SHAMBHALA
Google y el Govern dejan a Antich sin trucos
Al que decía que era el único exdirector de 'La Vanguardia' que se había reinventado se le desmonta el chiringuito sin el patrocinio público y una vez puestas las furcias de cara a la pared
Artículos de Salvador Sostres en ABC
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Iniciar sesiónEl «mig amic» Antich, director de Elnacional.cat, agit-prop total, que pasó de valido del PP a ariete del independentismo, y que como el padre de Peret en la canción, «inclús li havia venut 'trajos' a algun guàrdia civil», ha ido perdiendo las subvenciones ... de las también pedidas administraciones independentistas y ha visto cómo le caía sensiblemente tráfico desde que Google ha cambiado su algoritmo para frenar a las webs sensacionalistas del perro come puta. «Diente de oro» se está quedando sin trucos. ERTE mediante, regresa a la realidad.
Al que decía que era el único exdirector de 'La Vanguardia' que se había reinventado se le desmonta el chiringuito sin el patrocinio público y una vez puestas las furcias de cara a la pared. Tantos, tantos hombres en Cataluña que hay que ver en lo que quedan sin el artificio de la causa y sin el dinero de todos. Tan valientes que parecían, «ho teníem a tocar», y ahora su masculinidad demediada, postergada, reducida com la plantilla.
Antich es el que de un modo más sordo y constante, más oportunista, más arribista, ha encarnado la cultura del pelotazo en Cataluña. Fue el más listo de la clase en la Seo de Urgel y llegado a Barcelona, «enredant per allà i enredant per aquí», como el gitano de la canción de Peret (por eso le llamamos «el mig amic Antich»), se ha ido haciendo un nombre en el submundo periodístico del tirón de bolso y la información usada como un pincho entre presidiarios, y con la transacción como único paradigma. Antich fue el primero en convertir el periodismo en un bazar, no chino sino marroquí, y a lo largo de su vida ha hecho negocios hay que reconocer que jugosos, por cuenta ajena y propia, sin ningún escrúpulo, aprovechando la degradación de la vida pública que causó primero el nacionalismo y luego el independentismo; y que ahora empieza a remitir gracias a la higienización del gobierno de Salvador Illa.
Decir que has reinventado el periodismo en Cataluña, y sobre todo el negocio del periodismo en Cataluña más allá de 'La Vanguardia', son ganas de ponerte en un lugar de la conversación que cualquiera con dos dedos de frente sabe que no te conviene. Nadie es capaz de competir en serio por la centralidad que el periódico de los Godó ocupa, ni por su relación con las distintas administraciones, sean del color que sean. 'La Vanguardia' y sus periodistas pueden gustarte más o menos, pero no puedes no reconocer su liderazgo. Puedes pensar que hay maneras mejores de escribir -yo lo pienso y por eso escribo de un modo completamente distinto- pero no puedes negar que este periódico ha entendido mejor que ningún otro las frecuencias por las que emite la por otra parte deplorable sociedad catalana y ha sabido adaptarse a ellas a cada momento de un modo exacto. Pujol supo crear Convergència i Unió a imagen y semejanza de los catalanes y Javier Godó ha sabido hacer exactamente lo mismo con La Vanguardia. En todos los sentidos y en todas las realidades. En la gala anual del Grupo Godó, celebrada el lunes en Barcelona, el Rey estuvo muy afectuoso con Pedro Sánchez: hasta lo acompañó a la salida, porque el presidente se marchó primero. El PP, y es penoso tenerlo que decir, estuvo y está más desorientado que nunca. Ni Michavila, que es su sociólogo de cabecera, está hoy seguro de que Alberto Núñez Feijóo llegue a ser algún día a La Moncloa. Cada vez que a la derecha española le entran las prisas, se le escapan los votantes.
Sea como sea, no sólo en Cataluña sino en toda España, una convocatoria como la del lunes sólo se la puede permitir 'La Vanguardia'. Cuando te echan de aquella casa has de aceptar que tu vida tendrá a partir de aquel momento un inevitable componente de nostalgia. Lo de Antich y su presunto reinventarse me recuerda a lo que dijo el presidente Trump en la Cena de Corresponsales, que solía pensar que los demócratas estaban locos por decir que también los hombres teníamos la regla, hasta que conoció a Tim Walz.
He dedicado a Antich más atención que a la mayoría de los demás periodistas. No sé si he escrito tanto de algún otro como de él. He de aclarar que no me debe nada, ni me ha hecho nada y que todo se debe a mi interés. Al interés y por supuesto fascinación que me suscita. De un lado, lo listo que es y la habilidad que en muchos momentos de su vida ha tenido para hacerse el imprescindible con el poder. Es una habilidad que comparte con su íntimo amigo Jaume Giró. Los dos vienen de muy abajo y los dos han tenido esta actitud servil, Jaume más con los empresarios y Jose más con los políticos, aunque ha habido de todo en ambos casos. Esta actitud servil, alfombrada, este hacerse los imprescindibles, y en cierto modo acabarlo siendo, les permitió durante décadas ascender hasta muy cerca del poder. Jaume Giró lo consiguió en Gas Natural, Repsol y La Caixa (lo del Barça no fue tal porque Laporta le tomó el pelo para aprovecharse de su dinero; y lo de la política menos porque Puigdemont siempre lo vio con desprecio). Antich lo consiguió en 'La Vanguardia' y también en el entorno de los presidentes Artur Mas, Quim Torra (menos) y Carles Puigdemont. Su relación con el PP durante la época de Aznar y con Jordi Pujol mientras fue presidente fue también muy singular y decisiva para su carrera. Esto tiene interés, o por lo menos para mí lo tiene, porque tanto Giró como Antich no son más que dos vendedores de pócimas milagreras sin ningún tipo de clase ni de bagaje cultural, sin ninguna personalidad estimable que vaya más allá de los cuatro trucos del carterista y del ratero (esto último, sobre todo, Antich), y por lo tanto su ascenso tiene mucho más mérito, al haber sido capaces de cautivar, marear, dominar a muchos muy importantes y con muy poco. Ahí han estado, donde no era fácil estar. Pretenciosos, pedantes, redichos. Jaume, más cursi. Antich, más navajero. Los dos con unas ínfulas muy por encima de sus posibilidades y con una nula conciencia de sus limitaciones.
Luego, en la caída, también se han parecido: ambos guardan un resentimiento atroz a sus antiguos patrones. Antich todavía no ha entendido que fue un empleado y no el hijo de Javier Godó. Jaume todavía piensa que que dispone de las mismas cualidades que Isidro Fainé. Los dos han dejado un recuerdo horrible en sus antiguos puestos de trabajo, tanto en los jefes como en los empleados. Aquí mi interés por ellos es el mismo pero al revés: y el mérito que les reconozco en su enredo para ascender se vuelve estupefacción, pero igualmente intensa, por la inocencia, y la poca inteligencia de acabarse engañando también a ellos mismos, hasta perder totalmente la referencia de lo que en realidad son y del alcance real de su fuerza. En ambos fue paradigmático el lamentable espectáculo que dieron, delante de sus patrones, el día que casaron a sus hijas. El despliegue de pompa e invitados, muy parecido al de Aznar -otro menor crecido-, fue de una imprudencia que no sólo podemos atribuir a la temeridad, sino necesariamente a un tipo de idiotez muy de los de su calaña, y que es letal cuando se acaba manifestando, porque lo hace con todo su esplendor, hasta la destrucción absoluta.
Giró está recaudando fondos para crear un nuevo partido político. Antich está echando a gente de su redacción y sin ser consciente de que el problema no es que el agua esté fría y que lo que le matará será la caída. Hay una ratería catalana, muy de pueblo, muy ligada al resentimiento social y nada ajena al auge del independentismo (y a su caída) que brilla en «diente de oro» cada vez que hace una mueca y todavía algunos incautos creen que es que sonríe
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