Baro Lucas: «Quiero homenajear ese concepto castizo y ese punto de locura de la Reina Juana»
El vallisoletano, ganador de la Mejor Colección de la Madrid Fashion Week, atiende desde su 'atelier' de Tordesillas
Álvaro Lucas Santos, ganador de la pasarela MBFWMadrid: «Me encantaría vestir a la Reina Letizia»
Tordesillas (Valladolid)
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Iniciar sesiónLas metas de Baro Lucas cogen forma estos días en un revuelo de trenes, telas y reconocimiento. Mientras sus creaciones se hacían visibles bajo los focos del festival de cine de San Sebastián, para cuyos estilismos le han escogido los actores Miguel Ángel Muñoz o ... Alejandra Nieva, él no deja de trabajar. Desde que hace unos días ganó el premio a la Mejor Colección en la última y reciente edición de la Mercedes-Benz Fashion Week de Madrid, entregado por L'Oréal París, el diseñador apenas ha tenido un respiro. Su agenda navega entre compromisos y citas para rematar vestidos de novia. «¡Ahora todo el mundo se casa en octubre!», sonríe él, mientras abre la puerta de su 'atelier' en Tordesillas (Valladolid), su pueblo natal.
Aunque cuenta con un 'showroom' en Madrid y anuncia que próximamente abrirá un nuevo taller en Albacete -que espera inaugurar en torno al próximo febrero-, el local queÁlvaro Lucas Santos tiene en Tordesillas es el lugar donde empezó su trayectoria en solitario.
Abrió en una de las calles principales de la localidad vallisoletana en 2021, en tiempos del Covid. Fue entonces cuando se transformó en Baro Lucas y despegó su meteórica carrera, basada en su lema de 'el lujo en la sencillez'.
Tres espacios se suceden: tienda, probador y taller. Tras el escaparate, un solo maniquí le da protagonismo a un vaporoso vestido. Luego, un gran canapé se asienta en la mitad de la pieza y en las perchas se suceden americanas o minivestidos, entre los que están algunas de las últimas piezas disponibles de 'Tempus fugit', la colección de primavera/verano que le ha dado el triunfo en la Semana de la Moda madrileña.
«Me considero aún una persona joven», advierte el diseñador, nacido en 1993, «y he querido hacer una oda a la libertad estética y a esa juventud, a la infancia feliz, sin preocupaciones», añade. Para ello, ha escogido tejidos y colores muy ligeros y frescos, y la buena recepción del resultado lo tiene en una nube. Si vecinos y conocidos lo ven a través del escaparate, siguen asomándose a felicitarle. «Es un sueño total, estoy muy satisfecho», asegura sobre este triunfo tan dulce. Esta era sólo la segunda temporada presentando su trabajo allí y salió «todo redondo». Además, considera que un premio así es «muy fructífero» de cara a seguir creciendo.
No lo habría conseguido sin su equipo, realza, con el que añade que se entiende muy bien y al que también aportan su marido o su suegro. «No me dejan tocar el papeleo, me dicen que me dedique a crear», afirma.
Al final, no solo crea, sino que cose, viaja, está. Es parte del concepto desde el que trabaja: no ser sólo diseñador, sino también un modisto «como los de antes». Aunque hace algo de 'prêt-à-porter', lo suyo son las piezas a medida, algo que dio sus primeros frutos en un escenario pandémico y se ha consolidado con una forma de funcionar en la que los clientes piden cita para ir al atelier.
Como si fuera la Coco Chanel de los inicios, que dio con su giro de tuerca instalándose fuera de la gran ciudad para vender a los veraneantes, él ha hecho del trabajo artesanal y de ese trato personalizado fuera de las grandes urbes su bandera. «Recibo a mucha gente de fuera y yo sé que a ellos les gusta venir aquí, verme, charlar, que haya esa cercanía con el diseñador», comenta. Ahí entra también en juego el probador, una salita con un pequeño sofá y un armario repleto de zapatos de tacón en el que cambiarse tranquilamente.
El tordesillano cuenta que le está funcionando el boca a boca y que algunos clientes vienen atraídos por lo que ven lucir a 'influencers' y a famosos que visten sus creaciones, como la actriz María Valverde. Lo piden adaptado a ellos, tal cual o en otro color. «Lo hacemos sin ningún problema, siempre y cuando el modelo sea mío. Porque como diseñador, si es de otro, no lo hago, es una cuestión de respeto», matiza.
En su taller, máquinas de coser, bocetos, una gran mesa, patrones, vestidos y trajes acabados y en ebullición. La primera vez que el mundo de la moda le cautivó fue a los siete o a los ocho años, cuando vivía en Béjar (Salamanca), donde tiene familia. Al visitar a una amiga, descubrió que su abuelo tenía una fábrica de telas. Luego pasaría tardes en casa de una amiga de su madre aprendiendo a coser, y al acabar el instituto, lo tuvo claro y se fue a Valladolid a estudiar Moda y Patronaje, para 'curtirse' más tarde en Burgos, donde aprendió de los «complejos» patrones de Amaya Arzuaga.
De vuelta al presente y en esta época del año, Baro Lucas ya tiene la mente en paños, tweed o lana. Considera que la temporada que viene ahora, otoño/invierno, es su «punto fuerte», bromea, porque «aquí hace un frío que pela».
Y es que la narrativa de su moda tiene un estilo sobrio en el que se cuelan ideas y colores tierra que evocan «las tierras castellanas, como vistas desde el tren» en el que suele viajar. En su ropa intenta «rendir un pequeño homenaje a ese concepto castizo y a ese punto de locura de la Reina Juana, que yo no creo que estuviese loca, sino desesperada». «Me gusta contar historias a través de las prendas, contar las cosas bien contadas», generaliza, y ahí se une lo que intenta relatar con la funcionalidad y los deseos de sus clientes.
Porque si hay algo que el treintañero trabaja es la atemporalidad. «Me considero muy minimalista, pero siempre hay algún detalle que destaca, sin dejar de pensar en un fondo de armario», describe. Utiliza telas con una larga vida útil y apuesta por piezas como «un abrigo de paño negro, que viste mucho, le pongas lo que le pongas debajo», ejemplifica. «Lo considero muy elegante y me está funcionando», acota.
Además, lo que empezó por la conveniencia de trabajar desde su localidad se volvió una convicción. «Seguiré creciendo, y claro que quiero llegar a París y a Tokio, o que Nueva York me fascina, pero ya llegar a la Madrid Fashion Week ha sido un gran logro, y considero que hay que mantener las raíces, aunque vaya a Hong Kong», asegura.
Se dice «feliz con la acogida» de su pueblo, de poco más de 8.000 habitantes. Aunque confiesa que le halagan comparaciones como las de la revista Fashion United, que le atribuyó un «puntito americano», el diseñador está orgulloso de sus orígenes. «No quiero perder la esencia de lo que soy», apostilla, declarándose «muy vallisoletano».
En esa esencia también estaba su vocación. Ya cuando era niño y le llevaban al logopeda -tiene hipoacusia severa- en la capital del Pisuerga y «veía a aquellas señoras tan estilosas por la calle Santiago» lo registraba todo en su cabeza. «La sordera ha hecho que use mucho los otros cuatro sentidos, soy muy observador, miro y toco mucho todo», explica.
Ese saber hacer también provoca que quien viene a tomarse medidas se deje guiar por él: «Los clientes suelen confiar en mí y decirme 'lo que tú creas', marcando sólo detalles como que quieren algo que se arrugue poco, que son muy calurosos, que no les gustan los satinados…».
Sus jerseys de punto y sus pañuelos son superventas, y le busca mucho público de entre 40 y 50 años. También invitadas de boda en la treintena, o de noventa años. Baro Lucas siempre dice que intenta que sus 'novias' tengan un vestidos «que dentro de diez años se volvería a poner». «Mi clientela quiere algo sencillo con telas muy exclusivas o con un toque curioso», resume. Y él, también. Inspirado por el trabajo de Balenciaga, admite que le gusta el estilo de personalidades como las modelos Hunter Schafer o Cara Delevingne, el actor Jacob Elordi, o la monarca Rania de Jordania. Aunque a quien le encantaría vestir es a otra reina, la de España, pues opina que Letizia «es muy elegante, tiene percha y apoya mucho la moda española».
Mientras tanto, él sigue cosiendo sus ideas. Últimamente experimenta mucho con la moda masculina. Hace poco más de un año que confeccionó su propio esmoquin de boda y el de su marido, pero siempre intenta algún giro «más atrevido sin perder sofisticación», como un traje marengo con corbata naranja. «Y me encanta cuando las mujeres se ponen trajes masculinos», añade, un gusto por esa reinvención que ya ha dejado ver con gestos como introducir guayaberas para ella en sus colecciones.
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