La jura del Príncipe Felipe, contada por los testigos de una jornada histórica
Cinco de los asistentes que vivieron el momento desde el interior del hemiciclo revelan a ABC todos los detalles
Un secretario de Estado, el letrado mayor del Congreso, un diputado, un presidente autonómico y una ujier comparten sus recuerdos
La Princesa Leonor sella su compromiso con la Constitución
30 de enero de 1986. Hemiciclo del Congreso de los Diputados. Un joven letrado mayor lee el acuerdo del Consejo de Ministros para el juramento de la Constitución por parte del Príncipe Felipe. No era un papel sencillo, le miraban atentos toda la ... Familia Real, el Gobierno encabezado por Felipe González, los diputados y senadores y las más altas autoridades del Estado, pero Luis María Cazorla recuerda 37 años después con tranquilidad ese momento, la «culminación» de un largo camino no exento de dificultades.
La llegada a la mayoría de edad del Heredero al Trono abría un escenario inédito para la joven democracia española. Y ese fue precisamente el mayor desafío al que se enfrentaron los encargados de diseñar la jornada al milímetro. Cazorla recuerda bien el equilibrio que hubo que conjugar entre el Congreso de los Diputados, el Gobierno y la Casa del Rey. Echando la vista atrás, cree que todo se hizo bien y así lo demuestra que la jura de la Princesa Leonor este martes ha seguido prácticamente al pie de la letra los pasos de la de su padre. No se trata solo de un acto protocolario o social, sino que tiene «una enorme sustancia jurídica y política» porque la futura jefa del Estado asume su compromiso con la Constitución. «Las florituras son lo de menos», reivindica este apasionado del parlamentarismo desde su despacho, ubicado en una zona noble de Madrid y exactamente en el mismo lugar en el que se sentó el expresidente del Gobierno Adolfo Suárez.
El mismo llamamiento hace Virgilio Zapatero, secretario de Estado de Relaciones con las Cortes en 1986. Casi cuatro décadas después recuerda los «meses» de preparación que supuso la jura de Felipe VI, con «propuestas, contrapropuestas, informes y contrainformes que se emitieron tratando de resolver los problemas que se planteaban». El más «espinoso», reconoce, fue que el presidente del Congreso, Gregorio Peces-Barba, lograra convencer al Palacio de la Moncloa de que las Cortes Generales debían ser las únicas con protagonismo durante la jornada, algo que no todos veían con buenos ojos dentro del Gabinete de Felipe González.
Al final Peces-Barba logró imponer su criterio y González solo habló en el acto posterior en el Palacio Real, igual que ahora hará Pedro Sánchez. Virgilio Zapatero lo tenía claro entonces y sigue teniéndolo claro hoy: «El destinatario de ese juramento no es el Gobierno, es el pueblo español a través de sus representantes, las Cortes». A cambio, se concedió al Ejecutivo la condición de «desencadenante» del acto con el acuerdo que aprobó el Consejo de Ministros pidiendo la celebración de la sesión conjunta de las Cortes, y que el mismo Zapatero fue el encargado de redactar.
José Miguel Bravo también tuvo la suerte de vivir el momento desde una posición privilegiada como vicepresidente cuarto de la Mesa del Congreso. Entonces miembro de UCD y hoy alcalde de Santa Brígida (Gran Canaria), cree que la consolidación de la monarquía parlamentaria fue uno de los «grandes éxitos» de la transición. Desde entonces ha pasado por todas las instituciones -el Parlamento canario, el Cabildo insular y ahora en la política local- pero esa fecha permanece viva en su memoria por su «trascendencia histórica».
El ambiente político era muy distinto entonces del actual, y de ello da también fe el socialista Joan Lerma, entonces al frente de la Comunidad Valenciana. Todos los presidentes autonómicos asistieron en el Congreso a la jura del Príncipe Felipe, incluidos los de Cataluña, Jordi Pujol, y del País Vasco, José Antonio Ardanza. «Estábamos todos estrenando competencias y el respeto del Príncipe por las comunidades autónomas fue importante», rememora Lerma, que cree que ahora las ausencias del catalán Pere Aragonés y del vasco Iñigo Urkullu están más determinadas por la «competencia electoral» interna que por la Constitución, que «es ampliamente permisiva e integradora».
Desde otro ángulo vivió la jornada Esther Feito, que con solo 19 años era ujier del Congreso y hoy trabaja en el servicio de prensa de la Cámara. «Recuerdo que era todo fascinante para mí, yo era una niña. Y la emoción de mi madre», comparte ilusionada. También tenía «cara de niño» entonces Felipe VI. «Y lo altísimos que eran todos en la Familia Real». Jornadas como aquella conllevan un trabajo muy exigente para todo el personal del Congreso, pero en el momento de la verdad todo funciona como un reloj. Y si algo se sale del guion, se resuelve. «Los españoles improvisamos muy bien, somos muy creativos», celebra Feito tras haber participado entre bambalinas en muchas sesiones solemnes desde aquella primera de 1986.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete