Contramiradas

Félix Degayón, exjuez de Córdoba: «Hay sectores políticos que atacan la figura del juez»

Entrevista

Hace dos años que colgó la toga. Durante 12 años fue fuez decano de Córdoba y hoy en día sus colegas lo respetan

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Félix Degayón pasea por un parque de Córdoba antes de la entrevista con ABC Valerio merino

Félix Degayón no es un caso común. Fue un juez tardío, que estudió Derecho mientras trabajaba en los juzgados y se preparó las exigentes oposiciones de judicatura en los huecos libres y fiestas de guardar. «Te tienes que privar de muchas cosas. Ni una ... cerveza, ni un cigarrillo, ni un café. Solo consagrado a la oposición». Empezó a trabajar muy pronto. Con apenas 16 años. El negocio familiar hizo aguas y había que echar una mano en casa. Se estrenó en el despacho de un procurador y trabajó como meritorio, antes de ascender a funcionario interino. «Y me dije: de todo este personal de aquí, la figura del juez es la que más me gusta».

-Lo tuvo claro.

-Lo tuve muy claro. A mí no me gusta mandar, pero tampoco que me manden.

-Y al juez no le manda nadie.

-Solo le manda la ley y la Constitución. Y una serie de normas reglamentarias que hay que cumplir. Pero no tienes a nadie que te diga lo que tienes que hacer. Y eso es de lo más gratificante.

-¿Recuerda su primera sentencia?

-La verdad es que no. Mi primer destino fue en Ceuta y luego en Málaga. Tuve alguna sentencia complicada. Por ejemplo, tuve que juzgar a un magistrado. Era un juicio de faltas. El magistrado había ofendido supuestamente a una limpiadora. Fue la palabra de uno contra la palabra de otra. Y quedó como suele pasar en esos casos: sentencia absolutoria, que no quiere decir que equivalga a inocencia.

-¿Le temblaron las piernas?

-La primera vez siempre te tiemblan las piernas. Yo se lo digo a los chicos que empiezan: no os preocupéis, que os van a temblar las piernas, pero vais a coger tablas.

Félix Degayón durante la entrevista Valerio Merino

Ha firmado cientos de sentencias. Quizás miles. El número varía en función del órgano judicial en que se ejerza. En los juzgados de instrucción se ponen pocas sentencias, pero sí muchos autos. Demasiados. «Hay un retraso acumulado grave», admite el juez ya jubilado Félix Degayón. «Los políticos son conscientes y son quienes tienen la llave de la solución».

-¿Y tiene arreglo?

-Todo tiene arreglo. Pero tiene que haber voluntad política. Los políticos siempre se han desentendido del asunto y han ido parcheando más que afrontar reformas estructurales. Requiere voluntad política y un pacto de Estado. Y que Hacienda abra la caja.

-¿Qué reforma judicial urgente firmaría mañana?

-No se trata de un reforma determinada. Son reformas de calado. Si tenemos en cuenta que en el ámbito de los juzgados de lo social, por ejemplo, se están señalando juicios a dos años, quiere decir que el trámite va bien pero que, a la hora de tomar la decisión, se produce el cuello de botella. ¿Qué hay que hacer? Aliviar los procedimientos. Hay demasiados trámites. Y reducir quizás la litigiosidad. Se ha pensado en la mediación y la conciliación, pero en España los ciudadanos prefieren su sentencia. Confían más en el juez que en cualquier otra cosa.

-¿Qué caso le ha quitado el sueño?

-Ninguno. Hay casos a los que he tenido que dedicar mucho tiempo. Los asuntos complejos me ha gustado cogerlos y no soltarlos, aunque haya terminado a las tantas de la mañana o haya tenido que dedicarle varios días. Cuando he firmado la sentencia, he dormido tranquilo. He juzgado siempre según mi conciencia.

-¿Los jueces dudan?

-Por supuesto que sí. Si no, serían necios. Pero hay que tomar decisiones. Y, una vez firmada la resolución, ya no hay marcha atrás.

-¿Sabe ya qué es la justicia?

-Yo creo en la legalidad. Hacer justicia es más difícil. Los jueces aplican la ley y actúan según su conciencia. Lo que ocurre es que no todo el mundo dice la verdad y, a veces, mienten descaradamente ante los tribunales. Los jueces se ven en la tesitura de decidir a quién creen y a quien no. Claro que tiene que haber resoluciones erróneas. Pero se hacen en base a las pruebas practicadas en presencia del juez. Y, sobre esa base, se monta la sentencia con toda la rectitud posible.

-Los jueces se equivocan.

-Por supuesto. Como todo el mundo. Pero nunca intencionadamente.

-¿A usted le persigue algún error?

-No lo sé. Seguramente. Pero duermo tranquilo.

-Eso sí: a los jueces no hay quien les tosa.

-¿Cómo te va a toser nadie si estás decidiendo con arreglo a la ley? A pesar de todo lo que está cayendo y que hay sectores políticos donde se intenta denostar la figura del juez. Precisamente, cuando alguien intenta violentamente que no se cumplan las resoluciones judiciales estamos en el delito de sedición, que, por cierto, ha desaparecido.

-¿Y qué le parece?

-La sedición estaba prevista para proteger a las instituciones del Estado y a las resoluciones de las autoridades judiciales y administrativas. Si disminuyes la respuesta penal frente a quien las ataca, creo que no es la mejor idea.

-En su opinión, hoy el Estado está más indefenso.

-En efecto. Porque se han atenuado esas barreras de protección si te alzas violenta y tumultuariamente para que no se cumplan las resoluciones.

Félix Degayón posa para ABC Valerio Merino

-Sus colegas lo han elegido juez decano durante 12 años. ¿Cuáles son sus méritos?

-Eso habrá que preguntárselo a ellos.

-¿Y usted qué siente?

-Orgullo. La primera vez se pueden equivocar, pero la segunda no. Si me reeligieron es porque pensarían que no se estaba haciendo mal. Han sido muchos años dedicados a mejorar las cosas y a resolver pequeños problemas del día a día.

-¿Qué aprendió en la Audiencia Nacional?

-Eso es otro mundo. Primero, que la situación de colapso también existe en la Audiencia Nacional. No hay muchos procedimientos pero sí muy voluminosos. Había una fiscalía muy bien dotada, que está haciendo una gran labor.

-Usted imputó a Otegi en 2006. Nada menos.

-Y no me temblaron las piernas [se ríe irónicamente]. Se acogió a su derecho a no declarar y luego soltó una perorata de que no reconocía al tribunal. Cuando terminó, le pregunté si quería decir algo más. Me dijo que no y decreté su ingreso en prisión.

-El juez Manuel Oteros declaró en entrevista a ABC: «No pongo sentencias para agradar a nadie». ¿Y usted?

-Yo pongo sentencias para cumplir la ley. Y quien diga lo contrario está faltando a la ética profesional.

-Por cierto, menudo choque entre el Tribunal Constitucional (TC) y el Parlamento.

-Se están erosionando demasiado las instituciones. Y de aquellos polvos estos lodos. Cuando en el año 85 se introduce una enmienda donde se acuerda que los 12 vocales correspondientes a jueces y magistrados se elijan también por el Congreso y Senado, fue un paso sin tener en cuenta las consecuencias que se iban a producir. Los jueces deben elegir a los jueces, porque van a elegir a los mejores sin ningún sesgo político.

-Y ese es el pecado original, según su opinión.

-Efectivamente. El sistema ha ido cambiando. Las asociaciones judiciales también están relacionadas con los partidos. Y proponer a un candidato que no respalda un partido no lleva a ningún sitio. Con lo cual, acabamos en el mismo error.

-¿Y cómo diablos salimos de este atolladero?

-El TC ha hecho algo que está en la ley. Se ha recurrido un acto de trámite del Parlamento y el TC ha dicho que, de momento, hay que atender la medida provisional.

-¿Qué echa de menos del despacho?

-A los compañeros. Ha sido un placer trabajar con ellos. Con todos. También echo de menos ponerme la toga, pero, si pongo todo en una balanza, me quedo como estoy. Cuando trabajas en ese maremágnum de procedimientos no te das cuenta de que la vida te ofrece mucho más y que se te va escapando. Me he retirado diez años antes de lo normal. Tomé la decisión con mi mujer, que también se jubiló.

-¿Y de juzgar a los demás se jubila uno?

-Todos somos juzgadores de todos. De eso no se jubila uno nunca.

-¿A qué dedica su tiempo libre?

-A pasear, a recuperar a los amigos, a leer y, sobre todo, a viajar. Es lo que más nos apasiona. Ahora estoy leyendo «Cabeza de Vaca», una novela histórica de Antonio Pérez Henares.

-¿Lee en papel?

-Siempre en papel. No tengo iBook.

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