Toledo celebra 20 años de alta velocidad sumando a la línea ferroviaria la tecnología ERTMS, las más avanzada de Europa
El ramal Madrid-Toledo celebra el próximo 15 de noviembre dos décadas de servicio, que ha transportado a 30 millones de viajeros
El AVE a Lisboa tendrá la estación en Toledo frente al centro comercial 'Luz del Tajo'
Javier Guayerbas
Toledo
El 15 de noviembre de 2005 Toledo estrenaba su conexión de alta velocidad con Madrid. En apenas media hora, la capital castellanomanchega quedaba unida con el corazón político y económico del país. Aquella jornada, presidida por José Luis Rodríguez Zapatero, simbolizaba la culminación de ... un proyecto largamente esperado que transformó la movilidad y el desarrollo de la ciudad.
Aquella mañana, el primer tren AVE partía de la estación de Atocha con destino Toledo a las 09:40 horas. En el andén de la capital regional lo esperaban autoridades y vecinos que asistían a un acontecimiento histórico. «Ambas capitales, unidas en 25 minutos», titulaba ABC al día siguiente. Era el inicio de una nueva era para los toledanos, que pasaban a formar parte de la red de alta velocidad española, la segunda más extensa del mundo tras la de China.
El servicio comenzó con gran expectación. Las crónicas de ABC relataban las aglomeraciones en ventanilla y la alta demanda de billetes durante los primeros días. Un mes después, el nivel medio de ocupación se situaba en el 64 por ciento, un dato que confirmaba el éxito de una conexión concebida para facilitar los desplazamientos laborales, institucionales y turísticos entre ambas capitales.
La llegada del AVE a Toledo fue fruto de años de planificación. En 1992, la línea Madrid-Sevilla había situado a España en la alta velocidad ferroviaria. Sin embargo, no fue hasta comienzos de la década de los 2000 cuando el Ministerio de Fomento decidió aprovechar parte de esa infraestructura para construir un ramal de 21 kilómetros desde La Sagra hasta Toledo.
Debate político
La construcción del ramal no estuvo exenta de debate político. Desde comienzos de los años noventa, Toledo reclamaba una conexión de alta velocidad que no llegó a materializarse cuando se inauguró la línea Madrid–Sevilla en 1992. Aquella ausencia se convirtió en una promesa recurrente de gobiernos y campañas electorales.
En 2003, el entonces presidente José María Aznar protagonizó el acto simbólico de colocación de la primera traviesa del AVE, en plena precampaña, gesto que generó críticas por su carga electoral. Dos años más tarde, la inauguración oficial, presidida por José Luis Rodríguez Zapatero, también estuvo marcada por cierta tensión institucional: la presidenta madrileña, Esperanza Aguirre, no intervino en el acto, y vecinos de Santa Bárbara, organizados, aprovecharon la jornada para reclamar el soterramiento de la vía.
El cierre del servicio convencional hacia Aranjuez y la pérdida de la estación de Algodor completaron un contexto de contrastes entre la modernización tecnológica y las renuncias locales que el AVE trajo consigo hace ahora dos décadas.
El proyecto fue concebido como una obra de integración entre la tecnología más moderna y el respeto al patrimonio. La estación toledana, una joya neomudéjar inaugurada en 1919, fue restaurada para convertirse en el punto de partida y llegada de los trenes de alta velocidad.
Una década después, en 2015, ABC recordaba los entresijos de aquella construcción en un reportaje con motivo del décimo aniversario: los años de estudio, las modificaciones del trazado y el desafío de adaptar un edificio histórico, Bien de Interés Cultural, a las exigencias de un servicio de vanguardia.
Corredor europeo avanzado
Durante estas dos décadas, el AVE Toledo-Madrid ha consolidado un flujo diario de viajeros estable y constante. Cada día, cientos de toledanos utilizan la alta velocidad para desplazarse a la capital por motivos de trabajo o estudio. Al mismo tiempo, el tren ha favorecido el turismo cultural, acercando a miles de visitantes que cada año llegan atraídos por el patrimonio y la historia de la Ciudad Patrimonio de la Humanidad.
La conexión ha contribuido a ampliar el área metropolitana de Madrid hacia el sur y ha reforzado el papel de Toledo como capital administrativa y ciudad de servicios. Además, ha fomentado un modelo de movilidad sostenible, reduciendo el uso del vehículo privado y las emisiones asociadas al transporte por carretera.
En próximas fechas, el ramal Toledo-Madrid se prepara para una nueva etapa. Una vez que finalice la instalación del sistema ERTMS (European Rail Traffic Management System) de nivel 2 en la línea Madrid-Sevilla, el tramo de Toledo incorporará la misma tecnología.
Se trata de un sistema de control y señalización de última generación que permite la comunicación continua entre el tren y la vía, aumentando la seguridad, la capacidad y la eficiencia energética del servicio. Con ello, Toledo se situará a la altura de los corredores europeos más avanzados en interoperabilidad ferroviaria.
Veinte años después, el AVE, que ha transformado a 30 millones de viajeros en dos décadas, forma parte del paisaje cotidiano de la capital regional. Lo que en 2005 fue un acontecimiento histórico, hoy es un símbolo de progreso y cohesión territorial.
El tren de alta velocidad no solo acortó distancias: cambió la manera de vivir, trabajar y relacionarse de toda una generación de toledanos. Y en su vigésimo aniversario, la ciudad celebra no solo una infraestructura de 75 kilómetros de vía, sino una historia compartida con la alta velocidad que continúa mirando al futuro con el foco puesto en la nueva línea Madrid-Toledo-Lisboa.
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