Córdoba entre líneas
José Rodríguez, constructor de guitarras: «Ésta es mi pasión, no ha sido nunca un trabajo»
A su taller de la calle San Pablo han acudido los mejores intérpretes en busca de un trabajo que nace de la experiencia y la superación
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Iniciar sesiónSi el trabajo de José Rodríguez fuese construir violines, habría querido tener su taller en Cremona, en Italia, pero lo que conoció de niño era la hechura de la guitarra. Nació en 1958 en Viñas de Peñallana, una aldea de Andújar, ya ... cerca del santuario de la Virgen de la Cabeza. Tenía cerca, a unos tres o cuatro kilómetros, a un vecino que se había comprado una casa y que trabajaba construyendo guitarras. «Yo conocía a sus hijos y a mí aquello me gustaba. La guitarra la conocía, porque mi padre la tocaba, y también la bandurria y el laúd, era aficionado». Una Navidad escuchó la frase que le cambió la vida: «¿Por qué no te vienes y nos echas una mano aquí, a poner cuerdas a la guitarra?».
Entonces, en aquel entorno, desde los 14 años apenas se estudiaba, y su vecino le propuso aprender con él. «Costó un poco convencer a mi padre, pero me quedé allí y estuve con él once años». Y si se trataba de hacer guitarras, tenía que acabar en Córdoba, donde estaban los mejores constructores. Se vino hace veinte años, pero mucho antes había aprendido de Miguel Rodríguez o de Manuel Reyes. Le aprovecharon las enseñanzas y también su propia curiosidad y su gusto y esmero por hacer bien las cosas. Paco de Lucía, Vicente Amigo y Alejandro Sanz le han encargado guitarras y en su taller de la calle San Pablo atiende peticiones para todo el mundo.
-¿Una guitarra tiene una fórmula o una receta?
-Tiene miles de fórmulas y miles de recetas. Antonio de Torres fue el gran maestro de la guitarra española y había un cura que era de Córdoba, muy amigo de él, que le ayudaba, y le decía, «Don Antonio, no se vaya usted al otro mundo y se lleve usted el secreto de la guitarra». Y decía el hombre: «Por desgracia, el día que yo me vaya, el secreto se vendrá conmigo, porque está en la cabeza y en las manos». Es una realidad muy grande. Yo tengo 67 años, llevo ya cincuenta y tantos años haciendo guitarras y sigo aprendiendo. Y si viviera dos vidas, dos vidas que seguiría aprendiendo.
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-¿De qué depende?
-La madera es fundamental. Hay que conocer los distintos gruesos que hay que dar en las distintas partes de la tapa. Eso lleva muchos años. No hay un secreto, hay un compendio de un montón de cosas. Ahora estoy aplicando la goma laca a estas guitarras. Hay sistemas que son mucho más rápidos, con pistola, barnices sintéticos. En vez de cuarenta horas lo puedes hacer en dos horas como mucho, pero luego no tiene nada que ver. Le estás restando. Influye la calidad de la madera, el secado. Se puede comprar una tapa de abeto alemán, por ejemplo, muy buena, pero tienes que ahora colgarla ahí y dejarla 15 o 20 años, y dentro de 15 o 20 años ya puedes empezar a trabajarla, y es entonces cuando verdaderamente sabes si es buena o es mala.
-¿Y hay que aprender mucho para eso?
-Yo venía de niño a ver a Miguel Rodríguez y me tenía un cariño muy especial. Me decía: «¿Cómo llevas la elección de las maderas?». Yo optaba por la venta más fina, pero él cogía varias y decía cuál era la buena y la apartaba. Llegaba luego a mi taller y empezaba a tocar la madera y no había manera. Y entre pino y cedro, con los ojos cerrados, sí podía distinguir entre maneras diferentes. Me decía que me iría dando cuenta con el tiempo, que no me lo podía explicar.
-¿Y fue así?
-Pasaron los años, y una vez pedí tapas de pino abeto alemán, y eran muy buenas a la vista, pero cuando las toqué eran diferentes, no funcionaban bien. Luego me ofrecieron pino americano, que me decían que resultaba igual que el alemán, y vi que era como aquéllas. Quien me las vendió las tenía apartados porque no sabía distinguirlas, para que no se mezclaran. Me taparon los ojos, me daban tapas y en todas acerté qué madera era. Mi mujer se acordó entonces lo que decía Miguel Rodríguez.
«Cada vez que hago un instrumento pienso que el siguiente va a ser mejor. Tengo 67 años y ni he pensado en jubilarme»
-¿Qué tiene que dar la madera al sonido de la guitarra?
-Son como nosotros. Todos somos personas, pero nadie tenemos los huesos igual. Aunque sean incluso del mismo tablón encuentras distinta densidad y que transmite mejor o peor el sonido. Tengo que jugar con esos conocimientos, y que yo no soy capaz de transmitir a otra persona. Viene gente que me pregunta qué grueso le doy a las tapas. Antes lo hacía, pero ahora toco la madera y la veo hasta que queda ajustada. En una parte del fondo lleva una medida, en otra lleva otra, para ir equilibrando los sonidos, los armónicos y todo eso. Es una locura.
-Dicen que una de las claves de los violines Stradivarius es el barniz. ¿Lo comparte?
-Es importantísimo. También la cola. Yo uso la de siempre, la cola de conejo. Huele fatal, está hecha con cartílagos de los animales y va al baño maría, pero cuando se seca se convierte en un cristal, y transmite muy bien el sonido. Trabajar con esto es mucho más complicado. La cola moderna al final es una goma y le merma al instrumento.
-Usted ha hecho guitarras para muchos de los más grandes...
-Para Paco de Lucía, para Vicente Amigo, José Antonio Rodríguez, Antonio de Patrocinio.
-¿Cómo son en las distancias cortas personas tan geniales? ¿Son demasiado exigentes?
-Paco, por ejemplo, ha sido el guitarrista flamenco más grande que ha existido. Era un monstruo, un genio. La primera vez empecé a hablar con él y vi que era una persona muy normal y no tenía nada creído ni nada. He tenido la suerte no solamente de conocerlo, sino de ser su amigo, de comer en su casa, con su hermano. Soy el padrino del hermano de Malú, somos de la familia. Yo le decía maestro y él me decía que le dijera Paco, no maestro. y es así, una persona extraordinaria, en las distancias cortas. A Vicente Amigo ya se le conoce más, porque tenemos la suerte de que está aquí, y es un persona muy sencilla, igual que José Antonio Rodríguez. Paco de Lucía me decía que había sacrificado toda su vida a la guitarra y creo que precisamente por haberle costado tanto trabajo estar donde estaba, no era una persona de andar mirándote por encima del hombro, ni conmigo, ni lo he visto yo nunca con nadie así.
-¿Con usted funciona la publicidad?
-No he hecho publicidad en revistas, en nada. La publicidad la hacen los instrumentos. Si el instrumento no tiene calidad y no va bien, al final eso no funciona. Soy un trabajador, yo no puedo gastar mi dinero en publicidad, y en lo que me centro es que funcione bien. Hace poco ha venido alguien de Grecia, que la ha encargado porque ha visto otra, ésa que está ahí, para Inglaterra. Allí hay un muchacho que es de aquí, de Córdoba, Daniel Martínez. El boca-oreja es lo que vale.
-Dicen que en la cocina se nota mucho cuando uno está con el ánimo raro, porque el plato no sale bien. ¿A usted también le influye aquí para trabajar el estado de ánimo?
-Sí, sí, sí. Es importante cuando estoy perfilando las maderas y le doy distintos gruesos. A lo mejor utilizo cola o cojo alguna cola de estas que tienes que pegar cualquier plástico o cualquier cosa, y esto se mete entre la piel. El tacto entonces lo tengo muy mal, y no controlo bien. Muchas veces lo dejo tres o cuatro días, o una semana, hasta que se haya regenerado un poco la piel y ya tenga otra sensación. No soy una persona muy pesimista, pero si tengo un mal día cambio inmediatamente a otra cosa. Antes de hacer algo que vea que la guitarra no está en condiciones es preferible esperar. No se trata de terminar y coger el dinero. Cuando no está bien, si tengo que rehacer de nuevo, lo rehago.
-¿Y ha pasado?
-Estaba un día con una guitarra que tenía una tapa de cedro que era monumental. A la vista era fantástica, pero empecé a ver que para la guitarra no iba a dar la calidad de sonido. Tiré con ella, le puse el diapasón, los distintos gruesos, pero pensé que no. Le estuve dando vueltas todas la noche, y a la mañana siguiente vino Paco Peña, el guitarrista, que es también muy aficionado a las maderas, y se quedó mirando y me dijo: ¿Qué le ha pasado a esta guitarra? Le dije que no valía y me dijo que era la mejor que había visto en su vida. No podía usarla y saber que no iba a dar la calidad, aunque a la vista fuera fantástica.
«Paco de Lucía me decía que había sacrificado su vida a la guitarra y por eso no miraba a nadie por encima del hombro»
-¿Es perfeccionista?
-No, es que si tiras una piedra para arriba, como no tengas cuidado, al final te pega en la cabeza. Perfecto no hay absolutamente nada, porque cuando tú sacas algo y crees que está muy bien, siempre habrá alguien que te lo supere.
-¿Tiene sucesores?
-A mis tres hijas les he dicho que si quieren hacer guitarras, que las hagan, pero que primero tengan su carrera. Han estudiando y trabajan. Con mis nietos la idea es que cada uno se haga una guitarra conmigo aquí. Y Hugo, que va a cumplir 18, ya se la ha terminado. Su hermana Martina, que tiene 14, también se la ha hecho. Y los otros tres que me quedan, a ver si me da tiempo. Pero eso es una cosa que se viene en las vacaciones. Para cogerlo como oficio tiene que ser que les guste mucho. Como oficio para ganarte la vida, no.
-¿Tal vez porque la mayor retribución no es la económica?
-Yo, cada vez que hago un instrumento, pienso que el siguiente va a ser mejor, intento siempre mejorar. Tengo 67 años y ni he pensado en jubilarme. Es mi pasión. He podido comer mejor o peor, pero he estado haciendo mi hobby, y eso es importantísimo. Una cosa es un hobby y otra cosa es un trabajo. Y para mí esto no es un trabajo, no ha sido un trabajo nunca. Para mí es mi pasión, mi hobby.
-¿No ha tenido discípulos?
-Se puede tener a alguien, pero necesita un montón de tiempo. Y luego en esto hay un problema muy gordo, que es que la gente que te encarga de una guitarra no quiere que se acerque nadie a esa guitarra que no seas tú. Manuel Reyes tenía dos mesas separadas. Y tampoco puedo pagarle un sueldo a alguien.
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