PASAR EL RATO

La carta

El presidente exaltado necesitó cuatro páginas para decir que está triste

Pedro Sánchez no dimite: «Esta decisión no es un punto y seguido, es un punto y aparte. Se lo garantizo»

El presidente Pedro Sánchez ABC

En la reciente carta pastoral del divino Sánchez a sus abonados, excitándolos para organizar un acto patriótico de exaltación de él y menosprecio del resto, se echa en falta un buen soneto. Toda la carta es una canción de amor desesperada, y mal ... escrita. Si Valéry tenía razón y la sintaxis es una facultad del alma, el alma de Pedro Sánchez está inacabada. La misma catilinaria de la carta contra jueces, periodistas, feijoes y abascales tiene tan poco nivel que los aludidos no pueden tomarse en serio a un enemigo sin altura literaria. Pero ¡el amor, presidente, el amor!, que mueve todas las televisiones gubernativas, tampoco tiene en Sánchez un cantor digno. Y para eso hemos gastado en usted tantos millones de euros los españoles, pagándole los asesores más conspicuos, los palacios más confortables, viajes, lujos, compañías indeseables, cátedras para la joven Gómez… Para que se limite a declarar que está usted profundamente enamorado de su mujer, como si la dulce Begoñita fuera una modistilla y el presidente del Gobierno de España un oficinista deprimido.

Un soneto, presidente, un buen soneto, y toda su miserable vida anterior le será perdonada. La poesía es redentora. «Un soneto me manda hacer Begoña, / que en mi vida me he visto en tanto aprieto», plagie a Lope, que usted sabe de eso. Después de cuatro folios ramplones, nos quedamos sin una metáfora amorosa que nos compense de su tesis doctoral. Y aclárele a la ministra de Hacienda, si viene al caso, que Lope es Lope de Vega, no Patxi Lope. La carta produjo el efecto que pretendía el poeta redactor. Puso a llorar a los almodóvares, puso en celo a las inchaurrondos y puso en guardia a los jueces y a los periodistas. El resto se quedó como estaba. Lo más probable es que la carta sea el único texto de más de dos líneas que hayan leído en los últimos años los ministros, asesores, portavoces y devotos del césar Sánchez. Eso se notaba el sábado en el nivel de los elogios y las lamentaciones del Comité Federal del PSOE, expresados en el idioma oficial del sanchismo —el balido— como idioma único, para facilitar el trabajo intelectual de Patxi López. El presidente exaltado necesitó cuatro páginas para decir que está triste y le gusta su mujer. Para decirlo sin gracia, que es lo imperdonable. Todo en Sánchez es excesivo. Gasta demasiado, miente demasiado, odia demasiado. Y habla demasiado. Todavía no ha descubierto que hay que ser siempre breves, para que se note menos que no podemos ser sublimes. Nadie en España sabía / quién era aquel presidente, / tan audaz y repelente / que a toda España engañó. / Nadie sabía su historia, / mas toda España veía / que de España se reía / el que España destruyó.

A las once de la mañana de ayer, lunes, sucedió lo que todos nos temíamos. Pedro Sánchez dijo que se queda, para salvarnos de nosotros mismos. Los jueces y los periodistas también se quedan. Ya veremos quién se queda más tiempo. Y dónde. La única que todavía sigue reflexionando es la oposición, siempre fiel a su estilo. Una superposición de pensadores, de los que no esperamos ninguna acción inteligente.

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