Reabre el cole: inyección de vida para los pueblos
Cogeces de Íscar (Valladolid) y Bayubas de Abajo (Soria) vuelven a latir con la reapertura de sus escuelas. Este curso, Castilla y León tendrá 41 unidades con tres o cuatro alumnos
Isabel enseña el aula a sus alumnos de Cogeces de Íscar (Valladolid)
«Bienvenidos», reza un cartel en llamativos colores colgado bajo la pizarra blanca ubicada en una de las dos aulas que tiene el colegio público San Roque de Cogeces de Íscar (Valladolid). El mensaje cobra este año aún más sentido, pues la vida (escolar) vuelve ... a esta coqueta escuela rural tras un curso ausente. La bienvenida es para Daniel, Olimpia, Elsa y Katia, los cuatro niños de entre tres y diez años que acudirán este curso al centro, uno de los dos que la Junta ha reabierto. El otro está ubicado en Bayubas de Abajo (Soria) y a él irán cinco alumnos. Castilla y León mantendrá abiertas este 2023-2024 un total de 41 unidades con tres o cuatro niños. Previsiblemente, también haya algún cierre de aulas, pero aún así, son siete más que el curso pasado.
A Isabel, la maestra que comienza en el C.P. San Roque, no le hará falta repasar los primeros días los nombres de sus alumnos. Tampoco que estos los tengan escritos en un papel en su pupitre. Los conoció la pasada semana. También a sus familias. Ya no se le olvidan. Es una de las muchas ventajas de la educación en el medio rural: «La atención es individualizada y las relaciones entre los alumnos más enriquecedoras», sostiene la profesora.
Se palpa en el aula. No ha pasado una hora desde que subieran el primer día de cole la rampa de las instalaciones y Olimpia, la mayor, no se separa de Elsa, la benjamina, que no suelta su pincel mientras la maestra lo unta en témpera. Isabel llega de un colegio de ciudad donde tampoco tenía una clase muy numerosa -eran 16-, pero aún así el cambio es importante. Lo afronta «con bastante ilusión porque reabrir un aula siempre es una buena noticia». Nos lo comentaba el pasado jueves algo nerviosa. Quería que todo estuviera en su sitio antes de que llegasen los pequeños. En ello se ha afanado los últimos días, aunque como la unidad sólo ha permanecido un curso cerrada «está en perfectas condiciones». También Beatriz, la profe de apoyo, que no cabe en si de gozo. Llevaba en esta escuela «desde hace siete años» y le dio «mucha pena» su clausura el pasado curso.
«Compromiso»
Para las familias también es una alegría la reapertura de la unidad. «Significa vida para el municipio», subraya Chema, tras dejar a su hijo Daniel, de 4 años, «muy contento porque para nosotros es facilidad». Para este padre, «es una oportunidad» y a la vez «una experiencia muy bonita poder educarse en un colegio pequeño, muy intergeneracional y con un trato muy cercano». En este sentido, apela al «compromiso» de todos -comunidad educativa e, incluso, vecinos del pueblo- «para que funcione bien y salga adelante en las mejores condiciones».
La vuelta a la vida de esta escuela rural es todo un «acontecimiento» en Cogeces de Íscar, así que a las puertas del cole, el pasado jueves, se acercaron incluso vecinos mayores: «Esto tiene que perdurar», comentaba una de ellas, añadiendo que «hay otros dos en edad de entrar próximamente». Todavía se acuerda cuando el colegio se encontraba en pleno centro de este pueblo, a media hora de la capital vallisoletana y con «unos 144» habitantes censados actualmente: «Creo que entonces llegaron a ser 40 en clase», comenta otro padre.
Tampoco ahora hay pérdida para ir. Se ubica al final de la calle de la Iglesia, justo antes de entrar en el bello Paseo del Príncipe, custodiado por una extensa arboleda. Frente a la colorida valla del cole, un extenso huerto, y más allá, el monte. El marco es incomparable y lo sabe Isabel. Es una ventaja más de la educación rural: «Te permite trabajar más con el entorno». Otra de sus virtudes es «el compañerismo» que se despierta entre los niños. Lo sabe bien María Aránzazu, la alcaldesa y madre de la alumna mayor, que el pasado curso tuvo que cambiar de colegio: «¡Ojalá ahora tenga una larga vida y ojalá otras familias se interesaran por traer a los niños a esta escuela aunque no vivan en el pueblo!».
Repoblar Bayubos de Abajo
A mucha distancia, en Bayubos de Abajo (Soria) la ilusión y expectación era incluso mayor este pasado jueves. No en vano, la escuela rural de este municipio llevaba «14 años» bajo candado, recuerda Juan José Oliva, alcalde del pueblo. Dos familias de migrantes colombianos con cinco hijos han permitido el milagro. También, que el pueblo vuelva a contar con una tienda de ultramarinos, e incluso un bar. El Ayuntamiento se ha empeñado en intentar repoblar esta localidad de poco más de 140 habitantes próxima al Burgo de Osma y sus políticas comienzan a dar resultado. A las familias instaladas se les facilita trabajo en los montes resineros. También vivienda, aunque es precisamente ahí donde tienen el principal escollo para continuar con la iniciativa, porque el consistorio ya tiene ocupados los seis inmuebles de los que dispone. «La idea es tener alguno más. Queremos que se siga impulsando aquí el programa Rehabitare». «Tener una escuela supone un gasto para el pueblo: local, limpieza, luz, calefacción... Pero el beneficio es doble. Los niños suponen una alegría».
María Cuervo con sus alumnos en la escuela de Bayubas de Abajo (Soria)
De regocijo se ha llenado también la escuela del municipio al recibir a David, Cristofer, Valentina, Ana y María Paula, sus nuevos 'pobladores'. Los niños varones son hermanos entre sí, y las niñas, hermanas y primas, a la vez, de los primeros. El año pasado estas últimas estuvieron matriculadas en el Colegio Rural Agrupado de Tierras de Berlanga, pero este curso, debido a la llegada de otra parte de su familia, se han podido quedar en el pueblo donde residen. Su madre muestra, en declaraciones a Ical, la confianza en el sistema de Castilla y León, «más avanzado que el de su país de origen».
Tan ilusionada o más que los niños está María Cuervo, su profesora, para quien este curso supone «un reto»: «Nunca había trabajado en aulas unitarias. Vengo de otro cole completamente diferente. Teníamos 600 alumnos», explica la maestra. No duda de que experiencia va a suponer «un enriquecimiento tanto para ellos como para mí. El hecho de tener un contacto más directo, prácticamente individual, es muy beneficioso». No duda, no obstante, de que también tendrá «dificultades»: «En los centros de ciudad tienes a un grupo de la misma edad, con parecidas circunstancias... Pero es cuestión de adaptarse», sostiene esta profesora de 35 años que, «al ser interina y tener la posibilidad de pasar por distintos centros me apetecía un cambio». Al igual que la maestra de Cogeces, todo su empeño en los días previos fue dejar el aula «atractiva» para que cuando los niños llegaran se encontraran un sitio «acogedor». Ella está feliz en su nuevo empeño y palpa que el municipio también lo está: «Todo el mundo está muy emocionado».