Ciudadanos ante un futuro incierto: estigmatizados por Rivera, martirizados por Sánchez
El partido revive un debate trascendental en su historia: ¿cómo relacionarse con el PSOE?
Arrimadas presentará una lista de nombres para forzar a Bal a retirar su candidatura
El equipo de Bal quiere una retirada clara de la presidenta y su entorno para negociar una vía alternativa
Madrid
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Iniciar sesiónDespués de las elecciones andaluzas de 2018 Albert Rivera oteaba el nuevo panorama con cierta inquietud. Vox había irrumpido en el panorama con un gran resultado que condicionaba el histórico gobierno que Ciudadanos y el PP pretendían formar en el histórico feudo del PSOE. ... El entonces presidente de Ciudadanos valoraba que la existencia de un quinto partido de ámbito nacional podría servir a su formación para ocupar un centro puro. Pero no negaba ya en privado que Vox iba a comer espacio a su formación, que hasta ahora mordía al PP tanto en su espacio más centrista con su discurso centrado en la regeneración como por su derecha con el discurso centrado en la crisis catalana. «El votante Jusapol», se le llamaba entonces. Vox iba a entrar con fuerza en este último segmento limitando mucho el potencial crecimiento de Ciudadanos.
La moción de censura había descolocado a Ciudadanos. La estrategia de apoyar desde fuera a un Gobierno de Rajoy, mientras el nuevo PSOE del renacido Pedro Sánchez no terminaba de encontrar su sitio, estaba teniendo rédito en los sondeos. Albert Rivera era claramente una figura presidenciable cuando las urnas volviesen a abrirse. El contexto le favorecía. Seguía abierto el ciclo político en el que la regeneración era un activo. Y el discurso sobre Cataluña seguía en un planteamiento sencillo: a favor o en contra de la independencia.
Desde el acceso de Sánchez a la presidencia (junio de 2018) hasta las elecciones andaluzas (diciembre de 2018) tienen lugar los meses clave en el futuro de Ciudadanos. ¿Cómo relacionarse con un Pedro Sánchez con el que en el pasado se pactó pero que ha llegado a Moncloa con apoyo de los antagonistas de Ciudadanos? ¿Cómo relacionarse con Vox? Esas dos dudas marcan a Ciudadanos desde el trascendental 2019 y lo siguen haciendo a día de hoy. Exdirigentes del partido que hoy no dudarían en situarse al lado de Vox y en la oposición más visceral a Podemos llegaban a defender entonces que un partido como Cs tenía que posicionarse a la misma distancia de uno y otro. Eran tiempos de muchas dudas.
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A principios de 2019 en la sala de mandos de Ciudadanos empiezan a darse cuenta de que en todo el voto que va desde el PSOE hasta su derecha hay muchísima volatilidad. Tienen datos cualitativos de votantes que entres meses seguidos han pasado por Ciudadanos, el PP y Vox. Es en este contexto y esos datos los que José Manuel Villegas y Albert Rivera llevan a la Ejecutiva. Para proponer que Ciudadanos tiene que dejar claro que no pactará con Pedro Sánchez. El célebre veto a pactar con el PSOE que terminaría generando las primeras tensiones y dimisiones internas.
Fue Albert Rivera el primer político que acudió a la sala de prensa del Congreso para promover una movilización en las calles ante los primeros coqueteos de Sánchez con la mesa de diálogo y la figura del relator. Hoy, cuando Sánchez ha dejado ese escenario totalmente superado, las mejores voces de la derecha en relación a la crisis en Cataluña.
En aquella foto de Colón se volvieron a revivir las reticencias de Ciudadanos a compartir espacio físico y fotografía con Vox, como había pasado en Andalucía. Pero estaba ya claro que esas dudas respecto a Vox eran menores que las que despertaba el nuevo presidente del Gobierno. Habían pasado apenas tres años desde que Pedro Sánchez y Albert Rivera habían firmado el pacto del abrazo.
28 de abril. ¿Un espejismo?
Es cierto que después de esas dudas y de aquella decisión tan drástica se llegó al resultado del 28 de abril de 2019. 57 escaños y más de 4 millones de votos. En la sala de mandos de La Moncloa, entonces pilotada por Iván Redondo, se maliciaban con ese resultado. Uno de los asesores que trabajaban con él entonces principal gurú del presidente trasladaba una idea: «Con el PP cayendo a 66 escaños el resultado de Ciudadanos no es tan bueno». Vox ponía una semilla. 24 escaños. Andalucía no había sido un espejismo.
La motivación de la repetición electoral que pergeñó La Moncloa tenía la base en esa percepción de que el votante de Cs era muy volátil. En agosto de 2019 en Ciudadanos todavía estaban convencidos de que Sánchez e Iglesias llegarían a un acuerdo in extremis. No entendieron que una nueva ronda electoral perseguía reducir su base electoral. Algo que con distinta intensidad anhelaban los otros cuatro actores en liza.
Cuando la repetición ya es un hecho Albert Rivera protagoniza un acto en el que anuncia que tras la repetición electoral negociará con Pedro Sánchez si los votos le seguían colocando en posición de gobernar. Volvía a hacerse evidente la tensión respecto a cómo relacionarse con el PSOE. Cuando las encuestas ya apuntaban desgaste, pero muy lejos de lo que luego sucedió, seguía sobre Ciudadanos la presión de que debía ser un partido que debía poner la utilidad por encima de cualquier posición ideológica. Una demanda de pactos por encima de todo que nunca se le ha exigido a otro partido. A Rivera se le crucificó por no hacer lo que antes había hecho, pactar a un lado y a otro, y le había valido la etiqueta de veleta.
¿Por qué perdió Ciudadanos en apenas medio años más de 2,5 millones de votos? La creencia popular más extendida es que su declive fue por no apoyar a Pedro Sánchez. Evidentemente con pacto no habría habido repetición electoral. Pero esa conclusión es excesivamente simple. En primer lugar cabe recordar que Sánchez nunca buscó ese pacto. Pero ya se sabe que la historia la escriben los vencedores. En segundo lugar, es cierto que una fracción de su electorado, esencialmente la que se abstuvo en noviembre de 2019, sí habría entendido ese pacto.
Pero no es menos cierto que la mayoría de sus votantes apostó por PP y Vox. El PSOE no ganó votos y las encuestas postelectorales que se publicaron después certificaron una transferencia mínima de Cs hacia Sánchez. En el entorno de Rivera y todavía en el partido a día de hoy se piensa que fue más bien una combinación de factores. Primero no querer ese pacto con el PSOE. Descenso en las encuestas porque una parte de tu electorado quería evitar la repetición electoral. Segundo decir que si se vuelven a dar esos resultados pactarás con el PSOE. La puntilla demoscópica. Ya no era un partido útil ni para los que veían un mal menor el pacto con Sánchez ni para los que querían una oposición fuerte contra el PSOE.
Bal y Arrimadas. La última bala
En cualquier caso fueron las dudas sobre cómo relacionarse con el PSOE lo que llevaron al partido a ese resultado. Esas dudas siguen martirizando hoy a un partido que debate cuál es el mejor manera de revolverse ante un destino en clave de extinción.
Sorprendentemente, cuando las previsiones más generosas hablan de lograr tan sólo un escaño en el Congreso de los Diputados, Ciudadanos, que ha debatido estos meses incluso un cambio de nombre, no olvida a su viejo fantasma: el PSOE y Pedro Sánchez. El movimiento de Edmundo Bal para acelerar el final político de Inés Arrimadas ha recuperado ese elemento como debate interno. «No podemos ser subalternos del PP», dice Bal. En el entorno de Arrimadas insisten en que se trata de un choque «ideológico» entre dos concepciones. La de Bal, que pone en valor la utilidad como bandera aunque ello suponga pactar con el PSOE. Y la de Arrimadas que cree que esos pactos deben ser limitados y siempre que se atraiga al PSOE a sus posiciones «y no para desnaturalizar las nuestras».
No es menos cierto que desde que Arrimadas lidera el partido, por una cuestión práctica, la formación ha planteado la estrategia de no oponerse de entrada a cualquier cosa que traslade el Gobierno. La actual presidenta no puede escapar tampoco de ese fantasma. Ella ha promovido acercamientos con Sánchez. La mayoría de ocasiones no correspondidos.
En el equipo de Arrimadas defienden haber negociado los estados de alarma, la reforma laboral y haber intentado los Presupuestos de 2020. Pero critican haber apoyado la ley del sí es sí, aunque eso implícitamente signifique reconocer que su autoridad no es total. Culpan a Bal de esa posición y también aseguran que hubo debate sobre la ley de Memoria Democrática. «La distancia con Edmundo no es enorme. Pero se trata de llevar al Gobierno a tu terreno, no de desnaturalizar tu posición».
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El choque actual, no obstante, es menos ideológico de lo que se quiere vender. Las dudas sobre la continuidad de Arrimadas motivaron a Bal a adelantarse para evitar o bien que la actual presidenta apareciese al final del proceso de refundación como única opción o bien que se tutelase un relevo hacia Begoña Villacís. La vicealcaldesa de Madrid tiene mucho que decir en la resolución del conflicto.
Arrimadas ha dicho que sólo impulsará una lista alternativa si Bal no retira su candidatura. El vicesecretario general no tira la toalla. Pero ha abierto la puerta a una tercera vía que evite el choque frontal. Pero con condiciones: ni Arrimadas ni su entorno directo pueden seguir en la toma de decisiones ni con el foco en el parlamento.
«Eso es una locura. En el Congreso la distancia de Arrimadas con el resto es abismal», dicen en la actual cúpula. Tampoco aceptarán vetos a figuras del entorno de la presidenta como el diputado Guillermo Díaz. Fuentes del equipo de la presidenta confirman a ABC que en los próximos días se le va a presentar a Bal una lista de nombres susceptibles de ocupar los cuatro nuevos cargos de la cúpula naranja: portavoz político, secretario general, vicesecretario general y coordinador nacional.
La cuestión es que en los últimos días, en los que ha bajado la intensidad pública, las posiciones no se han acercado. Y la sensación es que no hay nombres incuestionables. El de Villacís lo sería. Pero ella, al igual que Bal o Arrimadas, no cumpliría el precepto de «caras nuevas» que el partido busca. Abrirse a liderazgos menos reconocidos pero también menos incuestionables no facilita el consenso. Hay nombres que se van a poner estos días encima de la mesa en la búsqueda de consenso. Ahí van algunos: Adrián Vázquez, Guillermo Diaz, María Muñoz, Dimas Gragera o Patricia Guasp. Las figuras de Villacís, Paco Igea o Carlos Carrizosa sobrevuelan el proceso. O Jordi Cañas, que sigue siendo un referente nostálgico. Se empieza a oír estos días de nuevo el nombre de César Zafra, el hombre del aparato del partido en Madrid hasta la debacle electoral. No se podía perder esta fiesta Juan Carlos Bermejo, de profesión outsider.
Si Bal no percibe que Arrimadas da un paso atrás y quiere tutelar la nueva etapa no retirará su candidatura. En su entorno hay quienes quieren una retirada completa de la actual presidenta. Algo que no va a suceder. «No vamos a dejar el partido en manos de Edmundo Bal», dicen. Vienen días claves para resolver el puzzle. De lo contrario, el choque está servido. Y puede ser el último.
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