialdemócrata tampoco faltan contradicciones ni ambigüedades mal calculadas.

A estas alturas son todo divagaciones porque queda mucho, muchísimo, para que los ciudadanos decidan. Hace no tanto Podemos aspiraba al sorpasso y hoy se tambalean. El tablero puede cambiar, pero, en cualquier caso, el viaje ha comenzado. Destino: las elecciones municipales de 2019. Los partidos, todos, han pulsado el interruptor entrando en modo preelectoral.

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