opinión
Hola y adiós
«Un poeta debe ir más allá de la suma de cualquier sumando y tomar la rienda del sentimiento para dejarlo impreso, sino en el número siete de la calle melancolía, sí en la esencia del corazón»
Fernando Novalbos Sánchez
Toledo
Al final, el destino pone al viajero que quiso aprender a besar en la Gare d´Austerlizt en el punto de partida, pero el viajero dijo 'hola y adiós' para esparcir por el suelo las cenizas de las revoluciones y tomar su camino. Sin embargo, ... antes de irse, nos hizo cómplices de la dulce condena de aferrarnos a la soledad de un si bemol de Jaques Brel para conocer a mademoiselle Amsterdan, todo un detalle sin ir por la vida con un ataque de nervios y suplicar ¡Átame!, incluso jugándose la boca lanzando un beso al aire mientras su alma se perdía por el bulevar de los sueños rotos.
Hace tiempo que alguien con nombre de princesa me dijo: «Menos es más», y acertó. En la confesión encontré una visión de la vida arraigada a la luz de la poesía donde hoy me contemplo. Un poeta debe ir más allá de la suma de cualquier sumando y tomar la rienda del sentimiento para dejarlo impreso, sino en el número siete de la calle melancolía, sí en la esencia del corazón, consecuente del desvelo de este ingrato futuro, y, aunque la guerra del quiero gane a la del puedo, no piensen en la muerte cuando hablamos de la vida que nos queda por vivir. Serían insuficientes 500 noches para anunciar una despedida sin fin en tan solo 19 días.
Pero la historia comienza mucho antes, exactamente en el inframundo de un tugurio llamado La Mandragora, entre la Plaza Puerta Cerrada y La Puerta de Moros, en la Cava Baja, lugar, por cierto, donde vivía mi abuela en la Calle de las Aguas del popular barrio de La Latina, pongamos que hablo de Madrid. Me enteré por mi hermano mayor, por la radio y apuesto que por algún otro medio. Tan solo sé que rondaba el año 1981, en pleno auge de la movida madrileña y, aunque lo primero sea creer en el orden de las cosas, antes que nada, me interesé por casi todo lo que vendría después y sigue interesándome ahora, y lo primero fueron las canciones del artista y puede que poco de lo demás y sí de él dependió que ayer noche siguiera siendo hoy por la mañana, así fue. Después de todo, no hay mayor propaganda que la limosna y esa misma ofrecían muchos artistas a sus cercanos y a sus lejanos también, pero Sabina nunca fue el limosnero de nada y encima nos regaló un sinfín de historias poco habituales entre sus coetáneos. Memorias, amigos, razones, deseo, cenizas, porque la palabra llevada a la poesía, es la razón de la consciencia, y si se marchita, mal asunto. Recuerden que no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca ocurrió y todo merece la pena desde que empezó a hilvanar palabras.
«Donde quiera que dirija sus pasos de ahora en adelante, le deseo mucha soledad y acompañamiento a raudales. Quienes le vimos jamás dejaremos de compartir sus pisadas»
Fernando Novalbos Sánchez
Creo que aquella fue la época más feliz de mi vida, si por felicidad se entiende peregrinar de un sitio a otro para beber de nuestra raíz oculta. En ningún caso quise rentabilizar los espacios personales para otro fin, dar de lado la razón humana o representar una ficción barata, porque si algo aprendí de la ficción es que siempre será el rasgo de la imaginación mientras no sea superada por la realidad.La vida pasa, nosotros pasamos con ella y me satisface enormemente gozar de libertad de expresión, hablar del cantautor que descubrí siendo muy joven y con el que aprendí a sentirme moderno y clásico mientras oía canciones inmemoriales en un cassette para dar el pistoletazo de salida que me unió a su ruta todo el tiempo. Al final, quienes nos apoyamos en sus vivencias, aspiramos a compartir las historias, los protagonistas viajan en un barco y les mece las olas, no solo para aprender a besar, sino para mostrar que la vida a veces está llena de manchas de soledad, por eso, nunca sabremos qué verso será el último que pronuncien sus labios después de este 'hola y adiós', o si desempolvará una vieja canción guardada en el baúl de los recuerdos. Todo a su debido tiempo, repito que lo primero es el orden de las cosas.
Solo queda agarrarnos a la desolación como una lapa en cualquier noche perdida y volver de regreso en una próxima aventura, sobre todo por encontrar su cara entre la gente y no verme obligado a decir «hasta la próxima».
Aunque no lo crean estas cosas no se hacen, así que, donde quiera que dirija sus pasos de ahora en adelante, le deseo mucha soledad y acompañamiento a raudales.
Quienes le vimos jamás dejaremos de compartir sus pisadas.
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