José Luis Jiménez - Análisis
El PSdeG de Formoso no quiere ser muleta
El reto es doble: ejercer la crítica a la Xunta y recuperar el espacio que el BNG le 'hurtó'
Valentín González Formoso, el pasado jueves
Mucho se ha escrito sobre el PPdeG y sus circunstancias en este nuevo tiempo político que se abre en Galicia con la marcha de Alberto Núñez Feijóo a Madrid para presidir el partido a nivel nacional. Una salida que sigue sin tener una fecha concreta ... pero que empieza a coger forma alrededor del mes de junio, semana arriba o abajo. Sin embargo, poco parece haberse puesto el foco sobre la oposición, a la que se le abre una ventana de oportunidad que frente al rocoso Feijóo parecía no encontrar.
Las opciones de PSdeG y BNG van a estar condicionadas al nuevo presidente de la Xunta —y con toda probabilidad candidato del PP a las próximas autonómicas— y el perfil que exhiba durante lo que resta de legislatura. Algunos discursos, no obstante, cabe intuir ya: desde que Feijóo se va a Génova pero va a seguir teledirigiendo Galicia a través de un 'presidente marioneta' —véase Quim Torra y el fugado Puigdemont— a que Feijóo va a renegar de Galicia y su sucesor será incapaz de que el PP nacional atienda las reivindicaciones de la Comunidad. El muestrario va a ser amplio, pero bastante previsible.
Más interesantes resultan, sin embargo, las relaciones entre los dos partidos de la oposición por la actual configuración de los mismos. Esto es, un BNG que es primera fuerza de la izquierda y un PSdeG estancado como subalterno, gracias a la herencia recibida de Gonzalo Caballero y su estratosférica subida del 1,52%. Casi desde el día siguiente de las elecciones, y con mayor vigor desde la Asamblea Nacional de noviembre, Ana Pontón está tejiéndose el traje de presidenta. La estrategia es presentar al nacionalismo como una organización preparada para asumir el gobierno cuando llegue, despojarse de la caspa ideológica de tiempos pasados —a pesar de que alguno sigue enseñando la patita de vez en cuando— y tener un plan armado para cada problema que vive Galicia.
Al PSdeG la salida de Feijóo parece haberle cogido con el pie cambiado, al menos en lo que a tiempos se refiere. Su carrera parecía ser más de fondo. Porque con el PP presidiendo la Xunta, ser segundo o tercer partido podría considerarse hasta irrelevante. Ya lo era cuando Pedro Sánchez convirtió al PSOE en la fuerza más votada de Galicia en las generales de 2019, por primera vez en la historia democrática de la región. No existe el título de líder de la oposición, por más que Pontón guste de atribuírselo. La película cambia si el PP pierde a su activo más valioso y contra el que no podían hacer nada.
Sin Feijóo y con una plausible alternancia en la Xunta, al PSdeG ya no le gusta tanto la idea de ser muleta de una presidenta nacionalista. La legitimidad para corregir determinadas políticas se ve mermada, y sobre todo abre un cambio de dinámicas que amenazarían con expandirse a ciudades y villas, con todo lo que eso acarrearía.
El reto de Formoso es doble. Su objetivo no es solo ejercer la crítica con el gobierno gallego, sino también recuperar el espacio que le ha 'hurtado' el BNG en la izquierda, azuzando a su socio natural. Ya se vio, por ejemplo, durante la polémica por la declaración institucional del Parlamento por la guerra de Ucrania, donde los socialistas fueron tan duros con los nacionalistas como el propio PP. Pero parece poca cosa, por ahora. La tarea es ardua, porque el BNG no parece dar síntomas de desgaste y da a su electorado lo que quiere. La pregunta es qué tiene que ofrecer este PSdeG además de un desfile propagandístico de ministros del peor Gobierno de España.