spectator in barcino
Palinodia independentista
Solo quienes cultivan la autocrítica y admiten los errores que condujeron a la derrota piden perdón; nunca los adictos a la retórica barata que siguen okupando la política catalana
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Iniciar sesiónPedirán perdón? escribí en la Diada de 2020. A tres años del golpe a la legalidad constitucional española, el secesionismo guardaba distancias por la pandemia y también, todavía, con la realidad. A un lustro del 2017 de leyes transitorias, asedio a la consejería de Economía, ... fake-referéndum, huelga general jaleada por la Generalitat, el gobierno de Esquerra no piensa conmemorar el aniversario de aquel 27 de octubre, cuando Puigdemont proclamó y suspendió en ocho segundos la cacareada república catalana. Luego se dio a la fuga.
¿Cabe celebrar tal cobardía? Al margen de los viejunos campistas de la ANC y la secta juntera, rememorar la independencia «en forma de república» solo mueve a la hilaridad.
«Pase y disimule» era el planiano título del Spectator de la semana pasada y la consigna para estos tiempos de repliegue separatista. Útil, pero acomodaticia: lo más ético sería formular la pregunta de inicio: ¿Pedirán perdón? Solo quienes cultivan la autocrítica y admiten los errores que condujeron a la derrota piden perdón; nunca los adictos a la retórica barata que siguen okupando la política catalana. Lo que los griegos bautizaron como «palinodia»« requiere valentía: »Retractación pública que una persona hace de algo que había dicho o escrito; reconocer el yerro propio, aunque sea en privado« según el diccionario.
Pongamos un ejemplo y excepción que confirma la regla (no reconocer los errores): 'La mentida més bonica' (Proa) de Francesc Serés (Saidí, 1972), uno de los autores más consistentes de la literatura catalana cuyo independentismo sincero no le impide entonar la palinodia en clave novelesca.
Sus trasuntos literarios son Marina y Carles, dos profesores de Secundaria del Penedés que se jubilan en pleno ocaso del 'procés'. La jubilación no se limita a sus menesteres docentes; también afecta a la década en que corearon las toneladas de mentiras de la autodenominada «revolución de las sonrisas». En aquel calendario de fechas históricas la adrenalina de la emocionalidad coartaba todo atisbo de racionalidad: la ristra de proclamas rimbombantes que excitaba la épica acabó en el estribillo de un paródico desengaño. «Estado Mayor», «Las calles siempre serán nuestras», «»Cuanta dignidad«, »El voto de tu vida« o »Nosotros somos el sueño« suenan ahora a chiste.
«¿Tú crees que alguien pedirá perdón? Algún día, quiero decir, si alguien admitirá que mintió y pedirá perdón», inquiere uno de los personajes. De momento rige el «pase y disimule» propio de la hipocresía autóctona. El independentismo sabe que todo fue un fraude, pero calla por soberbia o la avaricia de la nómina conseguida con el carné en la boca. «A estas horas creo que no hay nadie que no lo piense, que nos tomaron el pelo. Todos lo pensamos, de una manera o de otra. Los hay que han ido cayendo del caballo poco a poco, los hay que han recapacitado y lo han frenado hasta que se ha detenido y los hay que nos hemos pegado la hostia de nuestra vida», escribe Serés.
Cuántas energías dilapidadas. Primero fue el «embate» con un Estado Español tachado de represor, demófobo y autoritario; después fracturar la convivencia entre los propios catalanes… Y ahora batallan entre independentistas, aunque intentan prorrogar el cuento de la lechera hasta el infinito.
Vuelve a hablar Serés en su honesta palinodia: «Los partidos han competido para huir hacia adelante otra vez, como los mejores tiempos de antes del referéndum. Han tenido que crear argumentos para sostener a los anteriores en aquellos tiempos en que cualquier mentira era buena porque todo avanzaba tan aprisa que la voracidad del presente creaba la mejor estafa piramidal que se ha visto en las últimas décadas».
Estafa piramidal que jalearon docentes, historiadores, escritores, periodistas, sanitarios, economistas, actores, filósofos… El protagonista de 'La mentira més bonica' es profesor de Historia: «No se debería haber dejado llevar por eslóganes, por malditos días históricos con los que políticos y medios marcaban el transcurso del tiempo. No existen días históricos, para la Historia, es la primera lección que extrae todo el mundo que la estudia, ningún día es nada sin el anterior, cada ayer condiciona el mañana…»
La realidad del independentismo estaba la semana pasada en la plaza Cataluña: unas cuantas tiendas de campaña baratas ornadas con banderas negras, esteladas y pancartas con lemas campanudos. Jubilados que pretenden alargar un patético juego de rol; creerse héroes en una trama que ha dejado de interesar a sus nietos.
Habla otro personaje de la palinodia de Serés: «No tengáis ninguna duda, mañana mismo querría la independencia. O la quería, porque a estas horas todo me produce una ilusión relativa, también lo tengo que decir. 'Los míos' comienzan a darme tanto miedo como los otros, quizá porque los miro de cerca y los veo con más defectos. Unos parecen una secta, otros una banda y los terceros un esplai».
Claridad y honestidad. ¿Pedirán perdón? Lean esta novela.
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