«Optimismo caótico» en el PSOE
Once años después, y con Zapatero amortizado, los socialistas abren otra lucha encarnizada por el liderazgo
«Optimismo caótico» en el PSOE
El varapalo sufrido en la noche del domingo por el PSOE ha hecho saltar por los aires, en cuestión de 48 horas, todo el proyecto de sucesión ideado por José Luis Rodríguez Zapatero después de que el pasado 2 de abril anunciase en el Comité Federal del partido que renunciaba a presentarse como candidato a presidente del gobierno. Aquel día, Zapatero apostó por abrir un proceso interno de elecciones primarias con el ánimo de plantear una retirada sosegada, animado por su optimismo antropológico y por el control del escenario que le concede ser el secretario general del partido. Aquella lluviosa mañana de primavera, Zapatero recibió el aval unánime del máximo órgano de decisión del partido entre congresos y el aplauso sincero de todos los presentes por su gesto de «generosidad». Era evidente que su maltrecho liderazgo agonizaba en un proceso irreversible de descomposición y amenazaba con arrastrar al PSOE como «marca» electoral.
Pronóstico acertado. La fatídica jornada del 22-M ha provocado una conmoción en el PSOE, y sus planes para dirigir un proceso de sucesión «tranquila» ha quedado hecho trizas. La catástrofe electoral ha generado tal grado de ansiedad y desconcierto en entre los socialistas que los resortes para consolarse del fracaso se están activando a velocidad de vértigo.
Del aplauso generalizado a las primarias —sólo en un primer momento los clásicos del «guerrismo» se opusieron frontalmente—, el PSOE ha pasado sin solución de continuidad a una condena pública y tajante de ese sistema. El latente malestar interno que desde hace meses castiga a los socialistas, y que desde el domingo les ha abocado a afrontar su peor derrota desde 1979, se transformó ayer en una rebelión con visos de crueldad. La convocatoria de un congreso extraordinario que supere el formalismo de las primarias y, sobre todo, que permita designar a un nuevo secretario general del partido con manos libres y una Ejecutiva no viciada por el «zapaterismo», se antoja inminente.
La pérdida de 1.484.778 votos respecto a los comicios de 2007; la distancia de diez puntos entre socialistas y populares; la mayor pérdida de poder local y autonómico jamás experimentada; más de 2.260 ediles del PSOE desolados y sin acta; y una distancia de más de dos millones de votos respecto al Partido Popular, obligan a los muchos descontentos que acumula el PSOE en sus filas a exigir un urgente un golpe de timón.
Incluso, algunos de ellos creen que será el propio Zapatero quien pilote el viraje el próximo sábado anunciando «sorpresas». Y sólo caben dos: su dimisión como presidente del Gobierno —descartada— y su dimisión como secretario general... En abril, Zapatero había sido empujado por los «barones»; ahora, lo está siendo por las urnas y por la creciente sensación de inseguridad que emana de unas bases maltratadas por la crisis; de unos cuadros medios defraudados con el exceso de soberbia de un Gobierno distante y errático; y de influyentes dirigentes del partido, críticos con una dirección anquilosada e incapaz de afrontar con humildad una imprescindible autocrítica en el momento adecuado.
Si el Comité Federal convoca un congreso para elegir un nuevo secretario general —no sólo un cabeza de cartel para medirse con Rajoy—, la metástasis extendida durante tanto tiempo habrá invadido definitivamente al PSOE. Reaparecen así los fantasmas de viejas pugnas encarnizadas por el control del partido. A Rubalcaba no le convencía el hipotético —y seguro— triunfo en unas primarias sin gozar de capacidad real para asumir el control del partido y diseñar una Ejecutiva a su medida con la que encarar las elecciones de 2012. A Carme Chacón, presionada sin mucha sutileza para que olvidara de momento su sueño político, no le convencía un «ticket» con nadie y hasta ahora ha medido meticulosamente sus pasos para no resbalar antes de tiempo. A otros —hoy los menos—, empieza a no convencerles ni uno ni otra porque aspiran a una regeneración profunda para encarar 2012 con alguna opción. Del optimismo antropológico al «optimismo caótico» sólo ha mediado una noche. La del 22-M.
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