Verso suelto
Aplausos a la ruina
La gente de los balcones se ha encerrado, ha escondido las llaves y culpa de todo al coronavirus
Aplausos al personal sanitario desde los balcones de Córdoba
Perdieron el tiempo los viejos dictadores que se encaramaron al poder después de crudas guerras civiles y de revoluciones que prometían conquistar el paraíso derramando la sangre ajena mientras miraban con prismáticos desde la retaguardia. Someter a la población y convertir ... en bebés desvalidos que lloran pidiendo comida a quienes poco antes se buscaban la vida por sí mismos era tan fácil como enseñarles a aplaudir todas las tardes y poner un rótulo fijo en la pantalla para que se quedasen en casa. Ni la épica de «La internacional» ni la mística del sacrificio del «Cara al sol» embelesan tanto como «Resistiré» , que en pocas semanas ha pasado de canción de autoestima a comecocos que hipnotiza para hacer lo que el poder mande.
Con unos cuantos lemas emotivos se ha conseguido que la mayor parte de la población asista haciendo palmitas a la ruina de sus vecinos y con eso a la suya propia. Si les preguntan culparán al coronavirus y a lo inevitable de una pandemia que llegó por los aires sin querer saber que el Gobierno que la tenía que ver acercarse estaba más preocupado de una manifestación feminista . Y con razón para sus cálculos mezquinos: quienes (y quienas) les hubieran llamado machistas por prohibirla habrían hecho más ruido y con más altavoces que los pocos que se han atrevido a decir que con políticos más capaces al mando tal vez no se hubiera enterrado a 25.000 personas .
Como aquellos españoles que recibieron a Fernando VII al grito de «Vivan las caenas» pidiendo el regreso del absolutismo y el aplastamiento de los principios liberales de las Cortes de Cádiz , la gente de los balcones se ha encarrado en casa y ha escondido las llaves. Castigan a quienes sí salen a buscarse las habichuelas o a dar una vuelta a los niños con frases del argumentario de burócratas de la medicina internacional que no verán peligrar su sueldo o de administradores del dinero público que después de asegurarse las dietas y las vacaciones repartirán lo que poco que sobre de dinero público entre los que no tengan qué comer.
Los que recelaron de la responsabilidad invidual para hacerla recaer en eso impreciso y heterogéneo que llaman la sociedad, chivo expiatorio colectivo de culpas personales, ahora la invocan no para pensar en quien quiere trabajar cumpliendo las normas mínimas para ganar dinero y que los demás también lo ganen, sino para intentar que siga mucho tiempo más en casa y que al cabo del tiempo no haya más que una libertad posible: la Judería libre de turistas , la Corredera libre de veladores , el cielo libre de humo de coches y las calles libres de gente, que dirían Les Luthiers .
Será que les parecen pocas las 1.700 familias de Córdoba que antes trabajaban y ahora tienen que pedir dinero al Ayuntamiento, o las 3.500 que van al Banco de Alimentos , Cáritas o Cruz Roja . Será que no hay bastante juego de trileros con los muertos e infectados y habrá que hacerlo también con los números del paro. Dentro de unos meses, si los actuales socios de derechas de los estados de alarma no se deciden a ser oposición, a las ocho habrá que aplaudir a los trabajadores sociales que deciden qué familias están peor para recibir las mejores subvenciones, a los que llevan la comida a domicilio, a los vicepresidentes que han creado paguitas y a los inspectores de Hacienda que investigarán entre las transferencias y las facturas qué plutócratas han dejado de declarar un solo céntimo para ayudar a los vulnerables.
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