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Pretérito Imperfecto

«Contrahistoria»

Asistimos a la destrucción del pasado y el juicio de la historia, mientras los historiadores siguen guarecidos en su zona de confort

Estatua derribada de Sebastián de Belalcázar en Popayán, Colombia . REUTERS/Juan Ignacio Munoz
Francisco Poyato

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La comisión de expertos que la señora Ambrosio sacó de su chistera hace unos años para adornar su firme propósito (o ademán) de reclamar en los tribunales la propiedad de la Mezquita-Catedral tuvo a bien deleitarnos con uno de los ... mayores ridículos públicos de los últimos tiempos en Córdoba. Apoyados en la percha de Mayor Zaragoza y su barniz de buenismo -pese a sus condecoraciones franquistas- y en la filigrana política de la sin par Carmen Calvo -que en el caso de don Federico apeló a la desmemoria histórica- un reducido grupo de historiadores colaron el relato, fabricado en la despensa de una burda plataforma ideológica, de la apropiación indebida hace ocho siglos del monumento y templo por parte de la Iglesia tras la reconquista de la ciudad por Fernando III. Cómo sería la infamia científica que cerca de medio centenar de historiadores de todo el país suscribieron un durísimo manifiesto contra las conclusiones de aquel bochornoso documento con el sello del Ayuntamiento de Córdoba que atentaba contra los pilares más básicos del rigor. Una salida a tropel que aún resuena en las catacumbas de ese academicismo conspicuo que ha decidido guarecerse en la zona de confort de la burbuja universitaria ( y puede que de la sopa boba) eludiendo justo lo que en aquella ocasión pusieron de manifiesto aquellos medievalistas: responsabilidad crítica y divulgadora.

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