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José Rosiñol - Tribuna Abierta

Macartismo en Cataluña

En Cataluña, este macartismo (¿soft?) lo vivimos en carne propia con la estigmatización de ser de «extrema derecha»

Hacer política desde la sociedad civil no encuadrada en un plan prestablecido te da una visión privilegiada y, muchas veces, ingenua de la realidad. Bien es cierto que de vez en cuando alguien se te acerca y te susurra al oído: «Algo huele a podrido ... en Cataluña»; pero quienes, como yo, creemos profundamente en la democracia, pasando por la formalidad «rawlsiana», la deontología kantiana y acabando en el utilitarismo humanista de Mill, nos solemos tomar esos comentarios como bienintencionadas exageraciones, como algo inconcebible en una democracia moderna, donde las libertades del ciudadano son algo tan sustancial al sistema democrático que nadie, por muy convencido que esté, por muy ideologizado que sea, nunca entrará en la «sagrada esfera privada» del individuo. Nunca nadie vería violadas sus libertades negativas, ni sería sometido a ningún tipo de despotismo de la costumbre.

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