Los 'herederos políticos' de Pujol: Del gran invento a la gran mentira
Convergència, el gran proyecto de Jordi Pujol, ha acabado diluido en varios grupúsculos que solo tienen en común su carácter nacionalista

Jordi Pujol Soley. Estudió para médico y no ejerció. Quiso ser banquero y acabó con Banca Catalana: mal. Probó con la prensa y tuvo que cerrar el semanario 'Destino' y 'El Correo Catalán'. Podría haber disputado la presidencia del F. C. Barcelona –uno de ... sus acólitos, Agustí Montal, preparó el terreno con el fichaje de Cruyff– pero lo suyo era encarnar Cataluña.
Estertores del franquismo, año 1974 de la ejecución de Puig Antich y flebitis del Caudillo: burgueses catalanistas aprovechan la celebración en Montserrat del 75 aniversario del Barça para gestar un nuevo partido. Entre banderas azulgrana y catalanas andan Pujol, ídolo del activismo antifranquista que en 1960 fue a la cárcel por entonar el 'Cant de la Senyera' en el Palau de la Música; el tecnócrata Miquel Roca; los democristianos de Antón Canyellas que se iría a la UCD y los de Coll i Alentorn, la histórica Unió que compondrá con Convergencia la exitosa CiU.
El nuevo partido venía del catolicismo (Crist Catalunya), el carlismo, la derecha catalanista (aquella Lliga reciclada en franquista), pero seguirá con la cantinela de que la guerra civil se hizo contra Cataluña: el 43% de los alcaldes franquistas que concurrieron a las municipales de 1979 irán en las listas de Convergencia. Defendería a las élites de siempre, pero blasonaría de socialdemócrata «a la sueca». Tal afirmación detonó la ironía de Josep Pla: salía a la calle y no veía ningún sueco, observó el ampurdanés.
Convergencia Democrática de Catalunya (CDC) era un buen invento: capturar votos en la derecha, centro, izquierda moderada; pero, sobre todo, devenir en movimiento nacionalista con líder carismático: Jordi Pujol, la encarnación de Cataluña. Seducir a apolíticos y centristas levemente catalanistas se consiguió; la emigración del cinturón rojo de Barcelona era otra cosa. Aunque Pujol afirmara que «catalán es todo aquel que vive y trabaja en Cataluña» sus escritos xenófobos lo desenmascaraban.
El invento dio para tres largas décadas: Pujol recibió votos de los suyos y de catalanes no nacionalistas que veían en él un político de Estado: aquel «tranquil Jordi tranquil» del Rey la noche del 23-F.
Contra el Gobierno central
En 1984, año orwelliano de su mayoría absoluta, Pujol se revolvió contra la querella de Mena y Jiménez Villarejo por la quiebra de Banca Catalana, que costó 300.000 millones de pesetas al Banco de España y el Fondo de Garantía de Depósitos. Acompañado de su esposa, Marta Ferrusola, un Pujol peronista arengó a sus adictos desde el balcón de la Generalitat: «¡El gobierno central ha hecho una jugada indigna!». El banquero fracasado concluyó con una bravata: «A partir de ahora, de ética y moral hablaremos nosotros…» Banderas, cantos del Segadors e insultos al Estado Español. Moraleja: Criticar al nacionalismo o denunciar sus corruptelas extractivas era atacar a Cataluña.
Con la mayoría absoluta comenzaba lo que Tarradellas denominó «dictadura blanca», el régimen de Pujol: victimismo como «modus operandi», bovina fidelidad clientelar y mercadeo de apoyos a los partidos nacionales gobernantes. El Oasis Catalán que idealizó la prensa subvencionada y bendijo una izquierda en pos de la «bendición» nacionalista era una ciénaga, aunque preferible a las metralletas etarras. El pujolismo no se declaraba independentista, sus cachorros sí: los Pujol junior, Forn, Rull, Turull, Madí, Homs murmuraban «hoy paciencia mañana independencia».

El invento funcionaba mejor en el agro carlista que en la urbe liberal. Atento al «contrapoder« municipal de Pasqual Maragall, Pujol abolió en 1987 la Corporación Metropolitana de Barcelona y concibió el Programa 2000 para la infiltración nacionalista en toda la sociedad. En lo cultural, «fiestas populares, tradiciones, costumbres y trasfondo mítico». En la educación, control de la composición de los tribunales de oposición al funcionariado; «catalanización» de profesores, alumnado y «ampas». En lo económico, organizaciones sindicales y empresariales sumisas; en lo judicial, «criterios nacionales« en justicia y orden público. La matriz del 'procés'.
El 25 de julio de 2014, cuarenta años después de la gestación de Convergencia –la inscripción oficial fue en 1976–, Pujol confesaba que mantuvo sin declarar durante décadas un capital en el extranjero que le dejó su padre. Florenci Pujol, «el Pujolet de la bolsa», fue condenado en 1959 por evasión de capitales a Suiza. El año de fundación de Banca Catalana. El pasado siempre vuelve.
Artur Mas se había cargado el invento. La corrupta Convergencia se camuflaba en el PDeCat, se disolvía en Junts pel Sí
El retorno al pasado pilló a Convergencia a la deriva por territorios inexplorados. Se demostraba que en materia de corrupción –caso Casinos, 3 por ciento, saqueo del Palau, clan Pujol Ferrusola– no sabe de hechos diferenciales.
Hasta que dejo la presidencia en 2003, Pujol consiguió que nadie le hiciera sombra. A Trías Fargas y Roca –los mejor preparados– los inmoló en las municipales ante un socialismo imbatible; Mas guardaba la silla para Oriol Pujol (no la ocuparía por el caso ITV).
La confesión del Patriarca aguó el Tricentenario de 1714 del independentismo endiosado. Desde 2012, con el órdago del pacto fiscal a Rajoy, Mas iba de aprendiz de brujo. «Me imagino a Cataluña siendo la Dinamarca del Mediterráneo», proclamó tras haber recortado con su gobierno «de los mejores» la sanidad catalana. Para desviar la atención activó el proceso independentista. «¡President ponga las urnas!», clamaba Carme Forcadell al frente de la ANC.
Urnas en las calles
La consulta del 9-N de 2014 con urnas de cartón culminó con un abrazo de Mas al cupero David Fernández. Burgueses coqueteando con la ultraizquierda. En noviembre de 2015, Antonio Baños, entonces portavoz de la CUP, decía no a la investidura de Mas.
De poco sirvió a Mas «el Astuto» travestirse en caudillo de la 'revolución sonriente'. En enero de 2016, la CUP acordaba con Junts per Sí investir a Carles Puigdemont. Benet Salellas, abogado antisistema y propietario gerundense, envió al Astuto «a la papelera de la Historia».
Mas se había cargado el invento. En las manifestaciones mandaban la Asamblea Nacional Catalana y Òmnium Cultural. La corrupta Convergencia se camuflaba en el PDeCat, se disolvía en Junts pel Sí (Mas de número cuatro para acabar en la secta de Junts per Catalunya: flequillo de Puigdemont, magia de Borràs, espacial Puigneró, lastimero Llach, gasolinero Canadell…)
Una silente burguesía regalaba la calle al separatismo, como si en el 36 Cambó hubiera cantado «A las barricadas». La sombra del 6 de octubre de 1934. Quim Torra evocaba a los fascistoides hermanos Badia. «El pueblo manda el gobierno obedece», gritaba la masa.
División
Invento y mentira comparten campo semántico. El invento puede remitir a genialidad o a fantasía. Mentira solo puede ser fraude. Convergencia fue un buen invento para ganar elecciones. Ahora solo queda la mentira.
Los herederos de Pujol, aquellas Juventudes Nacionalistas que boicotearon los Juegos del 92 con pancartas de 'Freedom for Catalònia' dirigieron el cotarro con una sarta de mentiras hacia la «independencia en forma de república». «Estructuras de estado» que no existían; empresas que se pelearían por venir a la Dinamarca del Sur (huyeron seis mil); complicidad de la UE que ignoró a los sediciosos de 2017…
La antigua Convergencia se ha desgajado en grupúsculos, aunque el grueso de sus muñidores conspira en Junts, mezclados con los oportunistas y la bronca callejera de CDR y antisistema.

El delirio es tal que acusan a Esquerra de traición. Con Laura Borràs en la presidencia –aguarda juicio por corrupción– y el apparatchik convergente Jordi Turull de secretario Junts es una formación asamblearia y antisistema. Revolucionarios con casa en la Cerdanya simpatizan con la CUP. ¿Su destino político? El banderín de enganche de la Asamblea Nacional Catalana: el «cuanto peor mejor» de la antipolítica: forzar elecciones y otra declaración unilateral de independencia.
En Esquerra se frotan las manos. Pere Aragonès Garcia. Promete gobernar para la «Cataluña entera», pura neolengua. No se refiere a la Cataluña de todos sino a la Catalunya nacionalista, su Catalunya (monolingüe, victimista). La misma Catalunya de Pujol. Ese es el objetivo de Esquerra: volver a ser «pal de paller» (el régimen). Reactivar el invento. La nueva Convergencia.
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