Crítica
Tristán e Isolda en Les Arts: una intensa experiencia
«Un drama de acción minimalista, pero de hondura e intensidad insólitas hasta la fecha»
Una «Elektra» histórica en Les Arts
Joaquín Guzmán
VALENCIA
Como en pocas obras de arte, asistir a Tristán e Isolda supone sumergirse en una experiencia musical y dramática trascendente y, para ello, conviene tener predisposición a dejarse llevar durante más de cuatro horas por esa música circular que se resiste a ... acabar, y por un drama de acción minimalista, pero de hondura e intensidad insólitas hasta la fecha, que, finalmente, se impone y se resuelve.
Como en todo, el arrebato suele ir en consonancia con la entidad de lo ofrecido y en este caso, con este Tristán e Isolda, tras diez años de sequía Wagneriana en Les Arts, podemos concluir que la propuesta artística es más que satisfactoria y lejos de defraudar constituye un éxito sin paliativos para el teatro. Sin miedo a errar, buena parte de la culpa hay que atribuírsela a un James Gaffigan y a una Orquesta de la Comunitat Valenciana a la altura del enorme reto.
Empezando por la idea escénica de Álex Ollé, comulgo con la propuesta estética global. La oscuridad de la noche es omnipresente y siempre he percibido Tristán como una ópera nocturna. Omnipresente está siempre una enorme e imponente esfera que es a veces el astro lunar, otras pétrea fortaleza. Su presencia me recuerda al planeta que choca contra la tierra en la magistral película de Lars Von Trier, Melancolía, cuya banda sonora, primera casualidad, está recorrida por el preludio de esta ópera, que, segunda casualidad, se estrenó, en 2011, el mismo año de esta producción de la ópera de Lyon.
La citada esfera de varias toneladas, suspendida sobre los cantantes, en los dos actos extremos se presenta percibida desde fuera como fenómeno de la naturaleza, sin embargo, en el segundo, lo hace desde su interior, delimitando espacialmente, aunque en realidad se trata de un límite mental, el mundo en que «sobrevivirá» el amor entre los dos protagonistas, lo que vendría ser el noúmeno.
No me convence tanto la dirección de actores y especialmente me chirría el tramo final con momentos tan pedestres, que se ponen todavía más en evidencia en una obra como esta, como la entrada en escena de los personajes que llegan a Kareol, por el agujero de la esfera que, en el acto postrero, se ha transformado en una suerte de «estrella de la muerte», o el «rompedor» en el peor de los sentidos, estruendo de la escopeta que en esta producción se elige Ollé como el arma mortal. Cuesta comprender este capricho «contemporáneo» cuando la ambientación del resto de la escena está presidida por la atemporalidad.
Vayamos con las voces, un asunto del que se ha hablado estos días. ¿Escuchamos en este Tristán genuino canto wagneriano?, decididamente si ¿resultaron convincentes los principales roles en expresión y recursos vocales?, sin duda, ¿llegamos a cotas de excelsitud? Puntualmente, pero en términos generales no. Fue, sin duda, una notable función, pero no nos volvamos locos. Stephen Gould es un valeroso y veterano Tristán sexagenario que a pesar de ello todavía conserva una voz de sorprendente frescura. El fraseo es irreprochable, así como su torrente de voz de heldentenor, sin embargo, hay notas de paso cuya mate y en ocasiones extraña emisión ya no es la misma que la de antaño. Ricarda Merbeth, de hechuras vocales y expresivas absolutamente adecuadas, logra componer un personaje de gran credibilidad y plagado de matices expresivos, aunque luego la resolución no sea siempre la que uno soñaría, puesto que la colocación de la voz no siempre es del todo perfecta, con un vibrato en ocasiones demasiado abierto.
Sin estos peros estaríamos ante una pareja de referencia por el resto de cualidades. Ambos, además llegan, tras los temibles tres actos en buenas condiciones al desenlace final. Respecto al resto como Anger como rey Marke fue muy aplaudido como respuesta a su imponente y proyectada voz que traspasaba el muro orquestal con pasmosa facilidad, Claudia Mahnke es una buena Brangania vocal y escénicamente. Kostas Smoriginas cumple sobradamente con las exigencias de Kurwenal, Alejandro Sánchez excelente como timonel y dentro del buen nivel general Moisés Marín y Martin Piskorski. El coro masculino, magnifico, siempre fuera de escena y quizás demasiado alejado, lo que debemos achacar a la dirección escénica.
No podría citar otra obra musical en la que texto cantado y música construyan de una forma tan amalgamada un todo tan imposible de desmembrar. Gaffigan magistralmente lo comprende así y logra la cuadratura del círculo: ejerce el control para lograr el balance perfecto con la escena, pero a su vez hay arrebato, pasión, un sonido denso y, aunque pueda parecer difícil, hay también transparencia.
Gaffigan logra que percibamos los dos planos sonoros que salen del foso y la escena pero también que percibamos la unidad y que forman a su vez un todo inescindible. No existe obra operística en la que la idea que se tenga de la orquesta se asemeje más a un único instrumento que el director, como devoto oficiante ha de dominar para lanzar al espacio. Por ello resulta ocioso, en este caso, desligar solistas o familias para su merecido reconocimiento, salvo, claro está el fabuloso corno inglés-imposible tocar mejor esa infinita y triste melodía- de Ana Rivera, a la que en un bonito gesto Gaffigan ordenó subir junto a él al escenario para recibir el clamor del público que llenaba la sala.
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Jueves 26 de abril de 2023
Palau de Les Arts
Tristán e Isolda, drama musical en tres actos de Richard Wagner
Ricarda Merbeth, Stephen Gould, Ain Anger, Claudia Mahnke, Kostas Smoriginas, Moisés Marín, Alejandro Sánchez.
Voces masculinas del Cor de la Generalitat
James Gáffigan, dirección musical
Álex Ollé, dirección de escena
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