«Esto es lo de anoche. Gritaban, ponían música en los coches, y estaban entrando y saliendo del agua porque desde el apartamento se veían luces», comentan dos vecinas de unos treinta años mientras colocan sus pañuelos de playa junto a los restos del botellón .
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«Yo llamé a la policía», añade otra vecina en el corrillo que se ha improvisado alrededor de las botellas vacías, latas, envases de galletas y vasos de mojito... «Vinieron rápido, pero ya habíamos llamado el sábado... Nos dicen que vienen de Gandía porque allí hay toque de queda. Esto es un pueblo de veraneo familiar , no queremos esto, ni el ruido, ni la fiestas ni mucho menos la playa sucia».
Esta imagen se repite desde que arrancó el mes de julio casi cada noche. Decenas de jóvenes llegan a altas horas de la mañana a celebrar a los parques y playa de la localidad vecina a Gandía. Música, ruido y suciedad . Imágenes idénticas que cada noche atormentan a vecinos y preocupan al ayuntamiento y seguridad pública de la pequeña localidad.
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