Patrimonio
El Templo Romano de Córdoba: un faro para quienes llegaban desde la Vía Augusto y un elemento de cohesión
El edificio se alzaba hacia la zona oriental y era muy visible desde el circo, situado en lo que ahora es Orive
El Templo Romano de Córdoba se libera al fin de obras y podrá visitarse desde el jueves 19 de junio
La nueva imagen del Templo Romano de Córdoba tras las obras para ser visitable, a examen de los expertos
Córdoba
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Iniciar sesiónCórdoba no era ciudad marítima y no tenía un faro que la señalase desde el agua para acercarse a ella, pero quienes llegaran a la ciudad romana desde el este, desde lo que ahora es Alcolea, sí que veían un elemento elevado que ... les llamaba la atención y les dirigía hasta la urbe.
Era el Templo Romano en que se daba culto a los emperadores divinizados, el mismo que se encontró a mediados del siglo XX y que ahora se aprestar a recibir visitas guiadas tras una obra en la que el Ayuntamiento ha invertido 750.000 euros.
El Templo Romano tras el final de las obras, en imágenes
Ángel RodríguezEl Ayuntamiento presenta los trabajos, que permitirán que sea visitable desde el 19 de junio
Lo explica el arqueólogo de la Gerencia Municipal de Urbanismo, Juan Murillo, cuando sitúa el templo entre la ciudad de la época. Tenía, en primer lugar, tres pórticos: uno donde ahora está el Ayuntamiento, otro al oeste, en la zona inmediatamente superior de la calle Claudio Marcelo, y otro al sur.
La intervención ha buscado precisamente «restituir la relación con su entorno» y la volumetría original, y por eso ahora se ha creado una especie de plaza por el este, de forma que se abre a la calle Capitulares, que Juan Murillo prefiere llamar plaza. La idea es recordar la preminencia del templo en torno a dos espacios fundamentales.
Sacrificios
Casi frente a él estaba el circo, en la zona de Orive, que era el lugar en que se desarrollaban las carreras de cuadrigas, uno de los grandes espectáculos de la época. «El que llegaba a Córdoba por la Vía Augusta, que estaba donde ahora está la calle San Pablo, lo que veía era el Templo Romano, que era como una especie de faro», resume Juan Murillo.
La sensación que ahora tendrá el visitante sobre el pronaos es la que tendría el flamen, el sacerdote que era el único que podía pisar esa zona, cuando celebraba el sacrificio frente al pueblo, y dirigía un ritual que incluía procesiones con las imágenes de los emperadores.
«Un templo clásico no tiene nada que ver con un templo cristiano o musulmán. Para ellos era la casa del dios en la tierra, y allí estaba la imagen», dice. Por eso tras las once columnas estaba el interior, ya cerrado por una enorme pared, donde estaban las estatuas.
No hay huellas documentales, pero por la fecha muchos arqueólogos se inclinan a pensar que era un templo dedicado al emperador Claudio divinizado. «El régimen imperial que instauró Augusto buscaba la plena de adhesión de las ciudades, cada una con su autonomía, y Córdoba tenía su autogobierno», recuerda.
El culto imperial sirvió para dar cohesión a las ciudades y para favorecer la romanización
El culto al emperador proporcionaba adhesión, porque hacía visible la identidad de Roma en todas las provincias del imperio a través de «la difusión de los modelos mentales y físicos». «Cada capital es una pequeña Roma, y cada capital es a su vez el modelo para el resto de las ciudades de su provincia», cuenta Juan Murillo. En el caso de Córdoba era la Bética.
Córdoba terminaba entonces justo en el lugar en que se abría el templo, y los que habían llegado por la Vía Augusta, donde ahora está la calle San Pablo, continuaban por el decumano máximo, es decir, por lo que ahora es Alfonso XIII, y llegaban «al otro complejo, al foro, donde también había quizá un anexo de culto imperial un poco anterior, de la época de Tiberio».
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