Suscríbete a
ABC Premium

CRÓNICAS DE PEGOLAND

Los muertos

La cultura del velatorio, la casa tomada, la memoria de todo aquello

Nichos en el cementerio de la Salud Valerio Merino
Rafael Ruiz

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Intento evitar los hospitales y los tanatorios . No es miedo, ni respeto. Es esa sensación que se queda tras ver «Joker» : desasosiego. Que lo de estar muerto no es lo mío aunque tengo clarinete que no me voy a quedar de ... muestra. Si alguna vez lo tuve, he perdido ese apego cultural que aquí tenemos por los finados. Las personas se convierten en recuerdos cuando llega el final el camino. Y ello, pese a haber crecido en esta sociedad nuestra donde el velatorio se hacía en las casas , como Dios manda, con un montón de gente en torno a la cama del familiar que ya no podía decir esta boca es mía, con el traje de amortajar y el crucifijo. Obligado a pasarlo malamente, a la vista de todos, en un dolor social que tenía algo de enfermizo. Si hubiera tenido fuerzas, le hubiera dado una paliza a esos familiares bienintencionados que, de niño, animaban a despedirse con un besito del último caído en el combate de la vida. El olor a muerte se queda prendado en las fosas nasales . Años después, sigue ese aroma dulzón a cadáver que no se quita, el muy cabrón, de la memoria.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia