RUIDO BLANCO
Cuán largo lo fiáis
La agonía de Béjar (...) ejemplifica el destino de todos los lugares que perdieron hace cuarenta años el ferrocarril de la Vía de la Plata
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Iniciar sesiónCreo recordar el humo de los últimos trenes que cruzaron la estación salmantina de Béjar. No debería porque aquel 1985 contaba apenas cuatro años, pero si cierro los ojos sigo viendo las lombrices de hierro recorrer el paisaje que hay entre dos de los túneles ... que atraviesan la montaña. La terraza de la casa de mis abuelos, en lo alto de la villa ducal, se abría entonces a un mundo inmenso por donde pasaba la vida en el color de las hojas de los castaños.
Puede que jamás viera aquellos trenes y mi memoria los haya reconstruido con pedazos de las historias que contaba mi abuelo Millán sobre aquel paisaje bejarano que fue exuberante en lo industrial y en lo natural. Porque los túneles quedaron hambrientos. Eso sí lo recuerdo. Para mi abuelo aquello fue una enorme pérdida que acentuaba la enfermedad que ya sufría Béjar y que había comenzado con el cierre de las fábricas textiles y la progresiva pérdida de su prosperidad económica. Sin fábricas y sin tren el futuro era uno de esos oscuros túneles ferroviarios donde se entra sin ver la salida al otro lado. Tenía razón. Con el tiempo los batanes terminaron de cerrarse o se convirtieron en museos y los raíles oxidados en líneas verdes para recorrer a pie o en bicicleta en ese intento último del mundo rural de vivir del turismo y del pasado. Pero el turismo nunca alimentó a diario.
La agonía de Béjar, apuntalada en la falta de acierto y creatividad de sus políticos durante décadas, ejemplifica el destino de todos los lugares que perdieron hace cuarenta años el ferrocarril de la Vía de la Plata. De Astorga a Plasencia, de Zamora a Sevilla. Una ruta comercial, cultural y de progreso que vertebró el oeste de la península desde época romana. Esa pérdida contribuyó al aislamiento económico y social que ha ido acentuando la despoblación por envejecimiento y por éxodo. Ahora dicen que volverá el tren, pero lo más pronto en 2040 y quizá vuelva tarde. «Cuán largo lo fiáis», le dijo Quijote a Sancho. En la Béjar cervantina, donde el sueño de la plata quedó en peinarse las canas, el regreso del tren les suena ya a promesa de gobernar la Ínsula Barataria.
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