La mentira de la indignación en Cataluña

Esquerra y Junts, que han manifestado una gran indignación al respecto, por sentirse víctimas de algo según ellos ilegal e incompatible con el buen funcionamiento democrático, tienen importantes relaciones políticas tanto en el PSC en Cataluña como en el PSOE en Madrid

Pere Aragonès en el Parlamet catalán EFE

ABC ha explicado que el 97% de las escuchas realizadas con el programa Pegasus han sido durante el Gobierno socialista. Esquerra y Junts, que han manifestado una gran indignación al respecto, por sentirse víctimas de algo según ellos ilegal e incompatible con el buen ... funcionamiento democrático, tienen importantes relaciones políticas tanto en el PSC en Cataluña como en el PSOE en Madrid. En Cataluña, Junts comparte con el PSC la Diputación de Barcelona, que preside la socialista Núria Marín , alcaldesa de L'Hospitalet. En Madrid, la alianza de Esquerra con Pedro Sánchez no sólo asegura la legislatura sino que es el argumento político más relevante en que Pere Aragonès basa su presidencia de la Generalitat.

A pesar de las duras palabras, advertencias e incluso amenazas de representantes de los dos partidos, ni los republicanos ni los postconvergentes están dispuestos a renunciar a los beneficios que les procuran sus respectivos pactos con los socialistas. El presupuesto de la Diputación, sobre todo en materia de subvenciones a los medios de comunicación, es uno de los más boyantes de cuantos gestionan las administraciones catalanas, y en modo alguno puede renunciar a él una formación como Junts, desalojada de los cargos importantes y con Puigdemont en la distancia, que necesita toda la sobrerrepresentación mediática que pueda obtener para que su llama no se apague. Por parte de ERC, sin el pacto de legislatura con el PSOE, la llamada 'mesa de diálogo' entre la Generalitat y el Gobierno dejaría definitivamente de tener cualquier posibilidad de éxito. Y esta mesa es la principal baza de Aragonès y su partido para justificar su política de moderación y su intento de ocupar la centralidad de la política catalana.

Esquerra tenía difícil ayer conjugar sus intereses políticos con su necesidad de escenificar su enfado de cara a sus votantes más exaltados. A los republicanos no les interesa que el Gobierno caiga, pero tampoco que el público independentista note demasiado que la secesión inminente ha dejado de estar en su agenda. Votar ayer el decreto anticrisis del Gobierno era lo práctico, y lo que de un modo más amplio respondía a sus intereses estratégicos. Pero para el consumo más localista e interno, resultaba descarnado y antiestético. La complicidad con Bildu, que votó a favor, fue una salida calculada y pactada que benefició a ambas formaciones; y además mandó el mensaje de teñir de una cierta amargura la victoria a Sánchez, con el daño colateral de permitir que el líder de los populares, Alberto Núñez Feijóo, que había ofrecido su apoyo en términos razonables, ocupara un poco más el espacio central de la política española.

Hoy vemos con normalidad, o por lo menos con frecuencia, que Otegi y Junqueras compartan mítines, pancartas y hasta candidaturas europeas. Pero la complicidad entre ERC y Bildu no siempre ha sido tan visible, ni tan confesable, y viene de muy lejos. Es histórica la fascinación de la Esquerra ochentera por ETA y su entorno, los viajes al País Vasco, y las reuniones clandestinas; aunque desde la organización terrorista se mirara siempre a los republicanos con desconfianza y desprecio por su frivolidad, ingenuidad e inconsistencia. Con la llegada de Otegi a la jefatura del brazo político de la banda, las relaciones entre ambas formaciones se volvieron más intensas, hasta el punto de que cuando Carod-Rovira llegó a vicepresidente de la Generalitat con Pasqual Maragall, lo primero –y lo último– que hizo como tal fue desplazarse de escondidas a Perpiñán para pactar con ETA una tregua en Cataluña. Carod, pese al escándalo y al cese que aquella reunión le provocó, la explicaba con auténtica fascinación a sus conocidos y amigos. Como anécdota para impresionar, contaba que los terroristas prendían sus cigarrillos con un mechero del PSC. Y como resumen moral del encuentro, textualmente decía: «Aunque con métodos que no compartimos, son buena gente, soldados como nosotros, y además me dieron un ternasco buenísimo».

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