«Si hay que ir a Estrasburgo, desde luego iremos»

—¿Esperaba este desenlace?

—Desde luego que no. Esperaba un fallo ambiguo, pero no pensaba que tuvieran la osadía de contradecir al Supremo. Lo más fuerte es que defiende la atención individualizada, una opción que el Supremo rechazó en 2010 como vía para establecer la escolarización en castellano.

—¿Qué siente en estos momentos?

—Pues que la sensación de paz que me dio la sentencia del Supremo después de seis duros años de batalla ahora se ha ido al traste. Me siento impotente, frustrada y, sobre todo, desamparada.

—¿Va a tirar la toalla?

—Está claro que la guerra va a continuar. Si hay que ir a Estrasburgo, desde luego iremos.

—¿Cuándo se decidió a alistarse en el frente lingüístico?

—Cuando mi hija Lydia, que ahora cursa cuarto curso de Primaria, estaba aún en párvulos. Quería que hablara en castellano con propiedad y sabía que tenía ese derecho constitucional.

—¿Lo ha conseguido?

—Pues no.

—¿Qué cree que va a pasar ahora?

—Ahora recurriremos al Supremo de nuevo, pero todos sabemos que esto puede suponer varios años más. Sabía que era una guerra de desgaste, una batalla de David contra Goliat, aunque siempre confías en la Justicia. Nunca piensas que una Administración no cumpla las leyes.

Marina Gala, madre demandante

«Hemos pasado de la impotencia a la tomadura de pelo». Marina Gala, una de las madres demandantes a las que el Supremo dio la razón en 2010, asegura que ya no le afectan los desplantes judiciales.

—¿Se ha inmunizado contra las malas noticias?

—Un poco sí. Eso no significa que vaya a tirar la toalla porque tantos años de lucha tienen que servir de algo. Lucharé; si mis hijas no pueden escolarizarse en catalán, al menos que lo hagan mis nietas.

—¿Se siente impotente ante el fallo del TSJC?

—Impotente no es la palabra, me siento indignada. Es peor que una dictadura. Nunca se había visto que un Gobierno desoiga las sentencias judiciales. Me parece increíble.

—¿Alguno de sus hijos recibe atención individualizada?

—Sí. Mi hija Nuria, que cursa segundo de Educación Primaria, aunque es una auténtica pantomina.

—¿Por qué?

—Pues porque no sirve de nada. Solo segrega y aumenta la confusión entre los alumnos que la solicitan.Mi hija recibe esta atención, pero tiene todas las clases en catalán y prácticamente todos los libros en esta misma lengua (excepto los de castellano, inglés y naturales). Solo cuando tiene una duda se la aclaran en castellano.

—¿Está dispuesta a seguir a pie de batalla?

—Evidentemente. Aunque sé que no será fácil y se augura una guerra más larga.

—¿Cree que muchos padres que hasta ahora no habían pedido la enseñanza en castellano lo harán a partir de ahora?

—Siento decirlo, pero creo que el fallo del TSJC hará que los padres se lo piensen más a la hora de denunciar.