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Ciencia

La mandíbula de los Austria era fruto de la endogamia

Un estudio de la USC confirma que la consanguinidad estuvo relacionada con los característicos rasgos faciales de la dinastía

Retrato de Carlos I de España realizado en 1605 por Juan Pantoja de la Cruz ABC
Miguel Ruiz de Arcaute

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La máxima de la Casa de Habsburgo (1438-1740) para perpetuarse a lo largo y ancho de toda Europa fue, durante los tres siglos en los que se prolongó su reinado , prácticamente imbatible. Nadie podía entonces imaginar que la aparentemente audaz estrategia de engendrar descendencia a base de forzar enlaces entre los miembros más jóvenes de la dinastía sería, eventualmente, el motivo último de su extinción . Fruto de una política apuntalada y consagrada durante decenas de generaciones, Carlos II, el que fuera el último del linaje dinástico en España, murió sin sucesor al haber sido incapaz de procrear. La esterilidad confesa de la que adolecía fue solo uno de los múltiples impedimentos fisiológicos que lastraron hasta el fin de sus días al que posiblemente haya sido el rey más desdichado de la historia europea. Entre medias, otros rasgos, como el famoso « prognatismo Habsburgo », un labio inferior prominente o la caída de la punta nasal, fueron acentuándose conforme los perversos efectos de la doctrina endogámica iban haciendo mella en los sucesivos miembros de la saga.

Lo que hoy, medio milenio después, era algo que todo el mundo daba ya por hecho a pesar de no existir una base científica en la que apoyarse cambió la pasada semana. Un grupo de genetistas de la USC publicó en la última edición de la prestigiosa revista «Annals of Human Biology» los resultados de una investigación emprendida a lo largo de un año en torno a esa tesis. En ellos se confirman las sospechas : la consanguinidad y la aparición de deformaciones faciales en los Austrias fueron factores directamente relacionados .

Para llevar a término sus indagaciones, diez cirujanos maxilofaciales seleccionados para el estudio analizaron un total de 66 retratos de quince miembros de la dinastía, empezando por Maximiliano I (1459-1519) y terminando por Carlos II (1661-1700). En ellos detectaron, en diverso grado, hasta siete rasgos de deficiencia maxilar y otras once características especiales en lo tocante a la articulación mandibular. Partiendo de esa premisa, los profesionales establecieron un sistema de puntuación del nivel de luxación mandibular y de esa base extrajeron una serie de observaciones. María de Borgoña (1457-1482), mujer de Maximiliano I hasta su muerte y una de las integrantes más remotas de la dinastía, mostraba, por ejemplo, un menor grado de deformación en ambas variantes. Felipe IV , Rey de España y Portugal entre 1621 y 1640, presentaba una mandíbula algo más acusada. Y en otros, como el propio Maximiliano I, su hija, Margarita de Austria (1480-1530); su sobrino, Carlos I de España (1500-1558); o, muchas décadas más tarde, Carlos II , la luxación era considerablemente mayor.

La respuesta, según el estudio, en el que han participado 14 expertos, está (obviamente) en la genética. Cada persona hereda dos versiones de un mismo gen, uno por progenitor. En caso de que no sean iguales, es la variante dominante la que se impone a la información que contiene el otro, llamado recesivo. Debido a que los Habsburgo se casaron entre ellos durante décadas, los herederos tenían más probabilidades de recibir las dos versiones del gen recesivo (en el que estaba contenido el prognatismo), lo que eventualmente hizo que ese defecto se fuese manifestando con más y más facilidad.

Algo en lo que, sin embargo, no pudieron abundar los estudiosos fue en la implicación que tiene la endogamia en la merma de otras facultades, como por ejemplo las cognitivas . «Aunque hay una relación bastante directa y acreditada entre la consanguinidad y enfermedades mentales como la esquizofrenia, la depresión o el autismo, no hicimos un estudio serio porque para ello necesitas una muestra más grande», explica el investigador de la Universidad de Witwatersrand (Australia) Francisco Ceballos , uno de los artífices del proyecto. «Sí que es verdad, no obstante, que en el caso de los Habsburgo puede decirse que tanto en Carlos II como en Carlos de Austria , el hijo de Felipe II, quienes mentalmente fueron un tanto peculiares, los niveles de consanguinidad fueron muy, muy altos», añade.

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