...Y los de la «zeja», encerrados en su casa
Frío en los pasillos. Incómodos bancos en el aula escalonada, núcleo asambleario de los encerrados en pro de Garzón y en contra del franquismo, pero algunos, los de la «zeja», desde casa que se está más a gusto. Demasiadas incomodidades para ellos en la vetusta ... Escuela de Relaciones Laborales de la calle de San Bernardo, centro neurálgico de una movilización muy poco animada y casi sin asistentes.
Encerrados de verdad -eso sí con horario de zapatería, de diez a ocho- una veintena de viejos republicanos con sus recuerdos, representantes de asociaciones de ex presos de la dictadura con sus fotos y recortes, algunos pseudo-okupas con su mugre y varios retro-progres con su hucha «para cubrir los gastos del encierro, compañero».
En la mesa del profesor, se devanaban los sesos los organizadores. Habían colgado en el pasillo enormes hojas con cuadrantes para apuntar en ellos las actividades de cada hora y de cada día. A media tarde, las cartulinas seguían en blanco, cuando por fin alguien se acercó a rellenar la franja horaria de cuatro a seis: cinefórum. También se habían ocupado todos los días de ocho a diez de la noche: concentración frente a la Audiencia Nacional. Entre las propuestas, aún sin fecha ni hora, destacaba la lectura, cual Quijote, del sumario en el que Garzón autorizó que se investigaran las desapariciones del franquismo. Una buena hora para tan apasionante empresa sería la de después de comer.
«¿Es aquí dónde está Almodóvar?», pregunta una «barbie» quinceañera cazadora de autógrafos. «Estuvo por la mañana y volverá», responden. Volver, no volvió. Ni se le esperaba. Ni a él, ni a Pilar Bardem, ni a José Sacristán ni a los otros cuatro o cinco famosos que pasaron un rato por la mañana, para hacerse las fotos, para prestar sus caras a la iniciativa y exhibir unas pegatinas amarillas con la leyenda: «¿Impunidad para el franquismo? No, Gracias» y en el fondo, en naranja chillón, Franco mano en alto.
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