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Pretérito imperfecto

Vacunados de espanto

La bajeza moral sube y baja en el ascensor del escalafón: desde un ministro que se pira, al pícaro del último pueblo

Vacunación en el Reina Sofía Valerio Merino
Francisco Poyato

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Con franqueza, que el Jefe del Estado Mayor de Defensa haya tenido que dimitir por haberse vacunado contra el coronavirus -reflejándose en el protocolo militar- y que a estas horas no lo hayan hecho ninguno de los alcaldes que en Córdoba aprovecharon que los viales ... de Pfizer -aunque lo haya pedido Ferraz- pasaban por el asilo de su pueblo nos sitúa en el embarrado campo de juego amoral y demagógico que padecemos. Que la primera autoridad sanitaria en estos momentos en Córdoba, la delegada territorial de Salud, María Jesús Botella, califique de «ruido» que estos regidores de Torrecampo, Alcaracejos, El Guijo ... o el que fuera (a no ser que tengamos algún sapo del PP bajo la alfombra) hayan sido unos vivales saltándose protocolos y acudiendo a la llamada de la España de Rinconete y Cortadillo, me resulta sonrojante. Aún desconocemos el resultado de la investigación que nos anunció la Junta de Andalucía hace unas semanas cuando ABC empezó a publicar el serial de pícaros que pasaban por las residencias de ancianos y no iban a dejar que se tirasen las dosis que hoy ya se han convertido en el nuevo oro del milenio. Investigación en el Área Sanitaria Norte donde, día sí y día también, corren como la pólvora episodios vergonzosos que de confirmarse sería para vacunarnos ya de espanto. Aunque la respuesta extraoficial a nuestras llamadas es: «perfil bajo». El penúltimo, una sanitaria que habría colado a su familia en un asilo para reciclar dosis sobrantes . Tan sencillo como desmentirlo o confirmarlo, ser transparentes y no echar tierra encima. Porque si hay que depurar responsabilidades a cualquier nivel, esa es la obligación de quienes están al frente de la maquinaria pública, mas no correr un tupido velo. Pero aquí no se va casi nadie.

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