Como a Fernando VII

A los gobiernos de este país –tenemos muchos y de lo más variados- con el Covid les ha pasado algo parecido a aquellas partidas de billar del monarca en las que sólo tenía que empujar la bola a la tronera. Muchos quieren volver al pueblo para teletrabajar, para que sus hijos estudien en un entorno seguro y, sobre todo, para emprender un nuevo modo de vida volviendo a la tierra de sus abuelos ahora que, como dice el ministro Castells, el mundo que conocíamos ha desaparecido. La España vaciada sigue existiendo pero ahora hay gente dispuesta a quedarse o a ir a ella sin necesidad de grilletes sino porque quiere.

La semana pasada intenté leer desde el pueblo el texto de la nueva Ley del teletrabajo hasta que por enésima vez me di cuenta de que allí no hay acceso a Internet. En los pueblos de Tierra de Campos tenemos frontones cubiertos en los que nadie ha jugado jamás, micropolígonos que sólo sirven para que los chicos aprendan a conducir y centros de interpretación cerrados porque no hay ni dinero ni nadie dispuesto a abrirlos. En los pueblos tenemos columpios con suelo de goma aunque nos falten los niños y ahora con el miedo a la pandemia tenemos gente con intención de volver pero sin banda ancha capaz de conectar su casa con la empresa que le da de comer.

La oportunidad la pintan calva como a la diosa Ocasión y las partidas de Fernando VII para que nuestros gobernantes entiendan que cuando redactan una ley sobre el teletrabajo y otra para frenar la despoblación la tiene que poder leer no sólo el vecino de despacho sino aquellos a los que va dirigida. El Pacto para le Recuperación de Castilla y León firmado por la mayoría de los partidos vuelve a reiterar la necesidad de hacer llegar la banda ancha a nuestros pueblos. Ojalá seamos capaces de hacerlo a tiempo y no para cuando ya sólo sirva para hacer videoconferencias con las avutardas.