DESDE MI RINCÓN

Son personas

Hay una gran bolsa de ciudadanos que sobrevive en una situación de gran carestía económica y afectiva

Dos voluntarias atienden a una persona en la casa Madre del Redentor, de Cáritas Diocesana de Córdoba Valerio Merino

Entre los versos que dejó nuestro poeta Ramón de Campoamor hay una cuarteta que traigo a esta columna para hablar sobre algo que me sorprendió la pasada semana. Sentenciaba el filósofo de lo cotidiano que «En este mundo traidor / nada es verdad ni mentira; / ... todo es según el color / del cristal con que se mira». Vivimos en un mundo donde sólo existe aquello que sale en televisión. Para conocer la verdad debemos informarnos mejor, evitando que un solo canal de información pueda darnos una falsa apariencia de la sociedad en la que nos movemos. Hablando de Córdoba estaremos de acuerdo que gracias a Dios vivimos en un una maravillosa ciudad que forma parte de España, país encuadrado en lo que denominamos «primer mundo», es decir, en uno de los países más desarrollados de la Tierra. Esto no admite discusión. Pero ser conscientes de esa realidad no nos debe impedir saber si algo, por oculto, se nos escapa.

La semana pasada asistí a una interesante y didáctica mesa redonda formada por la presidenta de Cruz Roja Española en Córdoba, el director de Cáritas Diocesana y el presidente del Banco de Alimentos Medina Azahara, moderados por Presidente del Foro Universitario Syntesis. En ella se habló sobre « Pobreza y solidaridad en Córdoba ». Puede creerme el lector que me sorprendió la existencia de una realidad tan cercana como desconocida. Cuando se habla, creo que demasiado, de una menor de edad que la han convertido en activista medioambiental para la que no se escatiman gastos ni medios. Cuando uno observa cómo los medios acogen como noticiosos determinados monotemas que interesan a determinados grupos de presión. Mientras eso ocurre, repito, se silencia algo que sucede muy cerca de todos nosotros como es el malvivir y la exclusión de muchas personas.

En Córdoba hay una importante bolsa de personas que están o se sienten excluidas . Personas que por diferentes motivos pasan necesidades o hambre. Personas que por no tener a nadie con quien compartir palabras temen olvidar hablar. Personas, y no son una ni dos, que temen morirse en su casa sin que nadie las eche de menos. Pues de esas personas, repito, se habla poco y consecuentemente no se toman medidas ni hay presupuesto para solucionar de una u otra manera situaciones que muchas veces representan para esas personas una muerte en vida. Esa realidad que me hizo estremecer es lo que hoy quería compartir con mis lectores.

Decía Paulo Coelho que «nadie fabrica un candado sin llave. Del mismo modo Dios no te da problemas sin soluciones». Convencidos de que las cosas son así y conocida esa realidad tan cercana a nosotros, es obligación de todos el exigirnos y exigir a quien corresponda las soluciones necesarias para que nadie en Córdoba pueda sentirse, con razón o sin razón, extramuros de una sociedad que dice ser justa, progresista y solidaria.

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