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PSOE y Junts, destinos convergentes
En la degeneración sanchista del PSOE concurren circunstancias similares con los últimos tiempos de Convergència
Artículos de Sergi Doria en ABC
Barcelona
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Iniciar sesiónLas postrimerías corruptas del sanchismo denotan cierto paralelismo con los últimos tiempos de Convergencia. Jordi Pujol dejó la presidencia de la Generalitat en 2003 y pasó los bártulos a Artur Mas. Le encargó calentar el sillón hasta que su hijo Oriol estuviera en condiciones ... de proseguir la dinastía norcoreana que el Patriarca inauguró en 1980. A partir de ese momento, el devenir de Convergencia fue un itinerario, recto y sin pausa, hacia la disolución. Asediada por los episodios de corrupción, aquel movimiento nacido en Montserrat enfilaba el camino del infierno; fragmentos de un Apocalipsis en sumarios judiciales. Se han cumplido veinte años de la intervención de Pasqual Maragall en el Parlament, cuando el cobro de comisiones por la concesión de obra pública embadurnaba a los convergentes: Ustedes tienen un problema y ese problema se llama 3 por ciento. Un 3 por ciento que Fèlix Millet, saqueador jefe del Palau (23 millones de euros), elevó al 4 por ciento que pagaba Ferrovial con el siguiente desglose: 2,5 por ciento para Convergencia, 1,5 por ciento para Millet y Montull por su mediación.
La confesión de Pujol, 25 de julio de 2014, acerca del dinero evadido por su padre Florenci, actuó de puntilla. Se imponía con urgencia el passi i disimuli (pase y disimule). Un año después, el juez dictaba el embargo de una veintena de sedes de Convergencia por el caso Palau. Para disimular tanta putrefacción los nacionalistas mutaron en independentistas: la bandera taparía la cartera. Abrazado a la CUP, Òmnium y la ANC, Mas cubrió con una estelada el ataúd del pujolismo, una derecha católica que jugaba sus cartas en Madrid: estirar la cuerda sin llegar a romperla. Lo que se conoció como el peix al cove. En 2016 Convergencia cambiaba de nombre para mutar en Partit Demòcrata Europeu Català (PDCAT): el chollo del «oasis catalán» había durado cuatro décadas.
A Convergencia la destruyó la corrupción y el liderazgo absoluto de un Pujol que no permitió que nadie le pudiera hacer sombra. El efecto abrasivo de su carisma segó la hierba a Ramon Trias Fargas, Miquel Roca, Josep Maria Cullell, Joaquim Molins y cuando al patriarca le llegó el otoño, no hubo nada. Su hijo Oriol fue condenado por cobrar comisiones en el caso de las ITV; los Pujol Ferrusola fueron distinguidos por el instructor como organización criminal. El final de todo aquello derivó en Junts, formación de hechuras sectarias que mangonea el Bifugado Puigdemont.
En la degeneración sanchista del PSOE concurren circunstancias similares: hiperliderazgo que ha impedido un banquillo (sucesorio), con jerarcas del partido camino de otro banquillo (judicial). Una década larga de corrupción irradiada desde las secretarias de organización (Ábalos y Cerdán). Y la misma reacción: para desviar el foco de los delitos los nacionalistas catalanes entonaron el España nos roba y el derecho a decidir; el sanchismo insinúa lawfare y atemoriza al electorado con la agenda reaccionaria de la derecha y la ultraderecha.
Destinos convergentes. El mismo Sánchez que libró de la trena a los partidos independentistas que fracasaron en el golpe de 2017 y los puso de nuevo en circulación acaba siendo el rehén de sus votos para mantener el quimérico gobierno de coalición progresista. Más cercanos a la secta populista que a una organización democrática europea, al PSOE y Junts no les van a faltar temas de conversación. Pronto sabremos qué ofreció el electricista Cerdán en sus viajes a Suiza y qué les va a conceder el desesperado Sánchez. Hay que seguir avanzado, reiteran los valedores del resistente al mismo tiempo que esquivan la foto que ilustra su colaboracionismo. Nunca el verbo avanzar fue más peligroso.
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