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Enrique Tomás: «El jamón malo es mi única competencia»
El empresario jamonero líder en España cerrará 2022 con 84 millones de facturación y acaba de abrir su tienda número 75 en territorio nacional
Barcelona
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Iniciar sesiónNo empezó en un garaje, como la mayoría de emprendedores venden, pero desde pequeño ayudaba en la charcutería de su padre. En la adolescencia había ahorrado lo suficiente para abrir su propia tienda y, cuando quiso darse cuenta, su nombre figuraba entre los máximos embajadores ... del cerdo ibérico en España. Enrique Tomás (Badalona, 1966) es un obseso del jamón. No ha pensado en otra cosa durante su vida. Ha escrito libros sobre el tema, servido en las mejores mesas del planeta y, en la actualidad, atesora un imperio que cerrará 2022 con una facturación de 84 millones de euros.
«Yo le digo al mundo que, para comer un mal jamón, busquen otra cosa», bromea señalando uno de sus curados, suave, bermellón, con filtraciones de grasa blanca rosada. «Cuando el ibérico es de baja calidad la gente tarda en engancharse», lamenta. «Por eso digo siempre que el jamón malo es mi única competencia», señala el empresario, que para todo guarda una ocurrencia.
El idilio entre Enrique y el jamón se fragua en Badalona, hace más de 40 años. Por aquel entonces trabajaba en la pollería de sus hermanos, atendía en el ultramarinos de su padre y, como todos los niños, ayudaba en casa como podía. Cuando su hermano mayor se cansa del negocio, por asuntos de pareja, el joven Enrique toma las riendas de la pollería y, de un día para otro, pasa a ganar 50.000 pesetas al mes. «El equivalente a 10.000 euros con solo 14 años», apunta. Una auténtica barbaridad.
De lo que nunca tuvo tiempo es de ser niño. A los 14 era ya empresario, una suerte de 'businessman' precoz. Se movía en taxi por Badalona, una de las ciudades con mayor índice de pobreza en la Cataluña de los años 80. Cuando tuvo la oportunidad, heredó la charcutería de su padre en el mercado de la Salut, en pleno centro, donde se dio cuenta del verdadero potencial de su producto.
«Aprendí que el jamón es diferente al resto de embutidos. La gente lo compra para disfrutar, no para alimentarse», admite a ABC, el empresario, que se remite nostálgico al día en que una clienta apareció bien vestida, con su marido del brazo, para comprar el mejor ibérico de la tienda. «Uno se da cuenta rápido que tiene entre manos un producto distinguido, casi de lujo, a la altura del mejor caviar o del salmón», remarca.
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Las ventas seguían creciendo, los clientes satisfechos regresaban y traían nuevos, pero el horario del mercado municipal no daba para más. El verdadero punto de inflexión llegó cuando decide especializarse de una vez por todas. Abrió en La Farga (L'Hospitalet de Llobregat) su primera jamonería. Un espacio dedicado cien por cien al producto ibérico donde los clientes podían, no solo comprar, sino pasar una agradable tarde y degustar distintos tipos de curado.
«Todo esto en realidad vino por fases. Lo importante es que hoy en día somos líderes en el sector, con 75 tiendas solo en España», asegura Enrique. «Disponemos de una amplia red de ojeadores que peinan a diario el alto llano de Guijuelo, la dehesa de Jabugo, Extremadura y Los Pedroches», explica a este diario. Todo para asegurar el mejor cerdo. «Yo me caso con nadie, he llegado a rechazar el género de amigos íntimos», presume. «El jamón tiene que ser bueno. Si lo está, lo cobras, pero no al revés», zanja orgulloso.
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