desde la raya
Siete tránsfugas
Si los castellanos y leoneses fuésemos espabilados, lo que debería estar haciendo el PP es buscar siete diputados tránsfugas que pudiesen suplir a los catalanes que han ido obteniendo prebendas a base de tensar la cuerda
Veintiún gramos
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Iniciar sesiónLas rupturas son casi siempre fiestas de despedida disfrazadas de herida. Cuando Junts decide romper con el Gobierno de Sánchez y ese extraño cónclave político que lo sustenta, lo hace como quien deja una copa medio llena en la mesa, un brindis al sol y ... una oportunidad desperdiciada.
En este contexto, si los castellanos y leoneses fuésemos espabilados, lo que debería estar haciendo el PP –que en casi 40 años de gobierno autonómico no ha sido capaz de paliar las diferencias y olvidos que se vertebran en nuestro propio territorio– es buscar siete diputados tránsfugas que pudiesen suplir a los catalanes que han ido obteniendo prebendas a base de tensar la cuerda. Siete diputados de Castilla y León, como los siete pecados capitales, los días de la semana o los enanitos de Blancanieves, que transformen en princesa a la Cenicienta del cuento.
Imaginen que Castilla y León, esta tierra que se extiende entre páramos y pueblos que luchan por no desaparecer, se convierte en ficha de negociación en el tablero. Que a golpe de cheque y chantaje pudiésemos frenar la despoblación, resucitar la industria, una amnistía-amnesia fiscal, una condonación real de deuda y equilibrar nuestro lejano oeste –nuestra hermosa Sanabria sin AVE mañanero– con la esquina catalana siempre insatisfecha, siempre pidiendo más.
Sin necesidad de nacionalismos, la Raya con Portugal no es sólo una frontera natural, es también la cicatriz de un país que mira para otro lado, los palos que lleva encima mi gente porque nuestra voz cuenta menos.
Imagínense que Castilla y León pasase a ser escenario de chantaje institucional, de «si me das esto, te mantengo aquello», prosa política de la mala.
Imagínense el mapa: a la izquierda, La Raya, donde la pobreza es más que estadística, más que el devastador informe de Cáritas, más que soledad y vejez; al otro lado, un Gobierno dispuesto a todo. Y en medio, siete diputados tránsfugas que podrían chasquear los dedos y hacernos soñar por un día.
Pero la realidad es tozuda; en La Raya, la pobreza sigue igual: casas vacías, jóvenes que se marchan, ancianos desmemoriados. Surcos secos, pueblos mermados donde queda lejos el pan, la vida. La justicia, el equilibrio, no se alcanzara con pactos infames, sí con voluntad real, inversiones y gente.
La ruptura con Junts bien podría ser la trama delirante de algo turbio: la idea de que cualquier región pudiera ser premiada si alguien acepta ser el peón, si alguien descubre que el oro de la negociación son siete diputados aunque sea a costa de dinamitar la igualdad y solidaridad entre los pueblos como hasta ahora ha ocurrido.
Nos queda la dignidad de no convertirnos en azote del resto de españoles. Nos queda la decencia y la esperanza de que los diputados sean defensores de la tierra y la justicia. Y un recordatorio: las promesas envenenadas no salvan al pueblo, sólo lo envilecen.
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