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Juan Soto - El Garabato del Torreón

Se alborota el gallinero

Que nadie busque matices ideológicos ni diferencias estratégicas en el zafarrancho de En Marea

Estaba previsto: la gente de En Marea se apuñala por la espalda en las esquinas. Nada que no se diese por descontado. El navajeo presenta un perfil técnicamente novedoso, muy de estos tiempos: algunos implicados en la reyerta («personas indeterminadas pertenecientes al comité electoral de En Marea», se hace constar en la denuncia formal) entran en el fichero informático y extraen los datos de los afiliados con finalidad fácilmente imaginable.

Las Mareas gobiernan tres de las siete grandes ciudades gallegas. Tienen algún diputado provincial, gente en Madrid, asesores, paniaguados y maulas en nómina. Como los demás. Ni mejor ni peor. Lo que pasa es que las Mareas venían a higienizar la vida pública de Galicia. Lo predicaban a voces (y si se terciaba, a coces) en plazas, asambleas abiertas, pancarta en mano, con muchos vivas y muchas mueras. El idealismo en cabezas de chorlito (Ibárruri sobre Semprún) es soportable y hasta tiene su gracia. Lo malo es cuando el zarrapastro entra en despacho y pisa moqueta. Entonces, amigos míos, la cosa cambia.

Aquel zascandil que para ir tirando se conformaba con el sablazo, ahora, de repente, se ve con las posaderas en un sillón tapizado de terciopelo granate, nómina domiciliada y ujier que le abre la puerta y lo trata de don. Nunca tal se soñó el hombre. Sucede, además, que a la satisfacción de la billetera se une el goce orgásmico del nepotismo. ¡Ahí es nada el placer de tener barra libre para enchufar! ¿Habrá ser humano que esté dispuesto a renunciar a ese régimen de ceba y ensanche?

De modo que nadie busque matices ideológicos ni diferencias estratégicas en el zafarrancho de En Marea. La cosa es bastante vulgar: más de libro de contabilidad que de formulación de principios. Es el comportamiento habitual. Quien se sorprenda por estas cosas estará confesando su ingenuidad. No se trata de ajustar cuentas, sino de cuadrarlas: «Eu agora teño estes gastos e necesito estes ingresos». Y todo lo demás es literatura, como dijo —con excelente literatura, por cierto— el gran Verlaine en ocasión antigua.

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