Ruido blanco
Populismo fiscal
El debate público actual solo funciona en la dicotomía bronca del héroe y el villano
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Iniciar sesiónMientras nos adentramos en la crisis económica más tangible de las últimas décadas, la que hace inaccesible la cesta de la compra y las facturas energéticas básicas, los políticos andan enzarzados en una subasta irresponsable e imprecisa sobre los impuestos. Decía María Jesús Montero que ... el PP anda perdido en el populismo fiscal pero quizá sea un término aplicable al Gobierno, la oposición, los socios radicales y los adversarios moderados.
La demagogia fiscal (para los expertos el término preciso) se ha instalado desnuda de argumentos y abrigada de argumentario. Así, bajar impuestos es de derechas y subirlos de izquierdas. Sin matices ni consecuencias. Una premisa naif incluso para los que sabemos bastante poco de economía. Y ahí está el nudo de la cuestión. Esta batalla frenética y desbocada por reforzar la ideología tributaria tiene bastante más de política de comunicación que de política económica. Algo parecido a aquello de Ayuso. Para ser la más monárquica de los monárquicos de España acabó decretando con orgullo días de luto por la reina de Inglaterra.
El debate público actual solo funciona en la dicotomía bronca del héroe y el villano. Así reparten estos días las camisetas del fanatismo fiscal. Lo deslizaba, quizá por torpeza, también la ministra de Hacienda reforzando el mantra sanchista para remontar las encuestas. «Somos el Gobierno de la gente» y ellos de las elites a las que perdonan impuestos. El ejecutivo de Pedro Sánchez reconoce que la reforma fiscal que presentarán el jueves es un contraataque a la avalancha de bajadas y supresión de impuestos de los gobiernos autonómicos populares, que a su vez fue un bombardeo coordinado de Feijóo para marcar territorio y lanzar la precampaña. El golpe del PP ha vuelto a engrasar la coalición PSOE-Podemos porque une más el enemigo común que el interés de la gente y se apresuraron a acordar lo irreconciliable. Movimientos de ajedrez en despachos confortables mientras en los hogares se asienta un crudo invierno económico de consecuencias imprevisibles. La comunicación no puede ser el fin, por mucho que los duela a los comunicadores.
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