Galicia
«Este dolor no hay morfina que lo aplaque»: la rabia de una enfermera ante la situación en los hospitales
Inés Lobeira compartió en Facebook su experiencia en el complejo hospitalario de Montecelo, en Pontevedra, y pide prudencia tras las reuniones navideñas
A la izquierda Inés Lobeira, junto a otra enfermera, en su puesto de trabajo
Lágrimas, dolor e impotencia: ese es el día a día en los hospitales diez meses después de la llegada del Covid. Inés Lobeira , enfermera desde hace 25 años en el Hospital de Montecelo, en Pontevedra , convive en cada turno con historias ... que nunca podrá olvidar. «Nos preparan para poner medicación contra el dolor físico, pero el dolor moral nos desgasta a todos, nos mina», confiesa a este diario, porque «no hay morfina que aplaque tanto sufrimiento». El pasado sábado, Lobeira sintió la necesidad de contar lo que ocurría en los hospitales, de puertas para dentro. Subió un post en Facebook , que terminó haciéndose viral, en el que contaba sus sensaciones, y también refería algunas de las historias que, bajo su triste y renegada mirada, pudo vivir de primera mano .
Un señor, que ingresaba en UCI con una neumonía «galopante» y que había perdido a su mujer a causa del virus, le rogaba que no le dejasen sufrir, tal vez porque su sufrimiento ya era demasiado. «Se trataba de un paciente muy consciente de lo que ocurría a su alrededor, y no paraba de preguntarnos '¿pero no hay nada que podáis hacer aquí [en planta]?' », recuerda la enfermera. «Solo quería no sufrir». Y esta solo es una de tantas y tantas personas que se han quedado viudas, que han perdido a su cónyuge a causa de este mal tan silencioso como implacable.
Recuerda también con cierto dolor que, hace apenas unas horas, consiguió que otro hombre, mayor, se descargase la aplicación de «WhatsApp». Desde allí, pudo llamar a su familia; en el coche se encontraban su mujer y su hija. El paciente, con principio de demencia, parecía recriminarles a ambas que no fuesen a buscarle: «¿Qué 'carallo' hacéis que no venís a buscarme?» , les decía. Pero su expresión de enfado cambió cuando vio a un pequeño en la parte trasera del coche. Era su nieto. «Su cara de rabia cambió por completo, cuando vio al niño su mirada era de alegría, y también de nostalgia», relata Lobeira. «Incluso acariciaba el teléfono», como si con ello consiguiese estar más cerca de su familia.
«Ver todo esto, día tras día, se te clava muy adentro», añade emocionada. Son profesionales sanitarios, han estudiado para ayudar a los demás, « pero no somos de piedra ». «Todos sufren por algún motivo en alguno de los momentos que pasan ingresados», especifica, por eso, cada uno de ellos «les deja una cicatriz ». Aún así, reitera su firme compromiso con una profesión que no necesita agradecimiento, ni una consideración especial, pero sí que se comprenda el sufrimiento que se vive dentro de los hospitales, algo que solo podrían entender aquellos que lo viven desde dentro.
La fortaleza de Lobeira solo se la ha podido dar ese cuarto de siglo de experiencia que la avala. «Trabajé en oncología, también en paliativos», apunta. «Allí viví momentos terribles, muy duros , pero no era lo mismo que lo que se vive con el coronavirus; ahora, son momentos de pánico». «El problema es que el paciente sabe por qué ingresa, pero desconoce como se desarrollarán los acontecimientos; eso, con el cáncer, aunque también es horrible e injusto, no ocurre, porque el enfermo puede pasar por todas las fases de asimilación , a no ser que sea demasiado rápido», matiza.
«No volvamos a juntarnos, por favor»
La Navidad «era necesaria a nivel psicológico». Volver a una normalidad tal vez ficticia y reunirse con los familiares «era necesario», reitera una y otra vez, «manteniendo el equilibrio ». Ahora, con las fiestas ya terminadas, pide precaución: «No volvamos a juntarnos, por favor», ruega a la población. El aumento de casos, «que ya empezamos a notar », no debe empeorarse por irresponsabilidades más allá de los estragos de Navidad.
Y para los negacionistas ni siquiera tiene palabras, «porque no quieren escuchar». Sí las tiene para los que están a su alrededor, a los que ruega que se alejen «de ellos y que no se corten» en recriminarles su actitud. «Si alguien está sin mascarilla en un bar, que no dude en decirle al dueño lo que está ocurriendo», porque es un trabajo de todos, conjunto. Así que, « por favor », seamos precavidos, sentencia Lobeira.