«Conservar el lobo no puede ser a costa de otras especies»
Expertos advierten de que «proponer un aumento constante de las poblaciones no es una estrategia viable» e inciden en que «la clave es la coexistencia» con humano y ganadería
Castilla y León ve «un insulto a la inteligencia» la comparación del Gobierno entre la población de lobos y linces
Valladolid
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Iniciar sesiónLobo, oso y lince. Tres grandes mamíferos que comparten también el ser especies protegidas, el estar recuperando poco a poco el terreno que perdieron hace años. Pero su diferente biología condiciona su reproducción y, por tanto, su supervivencia. De ahí que las estrategias de conservación ... «no» puedan ser iguales, defiende Vicente González Eguren, doctor en Veterinaria. En el mismo sentido, su colega vallisoletano Luis Alberto Calvo Sáez, presidente del Consejo General de Veterinarios de España, apuntaba hace unos meses en un artículo que «existen diferencias esenciales» en la dinámica de estas poblaciones, a las que ahora el Ministerio para la Transición Ecológica pone en comparación en base a números absolutos. «Hay menos lobos que linces», esgrimía el secretario de Estado de Medio Ambiente, Hugo Morán, anticipando su rechazo a que la evolución de la especie pueda considerarse favorable a pesar de que el último censo nacional eleva de 297 a 333 las manadas –en Castilla y León han pasado de 179 a 193–. Según los cálculos del departamento de Sara Aagesen, con entre 4,5 y 6,5 ejemplares por grupo, habría de 1.300 y 1.900, por debajo de los 2.046 felinos del último conteo. Aunque, apostilla González Eguren, la «cifra media» de lobos por manada sería de «entre siete y ocho», por lo que el censo se elevaría a 2.000-2.500.
Para estos expertos, «la evolución del lobo es favorable, a pesar de todo lo que se quiere transmitir». Recalca el doctor en Veterinaria que aunque «la percepción que tiene la sociedad de que la eliminación de un ejemplar puede suponer un hecho importante para la especie no es igual para el oso, el lince o el lobo, hablando de los grandes predadores, porque las estrategias vitales, la biología de las tres especies es muy diferente». El 'canis lupus' «ha logrado sobrevivir a pesar de todo lo se ha hecho, y eso es por su estrategia vital», incide el también profesor de la Universidad de León sobre un animal al que define como un «oportunista», que «consume prácticamente cualquier alimento». «Es muy adaptativo» y se mueve en manada, lo que ayuda a «asegurar una mayor supervivencia». El lince, por su parte, es más selectivo con su dieta, prácticamente sólo a base de conejos, caza en solitario y mientras sus camadas son de dos o tres crías, las del cánido arrojan una media de cinco. El oso, por su parte, «muy selectivo» con los hábitats en los que se mueve, también tiene una capacidad reproductiva «muy inferior» que motiva que las poblaciones «tarden más en recuperarse», explica.
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I. JimenoEl cambio en la directiva Hábitats y las modificaciones incluidas en España a través de la Ley de Desperdicio Alimentario permitirán a las comunidades el control del cándido en todo el territorio
De ahí que, aunque compartan el ser grandes mamíferos protegidos, su estrategia de conservación no ha de seguir el mismo patrón de excluir a los tres de poder ser cazados. «Lo importante es el lobo como especie, no determinados ejemplares de lobo», subraya González Eguren, por lo que aprueba «el sacrificio, entre comillas» de algunos «si es por el bien de la especie». Hacerlo a través de la opción «más controvertida» de los cupos que funcionaban al norte del Duero hasta que en septiembre de 2021 fue incluido en el Lespre, o mediante de la «extracción» de ejemplares y grupos «conflictivos».
Y es que «conservar el lobo no puede hacerse a costa del bienestar de otras especies, da igual que sean silvestres que domésticas, y, por supuesto, a costa de las comunidades rurales que comparten el territorio», señala consciente de los daños en la ganadería. Comparte Calvo Sáez que la conservación del lobo ibérico «tradicionalmente centrada en su protección como especie clave» supone un «enfoque aislado» que «está generando desequilibrios ecológicos significativos en las cadenas tróficas de los ecosistemas y conflictos sociales cada vez mayores, especialmente en áreas rurales dedicadas a la ganadería extensiva».
Rural y urbano
«La gestión del lobo no tiene que hacerse como especie única, sino junto al resto de componentes del ecosistema. No como si fuese una especie clave. Es una especie importante, pero no clave», asevera González Eguren, quien tiene claro que «la clave» para la supervivencia del cánido a largo plazo es la «coexistencia» con otras especies y el ser humano. Por más que en zonas urbanas, señalan los expertos, sea visto como «especie emblemática». «La utilización del lobo como un símbolo es lo que más daño está haciendo al propio lobo», asevera González Eguren.
Con 6.000 cabezas muertas el año pasado en Castilla y León en casi 4.000 ataques del cánido certificados –y un aumento del ocho y once por ciento respecto a un año anterior también al alza– ambos veterinarios asumen que quienes viven del ganado «ven al lobo como una amenaza». Que se prohíba totalmente la caza de esta especie como forma de control «es muy negativo», según González Eguren. «La mayor parte de los ganaderos y los habitantes del medio rural no están en contra del lobo, ni muchísimo menos», destaca. Pero, añade, «no quieren sentirse abandonados por parte de la sociedad y las administraciones». Y ahí , dice, «pensar que puede haber un control para evitar que esto llegue a niveles inasumibles» es esencial. «Hay que manejarlo con cuidado para evitar que los daños reiterados puedan hacer que haya una animadversión hacia la especie, que sería muy negativa», recalca el experto, para quien esa convivencia con la ganadería pasa por «herramientas preventivas» como perros de guarda y cerramiento cuando sea posible y las compensaciones, junto con la «gestión» a través del control.
«Proponer un aumento constante de las poblaciones de lobo no es una estrategia viable», en palabras de Calvo Sáez. «El objetivo debería ser que el lobo pueda alcanzar territorios donde sea compatible su presencia con las actividades humanas o que al menos se puedan tomar medidas para que sea viable la coexistencia entre lobos, hombres y ganado», apunta González Eguren, para quien «la clave» es que el cánido «vaya conquistando nuevos territorios de manera paulatina» de modo que se puedan ir tomando medidas por parte de administraciones y ganaderos. Y, añade, «no hay que hacerlo de manera rápida».
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