RUIDO BLANCO
Diez mil socialistas
Aquí son esos diez mil los que deberían dar una lección a la dirección sanchista
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Embajadores del éxodo
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Iniciar sesiónLa democracia comienza con el voto pero no termina en las urnas. Tampoco la democracia interna de los partidos acostumbrados a utilizar a los militantes como blindaje teatral a sus decisiones. Estos días el PSOE despliega las urnas que, sin duda, serán el paraguas ... para resguardar a Pedro Sánchez durante la recta final de sus cesiones para mantenerse en La Moncloa. Es una democracia arrojadiza, perversa y utilitaria. Si votar es imprescindible para que haya democracia cómo se vota determina si en realidad existe o se trata de una farsa. Es larga la lista de países que cuentan votos y no pueden presumir de democracia por la falta de libertad y transparencia.
Sucede igual en los partidos donde votan mucho pero nadie elige nada. En Castilla y León hay diez mil socialistas llamados a refrendar la amnistía independentista respondiendo a una pregunta trampa. ¿Quién se negaría a «apoyar el acuerdo para formar un gobierno con Sumar y lograr el apoyo de otras formaciones políticas para alcanzar la mayoría necesaria?». Escribía hace unos días el diplomático José María Ridao que el «PSOE debe distinguir dónde acaba la negociación y empieza el chantaje». La pregunta confunde exactamente eso, volviéndose tan infantil como retorcida y opaca.
Aquí son esos diez mil los que deberían darle una lección a la dirección sanchista volviendo a trazar las líneas rojas pisoteadas. Al menos aquellos socialistas a los que les duele el PSOE, los que pelearon la democracia y la Constitución, los que presumieron alguna vez de ser partido de Estado, los que se pintaron las manos blancas contra ETA, defendieron la igualdad entre territorios y ciudadanos, respetan las instituciones y creen que los políticos no pueden estar por encima de la ley porque el fin no justifica los medios ni gobernar está por delante de España.
Escribió también Ridao que «la democracia intrascendente» busca fundar un orden que «obliga a despreciar tanto el daño que inflige como el sacrificio que reclama». Ese dilema ruin plantea a los suyos Sánchez: traicionar las siglas o traicionar a España. Un insulto que utiliza al militante de coartada.
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