EL ESTILITA
EL VICARIO DE IGLESIAS
Tiene su ironía que Antonio Manuel Rodríguez abrace al líder de Podemos tras ser tan machaconamente anticlerical
PABLO Iglesias, como corresponde a un rojo de libro, quiere establecer su nomenclatura, su brigada de comisarios políticos, su club de los demócratas muertos, sin el cual ninguna ... fuerza se convierte en totalitaria. La circunscripción única es el caldo de cultivo del partido único y la lista única su brote necesario. Uno para todos y todos para uno. «Vosotros no me escogisteis a mí, sino que yo os escogí a vosotros», les dirá a sus correligionarios, citando al de Patmos, sin que ninguno se quede pasmado, porque a la postre bien saben para lo que están. Y que nadie se haga ahora el puro reclamando limpieza democrática y primarias territoriales. En 65 nombres no caben todos los que son. Y son estos los que protestan. Los demás, chitón. 65 candidatos representan, en definitiva, 65 líneas para constituir el parágrafo de la dictadura. He aquí yo y los 64 restantes que van a mandar por delegación mía. Las estructuras del régimen van desarrollándose como se preveía, haciendo su camino iniciático de «empoderamiento» de la tiranía, desde Venezuela y Cuba, con escala en Irán, hasta el probable destino final de Corea del Norte. Pero no nos sorprendamos, a estas alturas, de que los bolcheviques ejerzan de tales. El ejemplo griego está en Europa, no en el tercer mundo. Por eso no deja de extrañarme que un cordobés inteligente y ponderado como mi admirado Antonio Manuel, antiguo compañero en los afanes —siempre fracasados— de la regeneración política, se preste a juego tan nefando. Curiosamente ha llegado al Podemos ultramarxista, desde el Foro Andaluz, donde militaba junto al ultraliberal Manuel Pimentel, pasando por el Partido Andalucista, que es casi todo, o mejor ya, casi nada. Menos ultranacionalista, que es lo que parece ser —aparte de desnortado— un personaje que llama «miserables» a los castellanos y que, sin embargo, se apellida Rodríguez.
Después de pleitear por las primarias y por las listas abiertas, por la Andalucía libre y la humanidad y por la morería toda, desde Toledo a Tombuctú, acabar en una candidatura española impuesta desde Madrid, debería resultar degradante para este supuesto plataformista impenitente de la rebeldía. Después, sobre todo, de ser tan machaconamente anticlerical y de reivindicar con tanta contumacia la titularidad pública de la Mezquita-Catedral, acabar integrado en el vicariato de Iglesias, tiene, como poco, su punto de ironía... Suprema ironía de la vida, que a veces simula favorecer a las personas descubriendo su mezquindad. Puesto que de lo que se trata, al cabo, es de que Antonio Manuel Rodríguez sea, por fin, diputado, que acaso fuese todo lo que, en síntesis, buscaba esa tenaz y dilatada trayectoria de animador sociocultural de sí mismo que lo ha caracterizado. Probablemente será el más brillante de cuantos representen a esta provincia. Pero en nada se diferenciará ya moralmente del resto, a los que sin tregua antaño criticaba su ruindad militante. Por el contrario, será ahora el peor de todos, el más lisonjero, el más cínico, el más obediente, el más totalitario... Es el precio de su conversión. Y es que, confesando con Iglesias, habrá vendido en realidad su alma al diablo.
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