cONTRAMIRADAS
Luis de Córdoba, cantaor: «He sido libre. Pero me ha costado»
No es fácil dar con Luis de Córdoba. Vive lejos del mundanal ruido. Saboreando los días. Ahora tiene una biografía flamenca para enmarcar
Córdoba
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Iniciar sesiónLuis de Córdoba es un flamenco atípico. Por ejemplo: se levanta a las seis y media de la mañana. Y eso, según admite el propio interesado, es una «cosa rara» entre los flamencos. Desayuna como un picapedrero. Un té verde con miel y tres o ... cuatro tostadas de aceite, tomate y jamón. Luego, se prepara un té rojo, lee la prensa, repasa los artículos de opinión, sale a caminar, vuelve a casa, se ducha, se mete en el estudio y escucha música. Flamenco, por supuesto. Pero también clásica, Serrat, Sabina, Alberto Cortez o Dyango.
A veces, se pone sus propios discos. Y eso es otra rareza de su biografía. Nunca antes lo hacía. Por un pudor hiperbólico y una autoexigencia fuera de lo común. «Sin embargo, ahora, parece como si tuviera necesidad de reencontrarme. No sé por qué. Quizás no es tan malo lo que hice como pensaba».
—Tiene usted muchos premios.
—Es verdad. Pero siempre he pretendido hacerlo lo mejor posible. Y lo mejor posible conduce a la insatisfacción.
—Es usted muy exigente.
—Mi disco de cantes de ida y vuelta no me gustaba. Cuando lo grabé iba con mucha tensión. De hecho, dejé la grabación. El estado de nervios era tal que me vine de Madrid. Al final, volví y lo hice. Y, como obra, creo que no está mal.
«Leo filosofía.Es una manera de entender la vida y a ti mismo»
—¿Sigue cantando?
—Canto de higos a brevas. Ahora he cantado en la peña que lleva mi nombre en Posadas porque he dado dos charlas ilustradas.
—¿Y cómo se ha sentido?
—Me he encontrado bien. Sobre todo, el segundo día.
—Le da miedo cantar en su pueblo.
—Antes me daba miedo cantar en todas partes. Pero en mi pueblo es tremendo. Creo que no he cantado relajado nunca. Si acaso, la última vez.
«Yo no canto ni para mí»
—¿Y para sus amigos tampoco canta?
—Yo no canto ni para mí.
—En una entrevista en ABC de 2009, su autor de cabecera era Fernando Savater. ¿Lo sigue siendo?
—Podía decirse que sí. Me parece una persona muy interesante en todos los sentidos. Y su manera de ver el mundo. De razonar. La claridad con la que expone las ideas. Eso me fascina.
—Es usted el único flamenco del mundo que lee filosofía.
—No lo sé. Yo, desde luego, la leo. Me interesa conocer cómo han pensado otros. Es una manera de entender la vida y entenderte tú también. Esta mañana he estado leyendo el libro de Luis Landero 'El huerto de Emerson', que es una maravilla. Yo me identifico muchísimo. Tenemos cosas en común. De hecho, fue guitarrista flamenco.
—¿A usted le ha gustado el mundo del artisteo?
—Nunca. Enrique de Melchor me dijo: «Luis, yo no me considero artista. Yo soy guitarrista». Pues eso mismo.
—En aquella entrevista de 2009, me dijo: «Los libros me han abierto la mente». ¿Qué le ha abierto el flamenco?
—Un espacio para desarrollarme. Que no es poco. Porque la vida es hacer camino. Y si encuentras tu camino, como me ha pasado a mí con el flamenco, eso es lo máximo de lo máximo.
—¿El flamenco es una filosofía de vida?
—En cierta manera, sí que lo es.—¿Y cuáles son sus fundamentos?—Pues mire: yo soy un flamenco cuya filosofía de vida es hacer lo que hago lo mejor posible con la máxima dignidad. Estoy cansado de esa reivindicación de dignificar el flamenco. El flamenco es algo muy digno. Quienes tenemos que ser dignos somos los flamencos.
—¿Y lo son?
—Unos más y otros menos. Hay gente que artísticamente son maravillosos y como personas no los quiero tener cerca. No me interesa lo que piensan.
«He cantado lo que tenía que cantar»
—Usted no se va una noche a una taberna a cantar con los colegas.
—No me gusta. Y lo he hecho. Me he ido de copas y he cantado lo que tenía que cantar. Pero no es habitual. Yo lo que busco es a alguien que me enseñe y me enriquezca. En eso, soy un poco ladrón.
—Diga un cantaor que le tenga en vilo.
—Me gusta mucho Arcángel. Para mí, es la voz más bonita de este momento. Y la más vibrante.
—¿Niño de Elche o Miguel Poveda?
—Miguel Poveda, sin duda ninguna. Es una persona y un artista admirable. Y es más artista que cantaor.
—¿Qué significa eso?
—Es una voz que no se ha ceñido solo al flamenco. Canta lo que le echen. Y lo hace decorosamente bien. Todo. Y otra cosa que me gusta mucho: es exigente. Es artista. Los flamencos no hemos hecho eso nunca. Simplemente reclamar un equipo de megafonía decente, me miraban como diciendo qué quiere este.
—La industria flamenca ha maltratado a los flamencos.
—Eso no se ha cuidado mucho. Visto desde la perspectiva de ahora, en su descargo diré que entonces había una actividad frenética y todo el mundo organizaba cosas. Gente que no era profesional del espectáculo.
«Miguel Poveda es un artista; el Niño de Elche, una broma»
—Miguel Poveda es un artista. ¿Y el Niño de Elche?
—Una broma. En la época actual hay un desbarajuste tan grande sobre lo que es flamenco y lo que no es, que ya no existen reglas ni cánones. Hay una libertad total para hacer lo que a cada uno se le ocurra. Hay cosas disparatadas que encuentran eco en los medios, que están ansiosos para mantener a la gente en la novedad. Cualquier novedad. Y cuanto más rompedora sea, más atractiva para la publicidad.
—¿Dónde está la flamencura de Rosalía?
—He escuchado todos los discos de Rosalía. El primer disco me pareció una niña que canta bonito. Luego he visto en Rosalía a una artista como la copa de un pino. Que toca unas veces el flamenco y otras no. Lo importante es el resultado. Y el resultado de Rosalía es del carajo. Lo que no se puede es compararla con otros artistas flamencos de temas tradicionales. Mire usted: si quiere oír flamenco tradicional no escuche a Rosalía.
—¿Qué ha muerto con Paco de Lucía, Camarón y Morente?
—Una época frondosa del flamenco.
—¿Y ahora qué?
—Y ahora aquí estamos. Un Paco y un Camarón salen cada cien años.
—¿Usted los conoció?
—Por supuesto. Piense que hice unos cuantos discos producidos por el padre de Paco. Y lo vi allí muchas veces. El padre fue una cabeza extraordinaria. Yo tenía que haber hecho más discos con él, pero llegó un momento en que creí que sabía como era eso y me equivoqué.
—¿Cómo era Paco humanamente?
—Una persona extraordinaria. Un tío humilde. Como son los genios. ¿Y sabe por qué era humilde? Porque era un insatisfecho permanente con lo que hacía. Y tiene que ser humilde por cojones. Porque es consciente de que aquello se puede mejorar.
—Sigue estudiando cantes antiguos.
—A mí me gusta oír los cantes antiguos. Hay unas resonancias, unos ecos que están en mí y se reviven cuando los escucho. Yo tengo un archivo maravilloso de cantes antiguos en cintas.
—¿Hay más verdad en la Niña de los Peines que en Ketama?
—Cada uno está en su verdad. Los dos son auténticos. No hay comparación. Son mundos distintos, aunque a Ketama se le ha querido asociar con el nuevo flamenco. Ketama no ha querido hacer flamenco nunca. Introdujo unos temitas preciosos cuando estaba Sorderita. Cuando Paco pensaba hacer cosas nuevas, siempre se planteaba qué iban a decir los flamencos. Había ese miedo.
«Cuando grabé los cantes de ida y vuelta, era tal el estado de nervios que me volví de Madrid»
—La ortodoxia os tenía acojonados.
—Lo que se entendía por ortodoxia era la repetición canónica de los antiguos. El flamenco es un arte y el arte es algo vivo.
—¿Usted ha sido rupturista?
—Lo que he sido es libre y me ha costado serlo.
—Si muere la taberna, ¿qué muere?
—Un sitio donde la gente va a hablar de la vida. El flamenco tuvo una época que se desarrolló en tabernas y prostíbulos. Pero salió de allí afortunadamente. Hoy es un arte considerado. Hace poco le han dado a dos flamencas el Premio Princesa de Asturias de las Artes. Y antes a Paco de Lucía, que es el mayor ejemplo de dignidad y defensa de su arte de la historia del flamenco.
—Usted dijo: «Córdoba es la cuna de la flamencología». ¿Y del flamenco?
—Es la cuna de la flamencología y así está reconocido en todo el mundo. ¿Del flamenco? De una parte, sí. Córdoba tiene sus cantes: soleá, alegrías, fandangos de Lucena, fandangos del Zángano, serrana.
—¿Cuánto dolor cabe en una soleá?
—El que el personaje que la canta sea capaz de poner en ella. Tiene que haber un texto. Tiene que decirse algo que cause ese dolor y que sea capaz de transmitirse a quien lo escucha.
—En Camarón dolían hasta las alegrías.
—Eso era una virtud de Camarón. Lo traía de fábrica. Todo lo cantaba con esa facilidad de llegar al alma. Esa fue su grandeza.
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